21 de mayo de 2024

«Esto no va a funcionar»

Alguien que decide que «esto no va a funcionar» es posible que esté secuestrado por el pesimismo. ¿Por qué no va a funcionar? ¿Hemos valorado las posibilidades? ¿De dónde nace nuestro ímpetu para que funcione? Tal vez hayamos tirado la toalla y lo que ocurra sea una profecía autocumplida.

 

    Además, en caso de que no funcione lo importante es saber por qué y apostar por una nueva propuesta.

 

   Pongamos un ejemplo. «La gestión pública no funciona». Esta afirmación suele ir íntimamente ligada a un sabotaje por un interés personal que nace de unos principios donde no se busca el bienestar colectivo sino el de una ideario capitalista y neoliberal.

 

    Lo peor no es que haya personas que manifiesten eso con cierto desprecio por cómo puede afectar dicha afirmación al resto. Lo peor es que esos que lo afirman suelen ser una minoría elegida como representantes y hay una gran mayoría que recibe ese mensaje y se lo cree. Resulta obsceno cómo se asegura que ese dinero no se puede invertir en educación, sanidad, pensiones, bienestar social, es decir, en derechos y necesidades y sí se puede invertir en privilegios y desigualdad. 

 

    Damos por supuesto que todos queremos que los derechos sean universales. Bien, pues dejemos de darlo por hecho. Hay personas -por increíble que nos parezca- que consideran que cada uno tiene que «conseguir las cosas por sí mismo», de lo contrario es que no se está esforzando y trata de abusar de los que sí lo hacen. Ese discurso parte de la base de… ¿de qué base parte? Parece que de una en la que todos tenemos el mismo punto de partida, donde las oportunidades son las mismas para todos y todo depende de la fuerza, el coraje y la voluntad personal. Lo que parece en realidad es que pensar está sobrevalorado. Está claro que la ignorancia es muy atrevida, y aunque no merezca la pena discutir con quien defiende esas ideas peregrinas, es necesario denunciarlo, aclararlo, argumentarlo para crear conciencia y que cualquiera con esa cerrazón mental tenga la oportunidad de que le entre un poco de luz a tanta telaraña mental. Sin disculparlo, pero sí comprendiéndolo, tengamos en cuenta que cualquier señal de soberbia o arrogancia suele estar llena de un complejo de inseguridad, aunque también de un trastorno narcisista, depende del caso, claro.

 

    Volviendo al tema que nos ocupa, entonces los derechos a una educación, a una sanidad, al acceso a la cultura, a cuidados físicos, mentales y emocionales con recursos públicos son imprescindibles para tener un mundo justo, equitativo. 

 

    Dejemos de escuchar las voces ruidosas que dicen que eso NO ES POSIBLE. Y dejemos de escuchar mucho más las voces de los que quieren que siga existiendo desigualdad por odio y miedo. Es decir, por una clara falta de amor por la vida.

 

    Si las personas que tienen el poder de hacerlo posible, no cogen la responsabilidad y argumentan que eso es una utopía, tengamos claro que esos representantes son unos ineptos que encima nos quieren convencer de su valía con discursos llenos de mentiras. Necesitamos dirigentes, representantes, líderes válidos, inteligentes, sensibles, y honestos. Sí, honestos. Honestos para asumir que no tienen la solución, que de momento no son capaces de conseguir un mundo donde todos los seres tengan una experiencia de vida realizante y armónica y se hagan a un lado para dejar paso a quien sí sepa cómo conseguirlo. Y si saben cómo hacerlo, que luchen por ello, que desarrollen los argumentos, que los transmitan, que trabajen para que sea posible. Esto es aplicable a cualquier ámbito, y más cuando tenemos personas a nuestro cargo, ya sea su dinero, sus ilusiones, su salud o su bienestar. 

 

    En otras áreas cuando alguien propone algo, se lleva a cabo. Por ejemplo, en el teatro, aunque se suelen separar los roles de dirección, dramaturgia, interpretación, escenografía, iluminación, etc., cuando un actor o actriz hace una propuesta, se le secunda y se ve si funciona o no, pero se pone toda la energía y el trabajo a favor. Podrá ser finalmente la primera propuesta o la quinta la que sale adelante; lo que sí tienen claro todos los creadores es que, si su fin es llevar al público su trabajo, no se van a quedar por el camino o van a irse de copas sin poner fecha de estreno. Y esto con todo. 

 

    En la actualidad se premia a las personas con menos escrúpulos, que buscan su beneficio personal a costa del resto. Es decir, a los mediocres, porque no son capaces de crear realidades en las que todos sean beneficiados y nadie salga perjudicado. A los vacíos de espíritu, porque necesitan suplir la falta de amor por un falso reconocimiento socioeconómico elitista. 

 

    Sin embargo, lo que funciona a medio y largo plazo son propuestas que tienen en cuenta todos los factores, todas las circunstancias y, sobre todo, a todas las personas. A todas. Y para liderar eso, hay que ser alguien con unas características y unos valores muy altos en cuanto a desarrollo: inteligencia, empatía, capacidad de trabajo, escucha, análisis, observación, resolución de conflictos, capacidad para unir, gestionar y liderar equipos, transmisión de conciencia y, todo eso y más, con una determinación para superar dificultades técnicamente imposibles. Vamos, que los discursos vacíos destruyen las oportunidades de desarrollo, prosperidad e infantiliza al público al que va dirigido. Seamos responsables y no nos creamos lo primero que nos cuentan, que para eso tenemos un sentido crítico. Y si no lo tenemos, ya va siendo hora de despertarlo.

1 comentario:

  1. Me encanta tu análisis agudo y certero. Contigo de dirigente otro mundo sí funcionaría.

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