No suele resultar fácil pararnos a pensar. Damos por sentadas demasiadas cosas y el sistema en el que vivimos no ayuda sino todo lo contrario. Pensar, reflexionar es un acto de rebeldía y está absolutamente penalizado. Así que, revisar nuestras creencias no lo consideramos necesario a no ser que se nos plantee un dilema o tengamos algún tipo de crisis.
Vamos heredando creencias y afianzándolas con nuestras experiencias. Buscamos explicaciones a determinados eventos sociales, económicos y políticos, pero siempre de acuerdo a nuestro barómetro, a nuestra lógica, a nuestro posicionamiento; en general, a nuestros prejuicios. Así lo entendemos y como así funcionamos la respuesta que recibimos es la esperada.
Deducimos que siempre hay una causa para una situación dada y siempre hay un responsable. Cuando la consecuencia no nos gusta, lo que hay es un culpable. Y como culpable se merece un castigo, o cuanto menos, nuestro desprecio o animadversión.
No obstante «dato mata relato». Así podríamos ser libres para pensar, pero los datos no nos interesan porque eso significaría replantearnos todas esas ideas y aceptar que nos hemos equivocado. Entonces, ¿cómo podríamos lidiar con todas las emociones que acompañaban a nuestras ideas? ¿El enemigo no era tal enemigo? ¡Imposible!
Pongamos que tenemos el impulso de ser buenas personas, personas íntegras, desarrollar el pensamiento crítico. De ser así, tenemos dos impulsos que nos llevan a la acción: el de la supervivencia y el de regalar de manera altruista.
Supongamos también que esa honestidad no es el origen ni el destino de muchas otras personas porque así lo deciden.
No estamos hablando de razas diferentes, sino de motivaciones en la vida diferentes. Mientras los primeros buscan equilibrar el amor y el poder, la supervivencia y la entrega a los demás, el impulso de ser feliz y hacer feliz sin sacrificarse ni ser egoísta, los segundos tienen una escala de valores de dudosa moralidad: racismo, clasismo, misoginia, homofobia, aporofobia, etc. y todo eso guiado por la soberbia, el miedo y la violencia. ¿Son respetables estos posicionamientos? Definitivamente no.
¿Cómo hacer entonces para seguir construyendo mientras una parte de la humanidad quiere destruir? ¿Dónde ponemos la energía? Nos parece tan descabellado un planteamiento de ese calibre que creemos erróneamente que tal cerrazón no puede llevar a ningún sitio, así que seguimos a los nuestro. ¿Cómo no perder la energía, el tiempo, la paciencia y las buenas formas para parar a la otra parte que ha dejado hace mucho de pensar por sí misma y atender a argumentos y solamente repite proclamas basadas en prejuicios y mentiras?
¿Me meto en su charco o le obligo a venir al mío?
Como -mal- ejemplo tenemos a una clase política que se ha dejado enfangar y tampoco ha buscado los recursos para no dejarse ensuciar bajando drásticamente el nivel del debate.
Tampoco ayuda estar desamparados por una justicia tuerta, más que ciega, porque ve lo que le interesa y de manera sesgada.
Y para remate, no poder acceder a una información veraz para saber qué ocurre en el mundo, para ver con claridad y poder sacar conclusiones porque está todo manipulado con el objetivo de conseguir que tengamos un pensamiento dirigido.
Entonces, ¿quién puede arrojar un poco de luz?
A lo mejor tenemos que volver a la esencia, a los valores primigenios, a los enunciados cortos
«¿El ser humano tiene derecho a vivir con dignidad?»
«¿La violencia está justificada?»
Aquí solo vale responder sí o no. Y punto.
Si consideramos que el ser humano tiene derecho a vivir con dignidad, es TODO ser humano. No algunos. No los que yo quiera. Si no, podemos auto aplicarnos los criterios del segundo tipo de seres humanos: los que son racistas, clasistas, misóginos, etc.
En el siglo veintiuno, si seguimos justificando la violencia después de miles de años de Historia es que no hemos aprendido nada. La violencia genera violencia. El amor genera amor. Punto y final.
La única diferencia entre el primer tipo de personas y el segundo es que el primero opta por el desarrollo del pensamiento libre, del pensamiento crítico, donde no nos dejamos manipular y además hemos decidido ser buena gente y no unos cafres.
¿Cómo conseguir pensar? Todo empieza con la educación. Con conocer la Historia, la Filosofía, la Literatura, las denostadas asignaturas de letras.
Todos tenemos derecho a una educación, no a un adoctrinamiento.
La mentira es mentira y no porque yo lo diga sino porque se puede demostrar.
La verdad es la verdad y no porque yo la imponga sino porque la Historia nos la muestra. No hay diferentes lecturas.
Una democracia nunca será una dictadura ni una dictadura una democracia.
Los derechos que se han conseguido, si no se defienden nos los pueden arrebatar en cualquier momento. Ahí sí que disfrutaremos de una maravillosa dictadura envuelta en democracia con lacito y todo.
Un genocidio nunca será una guerra sino un genocidio.
Una religión es un negocio encubierto cuyo impulso nace de la ambición de unos pocos despojados de escrúpulos, porque en lugar de transmitir paz, unión y armonía, enfrenta posiciones, crea separación y aliena. Una empresa religiosa poco tiene que ver con la espiritualidad sino con el sometimiento y la obediencia a reglas para justificar que yo estoy en lo cierto y los demás se equivocan. Y, por supuesto, la riqueza, la conquista, el poder es su gran motor.
Una monarquía no es un sistema igualitario para todas las personas.
Y como estos ejemplos, otros muchos.
Desde ahí estamos legitimados para debatir y rebatir. Y tenemos la responsabilidad de alzar la voz. De lo contrario, el altavoz lo cogerán los de las arengas, los de los sesgos, los de las proclamas manipuladas. Y hacen mucho ruido sus mentiras.
Es posible que tengamos dudas en determinados temas y no queramos aventurarnos a defenderlos hasta tener más información y poder justificar nuestro posicionamiento. Pero, en cualquier caso, hay una verdad que está fuera de toda discusión:
Todo lo que genera injusticia, violencia, desigualdad, mal.
Todo lo que une, nace del amor y defiende el amor, bien. Amor, igualdad, justicia PARA TODOS.
Y, por supuesto, si tenemos dudas, leamos, busquemos información, escuchemos, debatamos hasta poder sacar conclusiones. Y si volvemos a debatir, que no sea para imponer nuestra creencia, sino para escuchar y ser permeables a que, en caso de que lo que argumente la otra parte, cumpla las bases de criterios tan básicos como que haya justicia universal, igualdad, amor y los mismos derechos para todos los seres, podamos sustituir nuestra posición por esta nueva con los datos adquiridos. Eso no nos hace volubles sino consecuentes, razonables, permeables y podemos evolucionar como seres humanos de manera individual y colectiva a una sociedad mejor, creando un mundo habitable para todos en el que solo haya un tipo de seres humanos, los del primer tipo que siguen buscando el equilibrio entre la supervivencia y el altruismo, sin grandes dramas, solo como camino de vida.
Brillante reflexión tras unos resultados de elecciones, cuando menos, sorprendentes
ResponderEliminarCuanta verdad, muchas gracias, te animo a que pongas luz en tantos temas......con toda mi admiracion
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