29 de julio de 2024

Complejo o rebeldía

Hombres y mujeres somos perfectos. Tenemos un diseño que funciona a la perfección. Como todos los seres vivos, la vida nos da una capacidad para alimentarnos y otra para defendernos. Esto significa que tenemos la capacidad de sentirnos bien y evitar sentirnos mal. Claro que esto se va desarrollando a lo largo de la vida. 

 

    No obstante, hay un momento muy vulnerable en este proceso: la adolescencia. Ahí nuestra identidad, nuestro poder, nuestras elecciones pueden determinar nuestro camino.

La adolescencia es una época de la vida fabulosa, llena de emociones intensas, experiencias importantes, inicio del camino a la independencia natural. Ahí empezamos a medir quiénes somos, cómo nos relacionamos con el mundo exterior como personas que buscan su propia voz, que tienen impulsos que necesitan manifestar.

    Pues es justo en ese momento en el que al sistema tratará de doblegar cualquier impulso disidente. No por la fuerza, obviamente, porque todo está ya muy manipulado para hacernos sentir culpables si no encajamos y empujados a ser consumidores para sentirnos que formamos parte mientras tratamos de destacar por encima de los demás. (Entiéndase sistema como un compendio de estructuras sociales que usurpan el poder personal en su propio beneficio). 

 

    La eterna pugna entre estar integrado y ser especial, entre sociabilizar con lo colectivo y destacar por encima de la media en lo individual. Ahí sabemos que está la clave del éxito, o por lo menos ahí creemos que nos sentiremos bien, en esa balanza en la que un gramo de más o de menos haría que todo se descompensase. Nuestro cerebro lleno de actividad hormonal trata de mantenerse a flote con tanto estímulo interno y externo.   

 

    Y aquí llega el posible momento peligroso para cualquier púber. Por el que hemos pasado todos los seres humanos si estamos en la juventud, en la edad adulta o en la vejez, con mayor o menor dificultad, con mayor o menor éxito. (Entiéndase éxito a haber superado esos cambios biológicos y sociales en las que hemos sacado adelante nuestros valores personales sin haber sucumbido a renunciar a lo personal ni a lo colectivo).

 

    Una cosa es tener inseguridades que es lo más normal del mundo para ir descubriéndonos y otra muy diferente desarrollar complejos incapacitantes. Y desgraciadamente esto es muy habitual en pleno siglo veintiuno.

 

    Los niños y los adolescentes escuchan a menudo eso de «aceptarse uno mismo como es», pero poco se habla de «sentirse orgulloso de ser quien es». Aceptarse tiene más que ver con los defectos y sentirse orgulloso con las virtudes. Entonces esta dicotomía tiene relación con dónde ponemos la atención, si en lo negativo o en el desarrollo de lo positivo. Es como cuando se habla de consentimiento en las relaciones afectivo-sexuales en lugar de hablar de deseo. Es decir, elegir si funcionamos con la pasión como parte fundamental de nuestro motor o si la dejamos fuera de la ecuación. Como si hiciéramos las cosas por resignación en lugar de hacerlo por un impulso auténtico. Si no tenemos ese impulso, esa pasión, esa fuerza es mejor descubrir por qué antes de tener que atiborrarnos de sucedáneos para vivir emociones intensas. Y esa pasión viene del amor, no nos equivoquemos, que es la emoción -positiva- más intensa. Las emociones intensas tienen que ver con la propia vida, con la aventura, con las ilusiones, con la capacidad de superación y de resiliencia. Con la REBELDÍA.

 

    ¿Cómo es posible que los complejos nos anulen? Pues es muy posible. ¿Cómo es posible que ante semejante situación de derrota los adultos no reaccionemos suficientemente para dar herramientas a estos seres humanos que les han arrebatado la capacidad de rebelarse y luchar?

 

    En muchos casos, los padres y madres, y en general el entorno, no hemos superado esos complejos, sino que nos hemos adaptado, de manera que el mensaje que enviamos está claro: adáptate para sobrevivir, porque tal y como eres es muy complicado que te acepten y menos, que te admiren. Y así disfrutamos de una sociedad infantilizada.

 

    Desgraciadamente, las personas más vulnerables a los mensajes descalificadores son las que más valores tienen para transformar la realidad social, por eso son las más peligrosas y hay que neutralizarlas.

 

    Vivimos en un sistema social injusto que vamos heredando de generación en generación. Por eso, las voces discrepantes hay que silenciarlas; las personas luchadoras y rebeldes hay que someterlas o sacarlas del sistema; las personas sensibles, hay que alienarlas. 

Así todo sigue igual… a peor, para la gran mayoría y a ¿mejor? para una minoría.  Si alguien va mal -y en este caso hablamos de una mayoría a nivel mundial- nadie, absolutamente nadie, puede ir bien. Estamos todos en el mismo planeta y nos afecta queramos o no.

 

    De manera que es de obligado cumplimiento rebelarse, y ayudar a los y las adolescentes a que lo hagan, a que no se dejen devorar por los complejos. Mostrarles que esos complejos solo buscan debilitar su fuerza y anularlos para que no sean un peligro en una sociedad injustamente establecida. A los padres y madres nos suele ocurrir que tampoco queremos que nuestros hijos e hijas sean las voces discordantes y tengan vocaciones fuera de la norma, porque no queremos que sufran. Sin embargo, hagámonos una pregunta: ¿acaso no van a sufrir más sin saber quiénes son o buscando que sean quienes no son? Y hagámonos otra: ¿no es mejor ayudarlos a que se rebelen, darles herramientas para que sepan quiénes son y puedan alimentarse y defenderse tal y como están diseñados? Para eso, primero hay que ser ejemplo, que no se nos olvide y estar a su lado para siempre.

 

2 comentarios:

  1. Lo de crear complejos para distraernos del camino es de libro. Hace unos días, en una cena, con mujeres adultas, no dejaba de sorprenderme escucharlas hablar sobre "defectos" de sus cuerpos, ropa qie no podían ponerse, hablar de perder peso (ni una palabra sobre la salud)....

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  2. Totalmente de acuerdo, un análisis claro y certero. Importantísimo que nosotros estemos liberados para para poder ayudar a los adolescentes a que se liberen

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