31 de diciembre de 2024

¿Qué celebramos?

Hay veces que llegamos a una casilla en la maravillosa aventura de la vida y nos paramos. A veces porque las circunstancias nos obligan o a veces porque llegan fechas señaladas que nos conducen a ello. Digamos que hoy es uno de esos momentos.

 

    Entonces nos preguntamos: ¿qué celebro? Es decir, voy a ir directamente a la parte optimista donde la introspección no haga que el drama, el desasosiego y el pesimismo llamen a mi puerta. ¿Qué motivos tengo para la celebración? En este último año, en este tiempo o en esta vida vivida, ¿qué he conseguido? ¿Puedo sentir la realización y la paz interior? Igual esta última pregunta la dejamos para el final, que vienen los tres hermanos anteriormente mencionados, primos del fatalismo, a visitarme.

 

    Sin embargo, a la pregunta «¿qué he conseguido?» sí debemos responder.

 

    Empecemos por lo básico. Si estamos leyendo estas líneas, de momento he conseguido estar vivo o viva. Parece que eso tiene poco mérito porque no depende exclusivamente de nosotros. Pero no es cierto. Tiene mucho mérito. A pesar de todo lo que nos haya pasado, nuestro cuerpo ha decidido seguir viviendo, así que lo que podemos hacer es agradecérselo dándole mejores condiciones de vida: menos estrés, mejor alimentación, más cuidados.  Mira por dónde, que ya tenemos algo que celebrar. Estupenda noticia.

 

    Sigamos. 

 

    Estando vivos, veamos cómo tenemos las ganas de estar en activo construyendo. Plantearnos esto ya es un motivo de celebración si nuestras ganas aumentan. También podemos ver las dificultades o los sabotajes al respecto: «con todo lo que he hecho no he obtenido resultados esperados», «yo es que ya me conformo con lo que sea», «estoy cansado», «soy muy mayor», «no creo que sea posible», y un larguísimo etcétera. Recordamos que a los hermanos drama, desasosiego y pesimismo les habíamos dejado fuera. Estamos con nosotros mismos y no entra nadie más. Y cada vez que veamos difícil la situación, lo importante es no invitar a acompañantes indeseables.

 

    Pues ya estamos vivos y recuperando o reconectando las ganas de construir. Ya tenemos dos motivos de celebración. ¿Y si lo compartimos? (Pausa dramática -que se ha colado-).  ¡Un momento, un momento! A ver, si lo compartimos puede que nos arruinen la celebración. ¡¿Entonces?! ¿Estamos solos? ¡Vaya celebración más chuchurria!

 

    Claaaaro. Es que nos falta una cosa fundamental que es fortalecernos, saber quiénes somos, lo que valemos, para tener una defensa a la altura de cualquier ataque a nuestra ilusión de construir. Y reflexionamos al respecto: «Ya, pero en el pasado ya ocurrió que me traicionaron y entonces…» ¡Stop! Se nos ha colado el pesimismo y no nos hemos dado cuenta. Bueno, es cuestión de práctica.

 

    ¡He aquí el quid de la cuestión! Existe una fórmula que nos hace indestructibles incluso a los telediarios y noticieros. La fórmula es que tenemos una conciencia espiritual, que no tiene que ver con la religión, sino con la vida. Y si la conectamos y funcionamos desde ahí podremos saber quiénes somos y dar respuesta a las necesidades de nuestro cuerpo, a nuestras emociones y saber separar intelectualmente el grano de la paja, lo verdadero de los bulos, los auténticos ideales de las fake news que buscan debilitarnos y robarnos el poder como seres humanos autónomos y sociales.

 

    No significa que seamos unos memos y memas, muy «happyflowers» que no sepamos cómo está el percal, sino que teniendo en cuenta ese percal nos rebelamos a formar parte de él porque eso no genera más que sufrimiento para todos, amargura y depresión. Tenemos el poder de distinguir, de construir, de unirnos para un bien común, de realizarnos independientemente de lo que hayamos vivido hasta el presente, de sentirnos en paz.

 

    Como herramientas a esta conexión espiritual la vida nos ofrece dos muy potentes: el agradecimiento y el perdón. Podemos agradecer todo lo que tenemos y celebrarlo y perdonarnos por lo que no hemos sabido, podido o querido hacer bien para que no nos condene en el presente y en el futuro. Eso sí, con reparación y restauración. Porque cuando se toma conciencia real de lo vivido y de lo que se quiere vivir, no se puede pasar página a la ligera, sino seguir el camino de una manera genuina. La vida nos da el derecho a la libertad, a la justicia a la igualdad y tenemos el poder y la responsabilidad de hacer nuestros todos estos valores, compartirlos, difundirlos y disfrutarlos. Desde el amor, la ilusión y la aventura. 

 

    Así que sí, tenemos motivos para la celebración y podemos compartirlo. ¡Enhorabuena y gracias a todos y todas por seguir ahí! 

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