Que lo que tenemos cada persona es un
valor único e irrepetible lo hemos escuchado como quien ve la película «El Mago
de Oz». Nos los dicen o nos lo decimos para sentirnos mejor, pero eso, a menudo,
no suele sacarnos del escepticismo.
Como ser humano, apostar por uno mismo es un
riesgo, como todo lo importante en la vida. ¿Y si de repente nos damos cuenta
de que es mentira y que ese valor con el que hemos venido al mundo no es tan
alucinante? ¿O si nos hemos equivocado de valor y estamos desarrollando
cualquier otra cosa? Mieditis… Eso es precisamente lo que nos invade.
Por supuesto, para colmo,
comenzamos a compararnos, como si lo inmaterial pudiera medirse. Así que
tomamos medidas sesgadas. Desconocemos el punto de partida del otro, el nivel
de desarrollo, etc. Pero