Todos tenemos un duelo que nos arruina la vida. Evidentemente, no es un duelo de un acontecimiento negativo reciente que transitamos necesariamente de una manera natural, sino de uno mucho más antiguo que llevamos a cuestas como un traje de luto raído.
Después de que hayan pasado varios lustros a lo mejor no sabemos ni de dónde sale, pero nos ha menguado en alguna de nuestras áreas como seres humanos: en nuestra
capacidad de amar y ser amados, de defender la vida, de creer y crear magia, de
construir, de hacer equipo, etc. Ha recortado una parte, grande o pequeña, de
nuestro potencial, de nuestras ilusiones y sueños. Descubrir cuál es el origen
no es nada fácil. A veces podemos creer que la