Somos fuertes por naturaleza. De
lo contrario no aguantaríamos lo que aguantamos, que es mucho. No soportaríamos
el dolor. Pero además tampoco podríamos soportar situaciones inhumanas como son
el sufrimiento, el desamor, la traición, el abuso, etc. generadas en una
sociedad enferma a causa de la mala leche de unos cuantos.
En momentos críticos escuchamos eso de “Hay
que ser fuerte”. Normalmente ocurre cuando no se puede hacer otra cosa. Es
decir, cuando hay un duelo o cuando las circunstancias son tan adversas que no
dependen de nosotros mismos. Y es lo único que podemos ser: fuertes. ¿Por qué?
Porque hundirse no es muy inteligente ni nada estratégico. De
hecho la depresión o la pataleta no conducen a ninguna parte, o por lo menos a ninguna parte positiva/constructiva.
hecho la depresión o la pataleta no conducen a ninguna parte, o por lo menos a ninguna parte positiva/constructiva.
Además, no sólo hay que ser
fuerte, sino también parecerlo. Si nos dan una patada en el hígado porque no lo
hemos previsto y no nos hemos podido proteger, mostrar vulnerabilidad abre la
veda a buitres carroñeros que buscan rematarnos o ser espectadores de la
agonía. En esos momentos, sabemos quién nos puede ayudar y nos puede curar y
quién no. De tal manera, que nos camuflamos para no ser vistos y buscamos
reponernos de las heridas causadas.
Somos fuertes y somos rápidos.
Esa es nuestra naturaleza. Podemos aguantar las adversidades y evitar ser
cazados. Para cuando van a ver si estamos, ya nos hemos escabullido lejos,
siempre para adelante, por supuesto. Por eso somos héroes y heroínas anónimos.
Desconocen nuestra fortaleza y nuestra velocidad, nuestras estrategias y
nuestra grandeza de espíritu. Lo malo es cuando uno mismo también desconoce todos
esos valores, porque no puede hacer uso de ellos, ni desarrollarlos y se
encuentra a merced de cualquiera que busque impedir nuestro camino.
Podemos creer en el destino, que
al final todo estaba escrito. Pero no es muy probable que estuviera escrito en
ningún sitio que nuestro destino era derrotarnos o esperar o no conseguir nada
de lo que queremos en la vida. Nuestro destino es tener éxito, y por el camino
aprender a hacerlo mejor. ¿Cómo es el éxito –que no el logro-? Eso es un misterio
hasta que no vivimos toda la aventura y llegamos a él.
Ahora bien, ¿cómo ser fuertes cuando por dentro
estamos desmoronándonos o vislumbrando las ruinas? Sólo hay una manera:
conectando con la Vida. Es una conexión espiritual donde sabemos que la Vida
está con nosotros siempre que elijamos el buen camino. Este camino consiste en
luchar por la vida hasta la muerte sin sufrir ni hacer sufrir.
Si hago lo que tengo que hacer,
si cumplo mi responsabilidad, mi conciencia está tranquila y eso me pone fuerte
porque sé que he hecho todo lo que podía hacer. Cuando no lo hacemos acabamos
sintiéndonos mal con nosotros mismos, cobardes y débiles. Justo lo contrario a
nuestra verdadera naturaleza.
La motivación para mantenernos
fuertes, ser rápidos y luchar hasta el final es propia de cada uno. A algunos
les mueve la injusticia, a otros los niños desprotegidos, a otros el abuso de
poder o la dignidad de los trabajadores. Lo importante es que esa sensibilidad
para movilizarnos sea nuestra guía para cambiar el mundo, no para generarnos sufrimiento.
En ese caso, las voces al más
puro estilo de “El sexto sentido” hay que desterrarlas de nuestra cabeza cuando
el mensaje es “no puedes”, “no va a servir de nada” o “si los demás no lo
hacen, ¿para qué vas a hacerlo tú, pringao?”. Sabemos que esas voces son
consecuencia de varios lustros de "borreguismo" por nuestra parte y de “chunguismo”
por parte de otros.
Ya sabemos que atrás ni para
coger impulso. Ahora también somos conscientes de nuestra fuerza, nuestra
capacidad de reaccionar más rápido que un velocirraptor (que no sabemos si eran
rápidos, pero el nombre es chulo) y ser más escurridizos que una anguila. Con
la motivación tan poderosa como podamos tenerla, movidos por el amor y conectados
a la Vida, somos imparables, impredecibles y por tanto, llegaremos hasta donde
esté escrito y escribiremos nuestra propia historia.
Si renunciamos a aquello que nos hace felices, si nos resignamos al abandono de las ilusiones, del mundo feliz... ¿Qué nos queda? ¿Qué razón hay que dé sentido a la vida? Sólo por eso sé que lo que se salga de ahí es mentira. Cuantísima razón tienes, GRAN MAITE!!! Muchas gracias por tus textos. Lorena
ResponderEliminarGracias Maite,a mi me estimulan especialmente los niños ,escribir mi historia personal, que va a ser la historia de muchas generaciones, me estimula mucho para sacar mi fuerza y mi capacidad de reacción ,es sagrado.El escribir mi historia junto a personas tan grandes como tú me hace muy feliz y me hace sentir muy bien acompañado,gracias
ResponderEliminarLa verdad Maite es que me dejas sorprendido con todo lo que que trasmites!!!
ResponderEliminarQue fuerza tan grande tienes que ademas que si te dan te escapas y no hacea ni caso a los "depredadores".Me admiras muchisimo.
Arturo
Me gusta mucho la diferencia que haces entre el logro y el exito.Aunque sea joven he aprendido a tener paciencia y estrategia en la vida.Ole Maite.
ResponderEliminarDesde las islas canarias .Yosua
muchas veces es de dificultad protejer nuestra intimidad y seguir en una posicion digna, cuando atentan contra nuestros derechos e ilusiones.Apoyarse en la vida me parece maravilloso.Gracias maite eres un ejemplo de persona y de mujer.
ResponderEliminarIsaias
Gracias bonita por compartir la sabiduría universal con el universo entero!. Bea
ResponderEliminar