Tendríamos que hacer como los
chinos: ponerle un nombre a cada año. Uno así se predispone a lo que va a
llegar. Lo suyo es que el nombre lleve una información positiva. Vamos, que
poner “el año de la depresión”, “el año de la mala leche” o “el año de pobreza”
no es lo más apropiado si no queremos tirarnos por un barranco. La energía del
año lo impregna todo: el año del dragón, de la serpiente,… Así que yo bautizo a este “el año de la
revolución”. ¿Por qué hoy? Porque empieza mi nuevo año (es mi cumple). Aunque podríamos
haberlo hecho el 1 de enero o el 24 de septiembre. Esto es democrático.
Comencemos por la acepción del
término revolución: nos quedamos con “cambio
rápido y profundo en cualquier cosa”.
Desde luego para que ocurra un
cambio de esas características primero ha tenido que haber una toma de
conciencia y una actitud crítica respecto a la
situación actual, una motivación para cambiar y un impulso imparable. Y ya la hemos liado.
situación actual, una motivación para cambiar y un impulso imparable. Y ya la hemos liado.
¿Qué queremos revolucionar? Todo
lo que se encuentre en nuestro camino. ¿Por qué? Porque algo habrá que hacer.
Esto no es que nos aburramos y ¡hala! a revolucionar. Hay un objetivo que
consiste en salvar todo y a todos los que se pueda, incluidos nosotros mismos y
nuestras ilusiones.
El término revolución está pasando por momentos difíciles, donde parece que
hay que desempolvarlo o ponerlo en cuarentena, pero en cualquier caso, salir
corriendo cuando alguien lo menciona o lo lleva como estandarte. Ya se ha
encargado el neoliberalismo y el poder económico de arrastrar al político y a
gran parte del social para que se mofe de cualquiera que pretenda ir de
revolucionario. El amor, la revolución, el compromiso,… son conceptos
injustamente tratados que vuelven con toda su fuerza este año. Sí,
efectivamente, salen por primavera y están de moda.
Y la revolución está para salvar,
no para triunfar. Y el revolucionario o revolucionaria está para lo mismo. Si
también tu año es el de la revolución, aquí van unas cuantas orientaciones para
no acabar tirando piedras o deprimido en el sofá:
- Si eres un idealista ¡enhorabuena! Todos lo somos, lo que ocurre es que hay personas que deciden venderse y vender su integridad y sus ideales. Si te sientes tentado, no lo hagas. Traicionar los ideales pasa una factura muy alta, de la que vas a tener que huir como gran cobardica.
- Si decides seguir siendo un idealista, lucha por los ideales. Eso te transforma en revolucionario; si te quedas en idealista serás un gran teórico, nada más.
- Los ideales son universales, las ideas, personales. Los ideales son igualdad, justicia, felicidad, amor,… siempre para todos. Defiéndelos y ayuda a otros a que hagan lo mismo.
- Si tienes claro que nunca lo vas a traicionar y que eso te honra y te llena de grandeza, siéntete orgulloso de ti mismo y no hagas caso de las dificultades. Es el momento de desarrollar caminos, estrategias, sabiduría, aprender de otros… y compartirlo.
- Y recuerda: no estás solo/a. Hay muchas personas como tú, lo que ocurre es que no interesa darles publicidad. Podría resultar peligroso… Pero las encontrarás por el camino. Nos encontraremos.
Ahora bien, si tu año es “el año de la alegría”, “el año del disfrute”, “el año de la aventura”, o “el año de la ilusión”, pues tan ricamente. Ya tenemos más ingredientes para la tarta. ¡Y a soplar velas! ;)
Gracias por tu ejemplo y por ser una revolucionaria fiel a los ideales que son buenos para tod@s!! Lorena.
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