9 de febrero de 2014

Viviendo en la caja de Skinner

Cómodo apartamento, no muy soleado, pero acogedor. Bien comunicado y cumple nuestra expectativa: la de no escapar nunca de allí. Es la llamada caja de Skinner, desarrollada a partir de la caja-problema. Que ya con el nombre es para salir corriendo. Sin embargo, tal vez sea por eso de “más vale lo malo conocido…” que no nos da por hacer mudanza.

Desgraciadamente, los pobres animalillos de laboratorio son utilizados para fines “en beneficio de la humanidad”, aunque claro está, que no hay quien se crea que teniendo animales enjaulados generándoles sufrimiento vayamos a crear un buen karma de salud y bienestar para todos. La soberbia no tiene límites.

En realidad no harían falta tantas pruebas y experimentos para saber cómo funcionamos los seres humanos: si nos dejan, mucho peor que los animales de laboratorio. Nos crean jaulas y nos pasamos el resto de la vida manteniéndolas bien cuidadas. Perpetuamos nuestras jaulas invisibles estableciendo nuestros condicionamientos clásicos, operantes y de todo tipo. Somos víctimas de nuestros carceleros y carceleros
de nuestras víctimas. De hecho, es una demostración de éxito experimental: aprendemos la conducta que enseñamos a la siguiente generación.

La caja de Skinner es una metáfora de nuestra vida en sí misma: a todos nos han condicionado de alguna manera con refuerzos positivos y negativos, que puede afectar más o menos a nuestro funcionamiento en un área o varias de nuestra vida y repetimos comportamiento y esquemas una y otra vez hasta que lo adoptamos como nuestro.

No hay que ser Freud para afirmar que existen acontecimientos que nos resultan traumáticos, no sólo por sus características, sino por nuestra sensibilidad ante ellos, aunque suelen estar  directamente relacionadas. A mayor gravedad, mayor afectación. Desgraciadamente, en esos momentos podemos encontrarnos sin apoyos suficientes para afrontarlo de manera que no sabemos o no podemos reaccionar adecuadamente. Así, ese condicionamiento se acaba fijando en nuestras futuras conductas. Esto significa que en ese instante, nuestra vida se para y desde entonces seguimos reproduciendo el mismo momento una y otra vez. Y nuestras relaciones, trayectoria profesional, autoimagen, etc. giran en torno a ello. Así utilizamos frases condicionales del tipo "si tal cosa, entonces tal otra". Es decir, “si ganara dinero, sería feliz”, “si hubiera mujeres de verdad, no estaría amargado”, “si no fuera tan mayor, viviría de otra manera”, “si hubiera aprovechado la oportunidad, mi vida habría cambiado”… Vamos, que tenemos para elegir la construcción de sintagmas en pasado o futuro para construir las frases y arruinar nuestro presente una vez más. Todos los comportamientos, son la réplica de uno original que nace de una relación de desamor, o lo que es lo mismo, de una ausencia de relación de amor, de alguien conmigo. Después es la misma situación con distinto marco, diferentes personajes, etc. Siempre en referencia a nosotros mismos.

¿Aceptamos que nuestra vida gire en torno a ese hecho, a ese acontecimiento, sabiendo que eso nos mata? Nos mata poco a poco porque la infelicidad quita vida, el sufrimiento coloca enfermedad, la falta de realización, de amor, de poder, de alegría merma nuestra potencialidad y ganas de vivir. Entonces ¿qué? ¿Cuándo pensamos escapar de la caja? ¿Acaso hemos creído que es el chollo de renta antigua? ¿Por qué aceptar que nuestra vida gire en torno a ese momento? ¿Y los demás no cuentan? Tal vez estén esperando a que nos rebelemos y ofrezcamos nuestra grandeza en las relaciones, no nuestro complejo, nuestro sufrimiento, nuestro pesimismo. Nuestra alma que es libre, inmensa como la propia Vida está esperando eso. De lo contrario, nuestro epitafio rezará un texto parecido a este: “Aquí yace el cuerpo que no vivió en vida porque se sintió menos que los demás” o “no creyó en el hombre” o “no le quisieron como se merecía” o lo que sea. Es decir, vivimos hasta ese momento, y a partir de ahí – de los nueve meses, los tres años o los ocho- repetimos la misma pesadilla al puro estilo Atrapado en el tiempo el resto de nuestra existencia. Vaya estupidez más gorda y más innecesaria.

Un acto de madurez y responsabilidad consiste en ver la verdad, aceptarla y superarla. Eso es todo lo que debemos hacer. De lo contrario, nos tiraremos el resto de nuestra vida apretando palancas de las que salga algo de comida y dando vueltas alrededor del mismo laberinto, del que no saldremos aunque veamos la puerta con luces de neón. Es nuestra decisión.

4 comentarios:

  1. Hola sobrina hace mucho que no nos decimos nada,aprovecho para mandarte mi mas cariñoso ZORIONAK aunque como ves te sigo muchos, muchos MUXUS EN TUS TAITANTOS.

    ResponderEliminar
  2. Sentir y conocer la verdad. Hay otra opción.
    Gracias Maite por tu ejemplo y verdad.

    ResponderEliminar
  3. Estar en constante evolución y crecimiento para poder seguir el camino hacia arriba y no hacia abajo ni dando vueltas. Mucha conciencia y mucha honestidad. Qué bueno (como siempre!!). Lorena

    ResponderEliminar