La especie humana ha evolucionado, se ha civilizado porque se ha
orientado a vivir y formar civilizaciones. En la actual, lo que ha ocurrido es
que se han premiado determinados comportamientos y penalizado otros. Ser
racional está bien visto, ser emotivo no tanto. Ser impulsivo, depende del caso
y ser espiritual apenas nada. Pero estos cuatro comportamientos, o mejor
llamadas conciencias, son imprescindibles
para tener un equilibrio. Cuando pesa más una que otra podremos
llegar a abusar o ser abusados por otros.
El más básico, la conciencia más elemental es la que se fundamenta en
que el bicho está vivo. Esto significa tener un territorio, defenderlo, cazar o
proveerse y proveer a los suyos de comida y resguardo, satisfacer necesidades, reproducirse
y desarrollar longevidad. Permanecer y dejar un legado. Es básicamente pasional, donde se
busca poder y placer. Esto puede hacerse de dos maneras, orientado hacia el bien
u orientado a cualquier otro sitio. Para ello está nuestra conciencia del bien,
de buscar lo mejor para todos los seres, y todos es todos, incluidos nosotros mismos. La conciencia emocional –que busca sentirse bien emocionalmente, alegría,
tranquilidad, amor…- e intelectual –que atiende a encontrar la forma de
conseguirlo- están al servicio de la espiritual, que sabe que sólo es por el
buen camino y el buen rollo o empieza a fallar el engranaje.
El problema de las nuevas sociedades es que nos han enseñado mal la
conciencia pasional, y nos han hecho creer que sacar el bicho es malo si somos
buena gente. Que las malas personas lo saquen, es
normal, pero las buenas no tienen ese
comportamiento. Eso significa que nos castran. Es una buena estrategia para no
defendernos y no ir a por lo nuestro, sea poder, placer o ambos.
Así el miedo nos paraliza. En este caso hay dos versiones: tenemos
miedo de que nos hagan daño o tenemos miedo de hacer daño. Y nos convertimos en
Barbie y Ken: sin pelotas ni ovarios para el placer y/o para el poder.
Cuando tenemos el bicho secuestrado para “evitar problemas” o por puro terror, se nos llevan por delante. Probablemente nos roben lo que nos
pertenece por derecho. Esto nos generará malestar que se traducirá en culpa
–nos sentimos mal con nosotros y nosotras mismas-, enfado –nos sentimos mal con los demás-
y al final, en ambos casos, tristeza profunda por la falta de realización.
El bicho quiere vivir y sólo hay que orientarlo para que lo haga
respetando la vida, la propia y la de los demás, pero sin cortarse un pimiento.
Por ello hay que poner en tela de juicio las normas sociales que buscan
limitarnos, controlarnos, someternos. Las únicas normas que existen para
dirigir nuestro comportamiento son las que nos marca la Vida donde lo
fundamental que está prohibido terminantemente es sufrir y/o hacer sufrir. Y
hay que tener presente que cuando sufrimos ya estamos haciendo sufrir. No coger
el poder y los huevos y ovarios que nos da la vida para amar, defender, rebelarse, ya nos
está haciendo sufrir porque no está dentro de nuestra naturaleza reprimirlo.
Sacar el bicho supone ser agresivo para defender y no violento para
atacar. La violencia no está dentro de nuestra naturaleza y sí lo está la
agresividad. Por eso, aunque tengamos miedo, se supera, se enfrenta, por la
dignidad, la nuestra y la de toda la humanidad.
Cualquiera que busca abusar se alimenta de eso precisamente: de
nuestra falta de determinación. Que no nos toquen… el territorio, el poder, el
amor, la sexualidad, la reproducción, la felicidad, la realización, la
ilusión… ni la nuestra ni la de nadie, porque si somos hombres y mujeres
auténticas, el bicho sale para protegerlo todo.
Defender para el bien. Si puede más la pena o el miedo, por ejemplo, que la ilusión y la alegría al sacar el bicho!! Gracias. Lorena.
ResponderEliminarTotal,y que nadie piense que no tiene su bicho o que el miedo es más grande para uno que para otros,TOD@S lo tenemos y está para defender el Bien y proteger del abuso.Encontradlo que está ahí .Gracias Maite
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