1 de septiembre de 2012

La parte por el todo

Venimos al mundo como un “todo” lleno de partes que se interrelacionan. No estamos constituidos  como un puzle donde las piezas pueden separarse independientemente de la forma que tengan y de cómo encajen unas  con otras. Las piezas encajan, por supuesto, y además se interrelacionan de diversas maneras creando una compleja unidad en el caso de querer meter el bisturí.

Somos un mundo en pequeño. Si una parte del mundo arde, otra se resiente y se van desencadenando acontecimientos compensatorios que buscan que la vida siga adelante. En el caso del ser humano, si sufrimos dolor de muelas puede que acabemos cojeando, aunque suene a chiste.

Es maravilloso todo el avance realizado en focalizar las enfermedades, estudiarlas, diagnosticar y emitir un tratamiento. Sin embargo, la especialización acaba llevándonos a olvidar el resto del cuerpo, o las emociones, o el alma, o el impulso sexual, o el amor, o los ideales, o lo que sea y centrarnos a menudo en una manifestación cuando desconocemos la causa profunda.

Sin entrar a hacer un alegato en favor de la medicina holística, no porque no sea necesario sino porque en esta ocasión el objetivo es otro, paso a transmitir el error de “la parte por el todo” a otros niveles, mencionados más arriba.

En el caso de separar amor y sexo ocurre lo mismo que separar vesícula y páncreas, o pulmón e hígado: que generamos una descompensación. Esta descompensación tarde o temprano pasa factura y comenzamos a enfermar, cuando lo que creíamos haber hecho era lo correcto para que el resto del organismo siguiera con un adecuado funcionamiento.

Cuando nos enamoramos vamos en un pack. Ahí va incluida la sexualidad, la ilusión del alma, el amor, las expectativas de futuro y felicidad. Es decir, todo. Lo damos todo y esperamos recibirlo todo por la otra parte. Sin embargo, comienzan las rebajas. De repente nos damos cuenta que no nos lo dan todo y no nos completan, no nos salvan ni están a nuestro lado incondicionalmente, no nos aman de verdad, no nos adoran. O tal vez, somos nosotros los que no queremos arriesgarnos a darlo todo y quedarnos sin nada cuando la otra persona lo utilice y lo tire a la basura, o no nos corresponda, o nos diga que no es suficiente, o no lo valore o lo que sea que ya nos han hecho antes. De hecho, ése es el motivo de no entregarnos totalmente: que ya lo hemos hecho y no hemos sido acogidos ni ha existido reciprocidad en el pasado. El miedo, la pena o el odio es lo que acabamos entregando en un paquete-bomba dentro de la relación. Y nos devuelven más de lo mismo.

¿Por qué seguimos entonces buscando relaciones de pareja? Porque gracias a Dios, el impulso sigue siendo más fuerte que el daño. Cuando esto no ocurre nos condenamos a la soledad y condenamos las relaciones de amor. Esto puede pasar estando con o sin pareja. Sin pareja lo que termina por suceder es que no la buscamos, y con pareja, sólo nos hacemos compañía el uno al otro, en el mejor de los casos.

Veamos el siguiente ejemplo de “la parte por el todo”.
Si han valorado más nuestro sexualidad que el amor, terminaremos por separar una de la otra, cuando es técnicamente imposible a menos que nos desconectemos de una de las dos. La sexualidad es la expresión del amor del alma que incluye el placer y la reproducción. Cuando creemos que no se enamora de nosotros ni Perry, separamos la sexualidad del amor. Al principio, buscando enamorar a través de las relaciones sexuales, y al final, acabamos echando el cierre a las relaciones sexuales. ¿Por qué? Porque al emitir que valoran más de nosotros una cosa que otra, es lo que acabamos atrayendo; estamos en esa frecuencia.

Sirve como ejemplo el amor con la sexualidad o cualquier otro: el alma con la sexualidad, los ideales con la sexualidad, etc. En la pareja la sexualidad es el vínculo más vulnerable y sagrado puesto que es la unión total, si no hemos cortado por lo sano con el resto de las partes, conciencias, ilusiones del ser humano. Y a través de ella se puede curar todo o destruir todo. Depende de cada uno/a.

El amor es lo único que lo salva todo, que lo cura todo. El amor es lo que nos hace sentirnos vivos y cambiar el mundo. Todos y cada uno necesitamos amar y ser amados para vivir. Amar y ser amados con nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, nuestros sueños e ilusiones, nuestra alma. Renunciar a una de las partes es mutilarnos porque mutilamos el “todo”, la unidad. Que alguien quiera una parte de mí y el resto no, no es aceptable y tiene un serio problema. Sin duda es lo que han hecho con esa persona, pero no justifica en absoluto que vaya proponiendo relaciones sesgadas, y tiene la oportunidad de hacerse responsable y resolver. Y nosotros, de no aceptar, por supuesto.

Todos los seres humanos, tanto hombres como mujeres, hemos nacido para realizarnos completamente y ser medio de realización para otros. Somos iguales a ese nivel. No somos bichos raros porque lo queremos todo, y que no nos traten de convencer de lo contrario, porque los enfermos son los que hacen propuestas de relación cutres intentando comerse el filete apartando la ensalada, el huevo y las patatas como si fuéramos un plato combinado. ¿Se puede ser más cenutrio o cenutria? Cogiendo un parte se pierden lo mejor: el TODO.

2 comentarios:

  1. Pues está muy claro, yo quiero EL TODO. Espero curar y superar lo que toque para realizarlo y crear la oportunidad de que mi maravillosa pareja lo realice también. Gracias por tu escrito Maitetxu

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  2. Qué gran artículo. Qué facilidad de transmitir y comunicar para crear la oportunidad de ir a por TODO a cada uno de los que lo leamos. Hay que ser valientes por todos!! Lorena

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