20 de octubre de 2012

Mantenerse ante el abuso

Como seres humanos hay muchos formatos de ser abusados en el sentido de engañados, presionados, extorsionados, etc., pero el estándar es el mismo para todos ellos: uno que abusa y el otro que está en una posición vulnerable y que, en el momento crítico, cede y no mantiene la posición.

Por supuesto, estas líneas están dedicadas a todas las personas que forman parte o han formado parte en algún momento de su vida de una relación en la que les presionan o les han presionado.

Puede tratarse de un abuso continuo o puntual. Esto es, que un individuo se someta a la voluntad de otro de forma sistemática o que lo haga de manera puntual en situación de debilidad circunstancial. Cuando no es algo habitual, lo que ocurre es que la persona abusada tiene una necesidad o una ilusión que es utilizada por la otra parte para colocar el abuso. Así se
fundamenta el «oficio» de usurero o todos aquellos que prometen el oro y el moro por muy poco. Por muy poco, o por muy mucho, ya que el pago suele ser inversamente proporcional a lo que se posee.

En el caso de ser abusados laboral, económica, humanamente o de la forma que sea, nos sentimos francamente mal. Bueno, mal no: fatal. Buscamos volver al momento donde ocurrió y que no ocurriera, como si tuviéramos una máquina del tiempo. Pero eso, no es posible, por lo menos, de momento. Así que nos llenamos de angustia, de pena o de rabia por la mala voluntad de la otra parte, y encima nos sentimos culpables, pánfilos, miserables. Esto lo único que hace es alimentar más el abuso y al abusador.

Sobre el abusador, debemos saber que él o ella es consciente de que ha incurrido en un agravio moral cuanto menos, y que el grado mayor o menor de esa conciencia no le exime en absoluto de su responsabilidad como ser humano y en las relaciones.

Es como si a un niño le cambian diez canicas por una argumentando que ésa es una canica de la buena suerte. El niño se va tan contento hasta que el adulto le hace ver que le han engañado. Así un niño se puede romper: se rompe su ilusión, su confianza en los demás, su autoimagen, su amor propio… Eso mismo le pasa a los niños y niñas que llevamos por dentro.

¿Qué hacer en estos casos? Vivir. Siempre vivir. Es decir, permitir equivocarnos. No pasa nada; aprendemos de ello. Nos perdonamos y nos recordamos a nosotros mismos que somos grandes, admirables, y que este hecho no resta ni un ápice de nuestra esencia porque con haber nacido ya es suficiente para sabernos fuertes, inteligentes, poderosos.

Después de tener esto bien interiorizado, denunciamos al abusador diciéndole que sabemos lo que ha hecho, que no tiene ningún derecho y que no somos tontos ni tontas: ha abusado de nuestra buena voluntad, de nuestra ilusión, nuestros deseos y/o necesidades. Así observamos su respuesta y calibramos el tipo de persona que es. Y seguimos aprendiendo.

Por último, nos centramos en el presente sin dar poder al abuso para no aceptar ningún papel de víctima que pretenda encasillarnos.

¿Qué nos rescata de una situación de posible sufrimiento como es el abuso de nuestra bondad, nuestra buena fe, nuestra confianza? Las relaciones de amor y seguir construyendo.

Lo de equivocarnos nos gusta bien poco. Que se equivoquen otros, pues vale, no pasa nada. Pero que seamos nosotros solemos llevarlo francamente mal. Ahora es donde se aplica la frase: «los errores son para aprender, no para castigar ni castigarse». Y efectivamente, nada es tan grave como creemos si elegimos vivir por encima de los errores, si elegimos aprender de las equivocaciones, si elegimos perdonarnos y seguir adelante fortaleciéndonos.

El sufrimiento es horrible e innecesario; nos mete en una trampa. Por ello, es fundamental cambiar ese sufrimiento por la conciencia de que somos fuertes, y nos desarrollamos cada vez más.

Si aún nos cuesta salir de ahí, podemos hacer varias cosas:
  • Conectar con lo que le diríamos a nuestro hijo o a nuestra hija si fuera engañada, o abusada para que no se sintiera hundida. 
  • Si los engañados fuéramos nosotros o nosotras, qué le diríamos a nuestros hijos o hijas de cómo estamos actuando y cómo lo resolvemos.
  • Sentir lo que nos transmitiría una persona –real o no- que nos ama incondicionalmente viéndonos en una situación de estas características.
Podemos elegir una, o las tres y respondernos en voz alta. Y nos escuchamos y nos lo aplicamos. ¿Por qué? Porque todas estas relaciones que sirven como guía para salir del sufrimiento tienen como base común el amor incondicional. Cuando alguien nos ama de verdad o cuando nosotros amamos de verdad, no hay reproches, descalificaciones, ni culpabilización sino amor, apoyo, ayuda, entrega, admiración y acogimiento.

La Vida quiere que vivamos. Lamentarse por algo, sufrir por ello, es no respetar la voluntad de la Vida. 

1 comentario:

  1. ¿Qué más queremos además de la VIda? El amor mueve y salva el mundo. En ocasiones hay que hacer un acto de fe para reconectarnos con esa verdad universal pero se hace las veces que sea necesario para no apartarnos del camino y vivir en la verdad dando buen ejemplo. lorena.

    ResponderEliminar