Como seres humanos hay muchos formatos de ser
abusados en el sentido de engañados, presionados, extorsionados, etc., pero el
estándar es el mismo para todos ellos: uno que abusa y el otro que está en una
posición vulnerable y que, en el momento crítico, cede y no mantiene la
posición.
Por supuesto, estas líneas están
dedicadas a todas las personas que forman parte o han formado parte en
algún momento de su vida de una relación en la que les presionan o les han presionado.
Puede tratarse de un abuso
continuo o puntual. Esto es, que un individuo se someta a la voluntad de otro de
forma sistemática o que lo haga de manera puntual en situación de debilidad
circunstancial. Cuando no es algo habitual, lo que ocurre es que la persona abusada tiene una necesidad o una ilusión que es utilizada por la otra parte
para colocar el abuso. Así se
fundamenta el «oficio» de usurero o todos aquellos que prometen el oro y el moro por muy poco. Por muy poco, o por muy mucho, ya que el pago suele ser inversamente proporcional a lo que se posee.
fundamenta el «oficio» de usurero o todos aquellos que prometen el oro y el moro por muy poco. Por muy poco, o por muy mucho, ya que el pago suele ser inversamente proporcional a lo que se posee.
En el caso de ser abusados
laboral, económica, humanamente o de la forma que sea, nos sentimos francamente
mal. Bueno, mal no: fatal. Buscamos volver al momento donde ocurrió y que no
ocurriera, como si tuviéramos una máquina del tiempo. Pero eso, no es posible,
por lo menos, de momento. Así que nos llenamos de angustia, de pena o de rabia
por la mala voluntad de la otra parte, y encima nos sentimos culpables,
pánfilos, miserables. Esto lo único que hace es alimentar más el abuso y al
abusador.
Sobre el abusador, debemos saber
que él o ella es consciente de que ha incurrido en un agravio moral cuanto
menos, y que el grado mayor o menor de esa conciencia no le exime en absoluto
de su responsabilidad como ser humano y en las relaciones.
Es como si a un niño le cambian
diez canicas por una argumentando que ésa es una canica de la buena suerte. El
niño se va tan contento hasta que el adulto le hace ver que le han engañado.
Así un niño se puede romper: se rompe su ilusión, su confianza en los demás, su
autoimagen, su amor propio… Eso mismo le pasa a los niños y niñas que llevamos
por dentro.
¿Qué hacer en estos casos? Vivir.
Siempre vivir. Es decir, permitir equivocarnos. No pasa nada; aprendemos de
ello. Nos perdonamos y nos recordamos a nosotros mismos que somos grandes,
admirables, y que este hecho no resta ni un ápice de nuestra esencia porque con
haber nacido ya es suficiente para sabernos fuertes, inteligentes, poderosos.
Después de tener esto bien
interiorizado, denunciamos al abusador diciéndole que sabemos lo que ha hecho,
que no tiene ningún derecho y que no somos tontos ni tontas: ha abusado de nuestra buena
voluntad, de nuestra ilusión, nuestros deseos y/o necesidades. Así observamos
su respuesta y calibramos el tipo de persona que es. Y seguimos aprendiendo.
Por último, nos centramos en el
presente sin dar poder al abuso para no aceptar ningún papel de víctima que
pretenda encasillarnos.
¿Qué nos rescata de una situación de
posible sufrimiento como es el abuso de nuestra bondad, nuestra buena fe,
nuestra confianza? Las relaciones de amor y seguir construyendo.
Lo de equivocarnos nos gusta bien
poco. Que se equivoquen otros, pues vale, no pasa nada. Pero que seamos
nosotros solemos llevarlo francamente mal. Ahora es donde se aplica la frase: «los errores son para aprender, no para castigar ni castigarse». Y
efectivamente, nada es tan grave como creemos si elegimos vivir por encima de
los errores, si elegimos aprender de las equivocaciones, si elegimos
perdonarnos y seguir adelante fortaleciéndonos.
El sufrimiento es horrible e
innecesario; nos mete en una trampa. Por ello, es fundamental cambiar ese
sufrimiento por la conciencia de que somos fuertes, y nos desarrollamos cada
vez más.
Si aún nos cuesta salir de ahí,
podemos hacer varias cosas:
- Conectar con lo que le diríamos a nuestro hijo o a nuestra hija si fuera engañada, o abusada para que no se sintiera hundida.
- Si los engañados fuéramos nosotros o nosotras, qué le diríamos a nuestros hijos o hijas de cómo estamos actuando y cómo lo resolvemos.
- Sentir lo que nos transmitiría una persona –real o no- que nos ama incondicionalmente viéndonos en una situación de estas características.
Podemos elegir una, o las tres y
respondernos en voz alta. Y nos escuchamos y nos lo aplicamos. ¿Por qué? Porque
todas estas relaciones que sirven como guía para salir del sufrimiento tienen
como base común el amor incondicional. Cuando alguien nos ama de verdad o
cuando nosotros amamos de verdad, no hay reproches, descalificaciones, ni
culpabilización sino amor, apoyo, ayuda, entrega, admiración y acogimiento.
¿Qué más queremos además de la VIda? El amor mueve y salva el mundo. En ocasiones hay que hacer un acto de fe para reconectarnos con esa verdad universal pero se hace las veces que sea necesario para no apartarnos del camino y vivir en la verdad dando buen ejemplo. lorena.
ResponderEliminar