30 de diciembre de 2012

El que la sigue...

Para los más negativos, «el que la sigue, la persigue». Lo de «conseguir» se suele quedar en la sala de espera del escepticismo. 

 

Si dejamos de lado todo el fatalismo, y lo que seguimos es una ilusión, el éxito está asegurado siempre que no nos derrotemos.

 

Cuando no creemos en nosotros mismos, «seguir» o «perseguir» es habitualmente una dinámica aprendida para fracasar y demostrar a la afición, es decir, a todos los que no dan un duro por nosotros, que tienen razón.  En cambio, cuando no aceptamos que nos hayan robado el éxito y que lo sigan haciendo con nuestro consentimiento, nos arriesgamos a alcanzarlo. 


Es probable que acabemos rezando por que no se nos cumplan nuestros deseos, ya que, de lo contrario, no vamos a saber qué hacer. Tanto tiempo soñando, que vivirlo en la realidad es una emoción paralizante.

En general, no tenemos la experiencia de permanecer firmes con un objetivo claro sorteando y superando grandes dificultades a lo largo del tiempo. Nos hemos acostumbrado a recibir recompensas inmediatas. O por lo menos socialmente nos preparan para ello, para una rápida satisfacción de nuestros deseos y pulsiones, y si no obtenemos una gratificación de manera automática nos enfadamos, nos angustiamos o nos ponemos tristes. En cualquier caso, acabamos abandonando el proyecto con una enorme frustración.

Es urgente para nuestro desarrollo y nuestro camino como seres humanos recuperar la capacidad de lucha hasta el final en nuestras ilusiones e ideales. Lo que pensamos que en un primer momento es una ilusión o ideal pasajero, casi banal puede acabar transformándose en nuestra misión en la vida, ya que, como dijo aquel –y aquel no es otro que el gran Antonio Machado- «Caminante no hay camino, se hace camino al andar».

Cuando vemos una película de acción, sabemos que el personaje protagonista va a culminar su aventura, y que si hay un momento crítico donde cesa en su propósito, no nos cabe duda de que va a levantarse y a seguir luchando con más fuerza aún, dándolo todo hasta la última célula. Si nos ponemos en su piel en realidad desconoce si va a acabar bien la cosa o no, pero se lanza. En nuestro caso, también desconocemos si vamos a conseguirlo y probablemente, si hubiera alguien mirando nuestra vida como si fuéramos los protagonistas de una maravillosa película de aventuras, no nos permitiría abandonar.

¿Hasta dónde intentarlo? El verbo «intentar» ya denota cierto miedo y nos permite justificarnos con frases como «yo ya lo he intentado». Como bien afirman en La Guerra de las Galaxias: «Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes».

¿Dónde está entonces el límite para «hacerlo»? No hay límite. Hasta el final. Ir a por ello entregándonos totalmente y para siempre. Con esas condiciones es imposible fracasar existencialmente. Lo de no conseguirlo, está por ver que suceda.

El conformismo, la derrota, el autoengaño, la justificación, etc. son varios de los cientos de excusas que nos ponemos y actitudes que tomamos para no luchar hasta el final. Tenemos miedo, y es normal. Lo que no es normal es que ese miedo domine nuestras acciones y determine nuestros pensamientos.

Vivir -por encima de todo-, salvar vida -por encima de todo-, entregarse a las ilusiones -de todos, incluida la nuestra- son los parámetros que nos conectan a resistir, a seguir siempre hacia adelante.

Somos los protagonistas de nuestra vida y la película va por la mitad o menos. Falta mucho por recorrer, por aprender, por rebelarse, muchas aventuras por vivir… No permitamos que el corte publicitario en forma de duda, miedo o inseguridad nos despiste y no nos deje ir hasta el final. No sabemos hasta dónde vamos a llegar si no lo hacemos. Y para hacerlo es necesario empezar ahora, en este mismo instante, sin ponernos límites. Ya y para siempre.

1 comentario:

  1. "Ir a por ello entregándonos totalmente y para siempre. Con esas condiciones es imposible fracasar existencialmente. Lo de no conseguirlo, está por ver que suceda" Eso, y si no me lo llevo yo he colaborado a que otro se lo lleve. Decir, lo he intentado no deja de ser una excusa para aceptar el fracaso. qué bueno leerlo en estos días!!! Gracias. Lorena.

    ResponderEliminar