¡Chimpón! Y el año, que se nos ha
acabado. Ahora es momento de celebración, de alegría, de compartir un final y
un principio dejando atrás lo malo, rescatando lo bueno y aventurándonos a lo
que está por venir. Eso sí, llenos de buenos propósitos en el mejor de los
casos, claro. Porque la peor frase en estos momentos de transición suele ser
“Bueno, pues ya se ha pasado. ¡Hala! A por otro año”. Así, como quien va a dar
una vuelta sin rumbo fijo ni objetivo en mente, consumiendo el tiempo o dejando
que se lo consuman, pasando de puntillas por la vida.
El impulso al saltar al nuevo año
puede ser muy grande o muy pequeño, lo podemos hacer con miedo o con arrojo,
con lastres o liberándonos del peso que no nos deja avanzar. Y sobre todo con
escepticismo o con confianza de que todo puede ser posible si luchamos por
hacerlo posible. Esta posición va a determinar el resultado final de éxito o
fracaso.
Cuando creemos que en realidad
nada va a cambiar porque lo dinámica ha
sido lineal en todo este tiempo, nos condenamos injustamente. Por fuera, todo
son felicitaciones y buenas intenciones. ¿Y por dentro? El interrogante se
percibe en el aire: ¿será de verdad éste el año donde pueda realizar mis
ilusiones o tendré que esperar al siguiente, y al siguiente, y al siguiente…?
El año nuevo es una oportunidad y
no un ente vivo que va a hacer por nosotros lo que nosotros mismos no nos
atrevemos a hacer. Es un trampolín al trabajo y la lucha por lo que queremos y
lo que nos pertenece por derecho a todos los seres humanos: el amor, la
felicidad, la realización, el poder sano, la igualdad.
El caso es que si no cogemos la
oportunidad -repasando lo que no queremos, lo que queremos y dónde estamos en
realidad- repetiremos historia y eso suele ir a peor. Engañarse
responsabilizando a las circunstancias o a los demás, nos aliviará como una
pastilla, pero no nos sacará de donde estamos.
El invierno es una época de
introspección y la navidad nos conecta con la bondad, con la infancia, la
magia. Cuando unimos ambos conceptos en un momento concreto de fin y cominezo,
como es el nuevo año, lo que generamos es fuerza, ilusión sin límites, entrega
a la vida.
Ahora bien, no estaría de más
mantenerlo en los momentos críticos, ya que a la vuelta de la esquina aparece
enero y sus rebajas y su cuesta con el peligro de dejarnos llevar haciendo
rebajas en nuestras ilusiones y echándonos a la espalda de nuevo todas las
frustraciones y el pesimismo con la idea de “¡qué bonito hubiera sido, pero no
es posible!”.
Es posible y necesario. Tenemos
por delante doce maravillosos meses para desarrollar y desarrollarnos, para
seguir hacia adelante y materializar ilusiones, para salvar vida y no perdernos
por el camino. Así, el año que viene, cuando alcemos las copas para el brindis
y miremos atrás sabremos que el tiempo pasa por algo y ese algo es bueno, muy
bueno.
Mis deseos forman parte de la
ilusión universal, de los derechos fundamentales de todos los seres humanos:
felicidad, amor, salud, justicia, libertad, realización, conciencia y rebeldía.
Y ahora, pido por ellos.
¡Nos vemos en el 2013!
FEliz año y larga vida a tus artículos!! Lorena.
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