Así, en voz baja. Es lo más maravilloso y
lo más excitante que podíamos sentir para superar una dificultad o cumplir un
deseo: tener un plan. Y aún más maravilloso si cabe, era tener “un plan
secreto”. Un plan secreto era la aventura en estado puro. Nos referimos, cómo
no, a la infancia y los amigos. Incluso a la adolescencia. Probablemente la
mitad de los planes eran descabellados y terminaban por salir mal, pero una
gran parte de ellos eran todo un éxito, nos hacían más fuertes y nos unían a un
amigo o a varios, como un equipo invencible para la eternidad. Porque los
planes secretos no tienen mucho sentido cuando se llevan a cabo de manera
individual. Los planes son para compartir y vivir la experiencia juntos.
Tener un plan secreto es
arriesgarse al éxito. Nunca hay un fracaso. Ya lo dijo Edison: “No me equivoqué
mil veces para hacer una bombilla, descubrí mil maneras de cómo no hacer una
bombilla”. Por eso, aunque
acabáramos siendo castigados sin tele o sin salir por no haber desarrollado un plan infalible, no fracasábamos, estábamos un poco más cerca de la victoria.
acabáramos siendo castigados sin tele o sin salir por no haber desarrollado un plan infalible, no fracasábamos, estábamos un poco más cerca de la victoria.
Tener un plan es rebelarse al
conformismo, a la depresión, a la apatía, a la derrota. Por eso, esta palabra
mágica se la han intentado apropiar los bancos, los concesionarios, las
empresas de telefonía,… Todos ellos ofrecen un plan, cuando en realidad lo que
ofrecen es una venta, ventajosa para ellos, por supuesto, y tampoco es un
secreto.
¿Qué significa hoy en día volver
a conectar con la posibilidad de idear un plan? Volver a sentir que es posible
saltarse el sistema, las cadenas, las trampas, las crisis, los problemas
imposibles y el daño del personal (el nuestro incluido).
Si la vida la vemos tal y como
es, un océano existencial lleno de posibilidades, proyectar un plan resulta
divertido, excitante. Si por el contrario, somos más pesimistas que
Schopenhauer, este acontecimiento se transformará en un infierno sin salida,
donde invertir tiempo y energía sólo parece que nos conducirá al fracaso porque
no vemos salida.
Idear un plan y llevarlo a cabo
es utilizar todos nuestros recursos y ponerlos al servicio de un proyecto, un
sueño, un deseo, una ilusión, una necesidad. Que el plan sea secreto significa
hacer fracasar a todos los que no quieren que nos realicemos.
Vayamos a la parte práctica: ¿cómo
lo hacemos? En primer lugar conectando con lo que queremos. A ser posible, en
positivo. Es decir, puede que no queramos estar en un atasco todas las mañanas,
o no queramos estar solos, o estar en el paro. Pues se formula en positivo, y
es lo mismo: “quiero disfrutar del camino al trabajo o a clase por las mañanas”,
“quiero formar parte de muchas relaciones” o “quiero tener un trabajo digno”.
En estos casos no es tan divertido idear un plan porque son cosas que nos
atañen exclusivamente a nosotros. Sin embargo, involucrando a alguien más que
esté en una situación parecida a la nuestra, es mucho más motivador. Ésta es la
idea, al puro estilo cinematográfico de “Cadena de favores” (pero con final
feliz). Comenzamos ideando un plan a la otra persona y se le ayuda a que lo
lleve a cabo con nosotros. Esto es, que si yo quiero algo, mi amigo, novia,
hermano, etc, me dice: “¡Tengo un plan! Ya sé lo que vamos a hacer”. Y tú haces
lo mismo por esa persona, o por otra. Por supuesto, podemos hacerlo
individualmente, lo que ocurre es que en equipo todo toma mayor envergadura,
pero no vamos a subestimar el poder y el alcance del plan de un individuo.
Todo esto es una lluvia de ideas
como posibilidades de sacar adelante todas nuestras ilusiones y quitarnos de en
medio todo lo que se interponga. Los planes funcionan, y si no, como me dijo
una amiga hace poco: si el plan A no funciona, el abecedario tiene 26
letras más.
En todo caso, mantenemos lo de “secreto”
para que los que buscan hacernos fracasar a toda costa -el sistema, los
defensores del capitalismo, del neoliberalismo, nuestra vecina amargada que
vive en el tercero, etc.- ni se enteren. Puede que no nos hagan fracasar tal y
como desean, pero el hecho de que proyecten en nosotros una intención
determinada nos coloca en una situación delicada o incluso peligrosa. Por eso,
cuanto menos se enteren, mejor.
Para tener un plan es necesario
idearlo, y para idearlo debemos detectar el problema o conectar con la ilusión
y sentirnos capaces de desarrollarlo. Después vendrá todo lo demás:
materializarlo, protegerlo, defenderlo, etc.
Tenemos la capacidad de crear
sobre algo abstracto, de hacer realidad nuestras ilusiones, así que pongámonos
manos a la obra, y como en los libros de aventuras, que no lo sepan “los malos”
hasta que no se vaya acercando el final.
Ya lo decían en el equipo A. "Me encanta que los planes salgan bien" ;) Genial como siempre. Lorena.
ResponderEliminarcomo caído del cielo...voy a idear mi plan ahora. Gracias por una nueva inspiración. te quiero. Jade
ResponderEliminarAmig@s, tengo un plan!...
ResponderEliminarmuchas gracias Maite! es fenomenal me encanta! como todo lo que escribes!
Me encannnta gracias Maite.
ResponderEliminarChsss...Maite.
ResponderEliminarHasta el final con el plan.
Gracias Un beso
Maite : yo tambien he tenido y tengo muchos planes ... y no van a conseguir que renuncie a ellos .no estamos locos ,sabemos lo que queremos y no nos van a mover...
ResponderEliminarFidel Martin Rivas
Todos los grandes rebeldes han tenido un plan o varios... Que nunca ,nunca se acaben.
ResponderEliminarArturo