27 de abril de 2013

¿Y si pregunto...?

“Es impresionante el tema de Palestina. ¿No te parece?”. ”A mí Quevedo me parece mucho mejor escritor que Góngora. ¿Y a ti?”. “Me indigna lo que está pasando en el Sáhara”. Asintiendo, nos interrogamos para nuestros adentros: ¿Qué pasa en Palestina? ¿Tendrá algo que ver con Quevedo? Que el Sáhara sea un desierto, no sabía que le afectaba tanto…

No tenemos ni idea. Sin embargo, a nuestro interlocutor o interlocutora no le preguntamos nada por miedo o vergüenza de sentirnos tontos, ignorantes a sus ojos y a los de todos los que estén cerca. Pensamos que tenemos que saber el contenido sobre cada uno de los temas y además tomar un posicionamiento respecto a él. En los casos que tienen que ver con dudas de cultura general, San Google o Santa Wikipedia ayudan, pero si salimos de la intelectualidad y la respuesta no la podemos encontrar en ninguna enciclopedia, foro o periódico ¿qué hacemos? Entonces –horror de los horrores- interpretamos. Además en estos casos, o se pregunta a la primera o hemos perdido la oportunidad de hacerlo. Es como cuando no recuerdas el nombre de una persona a la que acabas de encontrarte y después de cinco minutos te da no sé qué decirle: ¿Cómo te llamas? O mucho peor: Perdona, pero ¿de qué nos conocemos?

Interpretamos la pregunta e interpretamos como grandes actores y actrices la respuesta. Eso hacemos con cuestiones tan aparentemente inocentes como: “¿Te apetece tomar algo?”. Esas cuatro palabras toman un cariz diferente y comienza a moverse el engranaje de nuestro cerebro. “¿Qué significa que si me apetece tomar algo? Podía haber dicho: ¿Tomamos algo?, en plural…  La verdad es que esa frase suena aburrida. Seguro que la conversación acaba siendo un tostón. Claro que si me lo pregunta es porque tiene algún interés en mí, en lo que me apetece, aunque sea un recurso manido”. Y así hasta un sinfín de encadenamiento de ideas. Pero no preguntamos qué quiere decir con eso o por qué quiere que vayamos a tomar algo. Así que decimos: “Claro que sí (o que no)”.

Si esto nos ocurre con la comunicación verbal, ¿qué no nos ocurrirá con la no verbal? “Me ha mirado raro. Eso es que le caigo mal. Claro, seguro que le sentó fatal el chiste que conté la semana pasada. ¡Pues a mí me parecía la mar de gracioso! Lo que pasa es que no tiene sentido del humor. Pero el caso es que se ríe con todo el mundo menos conmigo… Entonces no es que le caiga mal, es que le parezco insoportable”. Siempre, como en todo, está la versión pesimista –que es la que acabamos de poner como ejemplo- o la versión optimista. En esta versión tenemos situaciones del tipo: “¡Me ha mirado! Eso es que le gusto. Yo creo que incluso me ha sonreído. Vamos, que está en el bote. ¡Ya lo sabía yo! ¡La semana que viene estamos saliendo fijo! ¡Qué alegría me da que me corresponda! Pero esperaré a que dé el primer paso, por si acaso…”. Tampoco preguntamos en este caso si le gustamos o no. No vaya a ser que nos lleven la contraria.

Existe un nivel aún más sutil que es el de la comunicación a través de la tecnología que sustituye a la correspondencia epistolar de toda la vida y que en muchos casos se parece más a un telegrama que a una carta. Estos son los emails, sms, Whatsapp, mensajes por Facebook, Messenger, etc. En estos casos ni siquiera vemos la intención del “interlocutor”. Tenemos que adivinar su disposición, su estado anímico, su vínculo con nosotros en ese momento. Así, la neurosis se puede disparar hasta el infinito y más allá. “Mari Pili ha colgado una foto de las últimas vacaciones de amigos.  ¡Eso es que me echa de menos!”. “¿Por qué Javi me ha puesto sólo ‘ok’ en el mensaje? No me manda ‘Bss’ ni nada. ¿Se habrá enfadado?”

De seguir así con nuestras variadas interpretaciones, podemos acabar locos como cabras. Atrevernos a rebelarnos a la neurosis y al miedo al ridículo es el primer paso, pero no el último.

No es estrictamente necesario preguntarlo todo, lo que sí es estrictamente necesario es no interpretarlo.

De esto podemos aprender de los niños en estado puro; es decir, en el momento en que ya hablan pero aún no les han cortado el impulso de saberlo todo, de conocerlo, el instinto de curiosidad. Lo preguntan todo: qué, cómo, dónde, para qué,… y por supuesto, por qué. De hecho, así éramos nosotros antes de escuchar tres millones de veces: “porque sí”, “porque no”, “porque lo digo yo”, “aún eres muy pequeño para que lo entiendas”, “qué más da”, “luego te lo explico”, etc.

Nadie ha nacido sabiéndolo todo y si aún no lo hemos aprendido es porque no hemos tenido la oportunidad adecuada. Si la adecuada es la presente, aprovechémosla sin miedo al ridículo. Es mucho más ridículo quedarse con la duda hasta que lleguemos al otro mundo.

Preguntando, observando sin filtros, investigando, intimando en las relaciones es la mejor manera que tenemos de conocer al ser humano y sus circunstancias. Tenemos un montón de personas a nuestro alrededor para practicar. No nos van a morder. De hecho, cuando alguien no se corta un pimiento en ir más allá resulta admirable porque salta todas las barreras y los prejuicios.

Si hay dudas, preguntemos.
Si hay vergüenza o miedo, pasemos por encima.
Uno se siente mucho más listo cuando conoce la respuesta a su pregunta.

El objetivo es conocer la verdad, porque como dijo aquel, ésta nos hará libres (de neurosis y de pérdida de tiempo).

5 comentarios:

  1. Jajaja!qué grande eres!tengo que pensar que hago con mis mil personajes e interpretaciones diarias! Gracias muaaaaaac

    ResponderEliminar
  2. Pues el otro día en mi trabajo de teleoperadora, hay una pregunta que hago que es ¿cuál es tu profesión? y una mujer me dijo yo soy enólogo. Yo no tenía ni idea de qué era eso, así que le pregunté y me dijo que era quien elaboraba vinos. Al colgar tenía a toda la oficina pendiente de mi conversación, como diciendo (porque nadie dijo nada)... no lo sabías, qué tonta. Pero no me sentí tonta (raro en mi). Y tu texto de hoy me ratifica en la buena posición, que es preguntar cuando uno no sabe.

    ResponderEliminar
  3. Es verdad que a veces montarnos una película con final feliz y vivir en ella por un buen rato es agradable pero no es real, pero montarte una película donde vienen mal dadas sin confirmarlo no mola nada. Lo importante es vivir en la verdad y buscarla, aunque cueste y dé miedo, porque dado ese primer paso las próximas vendrán rodadas. GEnial como siempre!!! Lorena.

    ResponderEliminar
  4. Qué bueno! tienes toda la razón la verdad nos hace libres! eres estupenda, envía pronto el próximo please!!

    ResponderEliminar