Eso es lo que decimos como si nos
diera vergüenza reconocer nuestra sensibilidad y comunicarla. Así que, esbozando
una sonrisa y con la cara como un tomate, soltamos eso de: «¡Anda, que me estoy poniendo
tierno/a!».
Nos sentimos con cierta incomodidad cuando mostramos nuestras entrañas y no es para menos. Hay que ser muy fuerte para hacerlo y no
temer que nos saquen un cuchillo en ese mismo momento para partirnos en mil
pedazos y hacer rebozado con nuestro higadillo. Somos vulnerables, nos
desnudamos y nunca hay una garantía de éxito. O por lo menos
eso es lo que nos decimos para no dar el paso.
Todo es normal, por supuesto.
Pero, ¿qué ocurre cuando dejamos pasar la oportunidad de expresarle a otra
persona lo que sentimos por ella? Nada. O todo. Puede que nos acostumbremos a
esa falta de comunicación y no transmitamos nunca a nadie nuestros
sentimientos, nuestro amor,
nuestro agradecimiento porque esa persona esté en nuestra vida y nosotras y nosotros en la suya. Y el tiempo pasa y esta vida se acaba. No es una tragedia, pero sí lo es cuando nos encontramos con la imposibilidad de decir a nuestros seres queridos todo lo maravillosos que son y lo felices que nos hacen sentir.
nuestro agradecimiento porque esa persona esté en nuestra vida y nosotras y nosotros en la suya. Y el tiempo pasa y esta vida se acaba. No es una tragedia, pero sí lo es cuando nos encontramos con la imposibilidad de decir a nuestros seres queridos todo lo maravillosos que son y lo felices que nos hacen sentir.
Miedo. Eso es lo que nos pasa.
Nos aterra la idea de abrir un tipo de comunicación así y que se rían o que no sea bien recibido. También es posible que lo único que ocurra es que no exista esa
costumbre y nos resulte extraño. Relacionamos sensibilidad con sensiblería, ñoñería
y debilidad y ya la hemos liado. Por lo tanto, sólo nos lo permitimos cuando no
somos plenamente conscientes de nuestros actos o palabras, -es decir, en estado etílico- o
cuando existe el riesgo de perder a la otra persona. Es cierto, que hay casos que ni en el lecho de muerte del ser querido consiguen articular palabras de amor, de
entrega, de unión profunda y sincera, y acaban arrepintiéndose el resto de su vida. En el caso de la comunicación bajo la influencia del alcohol, el comportamiento de hermandad se
achaca a esta sustancia; así que con decir: «no me acuerdo de nada», arreglado. Y es mucho peor porque, para una oportunidad que hemos creado, la
tiramos por la borda.
¿Por qué es importante decirle a
una persona a la que queremos que la queremos? Porque es lo más bello que alguien
puede escuchar: que la aman, que la necesitan, que es especial, que es importantísima,
vital para la otra persona y que es una bendición. Y si es la verdad, se la
estamos robando al no comunicárselo. Es como si una maravillosa bailarina nunca
escucha que es maravillosa y que baila como los ángeles. Al final, es posible que deje de bailar y que su valor se pierda para siempre.
Aquí ocurre lo mismo. Podemos
saber que somos espectaculares, pero si además, hay alguien para el que somos así
de espectaculares, geniales e imprescindibles, lo justo es que sea reconocido, respetado y admirado
ese valor que tenemos como seres humanos y lo compartamos. ¿Que no nos lo
dicen? Pues nada, a seguir diciéndonoslo delante del espejo, que tampoco está
mal. Lo peor de lo peor es que, como nadie nos lo reconoce, dejemos de
sentirnos así de grandes.
Volvamos al caso del que tiene
que decirlo como muestra de su amor por la otra persona. ¿Por qué no lo hace?
¿Por qué no conectamos con esa profundidad para transmitirla? ¿Qué podemos
hacer al respecto?
En primer lugar, tomar conciencia
de lo que sentimos por esa o esas personas y de lo que sentiríamos si no
estuvieran en nuestras vidas. Para ello es necesario quedarnos con lo esencial, no con las dificultades de la relación, si las hay, o con los defectos de la persona. Debemos quedarnos con lo profundo, con lo que está por debajo de todo eso: con el amor.
En segundo lugar, romper las
barreras que haya entre ambas partes. Es posible que una de ellas tenga menos dificultad para abordar una comunicación así, pero si se ha generado una relación donde nadie da el paso, eso se sigue manteniendo y no importará si hay mayor o menor dificultad, sino que hay un tipo de no comunicación establecida que crea esas barreras invisibles. Por ejemplo, el padre no le dice nada al hijo, ni el hijo al padre. Como mucho,
la frase más cercana suele ser: «Bueno, tú ya sabes que puedes contar conmigo». Y suele servir para salir del paso, pero falta atreverse a la transmisión que nos expone a pecho descubierto.
En tercer lugar, conectar a un
nivel profundo con la otra persona para
hablar de ser a ser, de alma a alma.
No es ponerse tierna o tierno, aunque los
ojos se humedezcan, no es debilitarse, aunque seamos vulnerables. Es
transmitir con la mirada y a través de las palabras el amor que nos inspira y lo que le amamos, sea nuestro amigo, nuestro hijo o nuestra hermana.
La reacción de la otra persona
siempre va a ser buena si hay lazos profundos que nos unen, a pesar de que no haya
costumbre de comunicarse así. Además, habrá conmoción y agradecimiento cuando el
amor es fuerte. No se puede comunicar a la ligera ni tampoco hacer un
acto solemne. Es un acto de sinceridad, amor y valentía.
Por supuesto, tampoco sirve andar
diciendo cada dos por tres que queremos mucho a la otra persona si no conectamos
con ella previamente, si no contamos con ella para esa comunicación. Sonará falso
y lo único que provocaremos es distancia.
¿Cuándo es buen momento para
decirle a alguien que es especial y que le agradecemos que esté vivo
compartiendo la vida? Siempre. Cualquier
momento es bueno. No hay que dejar pasar ni uno porque de eso sí que nos vamos
a arrepentir, y no de haber sentido pudor por mostrarle a quien amamos nuestros sentimientos.
Al final será cada vez más fácil.
Los trabajos de espeleología emocional serán cada vez menos arduos. Estaremos
más en contacto con nuestros sentimientos y nuestro vocabulario para ponerlos
al servicio de este propósito. Esto nos une, nos vincula aún más porque conseguimos
transmitir lo que sentimos, lo que nos hace sentir y no habrá interpretaciones
ni falta de amor o valoración en ningún sentido.
Por último, sólo añadir que la
expresión corporal en estos casos es muy importante. No se puede decir a
alguien que lo queremos y no darle ni un abrazo al final de esta comunicación.
Las palabras van acompañadas del contacto visual y físico. La práctica hará que
cada vez resulte más fácil, aunque no lleguemos a hacerlo de manera fluida y cómoda.
Precisamente, acomodarse sería un error. El acierto es ser coherentes con
nosotros y nosotras mismas y ser justos y justas con los demás. Por amor, siempre por amor.
pero qué ganas de abrir mi corazón!! los primeros van a ser Fernando y Yuri, y allí vamos!!!
ResponderEliminarBravo Maite!!
ResponderEliminargracias!
Pues aprovecho la ocasión para decirte que te admiro y te quiero. Y cuando nos veamos, te lo acompaño del abrazo. ;-)
ResponderEliminarMuchas gracias Maite.
ResponderEliminarGracias Maite, por recordarnos y activar nuestra Ternura y Amor.
ResponderEliminarDesde Bilbo
Lola
Que maravillosa eres! Eres toda una inspiración. Tienes un poder de comunicar de manera sencilla y clara temas tan bellos y profundos que emocionan. Maravillosa. Lorena.
ResponderEliminarTe quiero Maite. Eres fantástica, todo amor!
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