25 de octubre de 2013

Problemas, problemas, problemas

Nos cubren de problemas, nos inundan, nos aturden. Los problemas se acaban transformando en dos millones de centuriones romanos que nos asaltan para que no lleguemos a nuestro objetivo. Sales al camino, a vivir, y te encuentras, como si fuera un videojuego, con un montón de dificultades, de zancadillas que no son naturales sino provocadas por un sistema enfermo, decadente.

Es la única manera de hacer que se nos caiga la toalla o que nos la dejemos en algún sitio, aturdidos de tanta demanda basura, porque si no, jamás la
tiraríamos por nosotros mismos. El resultado, sin embargo, es el mismo. Hemos perdido el norte cuando eso ocurre.

¿Cómo evitar que nos entierren y acabemos por estar cada vez más lejos de nuestro objetivo inicial? No desconectándonos de lo esencial y seguir luchando por ello.

Es como cuando en una película de aventuras, el protagonista trata de salvar a la chica. (Ella también le salva a él, a veces espada en mano, y otras, de otra manera). Pongamos entonces, que en el momento álgido, ella está rodeada de malandrines que además buscan acabar con el muchacho. Nuestro héroe no puede entretenerse en cada uno de ellos. Los aparta y se abre camino para llegar a esta ella. Si su objetivo fuera acabar con todos ellos, la chica acabaría muriendo pero de aburrimiento o desesperación. O tal vez, acudiría otro a salvarla, y nuestro protagonista sería un gran héroe aclamado por todos, con varias condecoraciones pero con el corazón vacío.

No es fácil ver el bosque si se nos planta un árbol delante que no nos deja ver el futuro. Y si el árbol lleva colgados mensajes del tipo “todo está fatal”, “estamos en crisis”, “nadie quiere a nadie”… normal que no queramos ver ni bosque, ni prado, ni montaña.

Ir directos a nuestro objetivo. Esa es la clave. Ser imparables. Dirigirnos tan rápidamente que no podamos ser cazados por todos esos centuriones o malandrines en el formato que sea. Transformarnos en Houdini y escapar para aparecer donde realmente tenemos que estar: luchando por la vida, salvando vida, realizándonos. De esta manera, las facturas no ocuparán nuestros pensamientos por mucho que traten de acaparar el buzón de nuestra casa. Serán un puro trámite, más o menos difícil de superar, pero no la causa por la que luchamos o el freno por el que no pasamos de sobrevivir a vivir.

La grandeza es vivir con coherencia a nuestros ideales. Las trampas las podemos sortear si conectamos la magia de la vida.

Y para llegar, hay que empezar dando un paso. El primero. Después vendrá el segundo, el tercero, etc. Según nos vamos acercando es cuando vemos con claridad. Al principio, sentimos el impulso de ir y nos hacemos una idea –a veces nítida y otras aproximada- de a dónde queremos llegar. Pero sólo si no nos desviamos alcanzaremos aquello con lo que soñamos. Y la vida provee; la vida nos ayuda a seguir y a llegar.
Cuando nos quedamos en el sitio, los problemas cotidianos acaban robando poder y haciéndose los dueños de nuestras circunstancias. Los reveses a los que nos sometemos estoicamente tienen más peso cuando dejamos de mirar hacia adelante. Comenzamos a verlo todo borroso y nuestro objetivo, nuestra lucha perseverante se vuelve nimia, y nuestra vida, gris.

Ponerse enfermo es una situación de la que nos valemos para recuperarnos y vivir más fuertes. Si nos abandonamos a los virus y las bacterias, éstas terminan por campar a sus anchas apoderándose de todo nuestro organismo. Lo mismo ocurre con los problemas, las dificultades, los imprevistos, las adversidades. Sólo son pruebas a resolver para desarrollar mayor estrategia y fuerza. Así, además de permanecer  en nuestro camino y estar  más cerca de nuestros sueños –que son los de todos-, somos inalcanzables para  determinadas circunstancias porque ya las hemos superado. Es cierto que a veces se repiten, pero tenemos la experiencia de haberlo conseguido y hemos desarrollado los recursos necesarios. Sólo queda decir, que siempre merece la pena, o mejor dicho, la alegría seguir adelante sacudiéndonos de encima todo lo que trate de impedírnoslo. Nada puede pararnos, sólo entretenernos, y a ser posible, lo mínimo.

5 comentarios:

  1. Guau! Muchas gracias Maite! ¿para cuando editas un libro con toda esta sabiduría? avísame porque seré la primera en comprarlo y llevarlo encima todo el día para consultarlo cuando se me pire la pinza con los "problemas".
    Muchas gracias por compartir toda esta sabiduría universal!
    besos!

    ResponderEliminar
  2. Pues eso k no tiro la toalla hasta k consiga mandarte el mensaje. "GRACIAS MAITE POR TU EJEMPLO Y POR EL AMOR K PONES ENSENANDO. VERDADERAMENTE ME VIENE MUY BIEN TU AYUDA A NIVEL PRACTICO Y ME ALIMENTA MOGOLLON ERES UN CHUTE DE VIRAMINAS ESPIRITUAL

    ResponderEliminar
  3. Jejeje lo conseguiiii... ya puedo poner comentarios!!! Maite gracias por todo el amor que pones en transmitir el camino, en enseñar y en tu ejemplo como ser humano. Tus articulos además de ayudarme a aprender son muy necesarios y una gran erramienta a nivel practico.
    Un beso grande
    Eva

    ResponderEliminar
  4. Gracias Maite,me apunto a ir directo a salvar a la chica,nada de entretenerme con batallitas..Siempre me parece que escribes para mi y me encanta,imagino que le pasará lo mismo a todos tus lectores ,grande!!

    ResponderEliminar
  5. Los problemas están para distraer. Hace un tiempo lo veía súper claro y no me salía de mi camino de baldosas amarillas. Luego me desvíe y ahora, gracias a artículos como este, vuelvo a buscar mi centro y a no salirme de la verdad verdadera de la vida. Gracias. Lorena

    ResponderEliminar