29 de octubre de 2013

Usurpadores

A veces buscamos nuestro sitio en el mundo, el lugar que nos corresponde y no damos con él. Es como si no existiera. Sí el de los demás, pero no el nuestro. Entonces uno se pregunta la causa. Pero es tan atípico que no la encuentra. Entonces le da vueltas al asunto. “La vida no admite jerarquías, por lo que hay para todos, incluido yo mismo” nos decimos. “Entonces ¿por qué no encuentro mi sitio?”. Y es ahí, horrible y temido momento en que se nos hace un nudo en la garganta: "la culpa es mía". ¡Oh, dios mío! ¿Qué puedo hacer para encontrar mi lugar en el mundo?

Y uno hace de todo. Sobre todo mal y con desesperación. Tranquiliza un poco saber que no sobramos, que hay sitio para todos. Que está vida no es un overbooking dentro de una compañía aérea que a la mínima te dejan en
tierra como no te espabiles. Ahora bien, también puede ser que alguien ocupe su asiento... y el nuestro.

Es como el juego de la silla con el mismo número de sillas que de participantes. Sin embargo, los que están ya sentados tienen una pierna ocupando una silla, con un brazo ocupan otra y si pueden, hasta con la barbilla.

Ahí es cuando pensamos ' y la vida ¿permite esto?" y ahí mismo es donde empezamos a dudar de si la vida no se habrá equivocado e incluso, de si la vida es justa. Atribuimos esa falta de buena voluntad a la vida, cuando no es así. Y pensamos que si hay alguien acaparando, no habrá sitio para los demás y esto también es falso. 

El sitio de cada uno de nosotros en el mundo está disponible siempre. Porque es nuestro. No hay nadie que pueda hacer de mí mismo con mis valores excepto yo.

Entonces, ¿por qué no hacemos nuestro lo que ya es nuestro por derecho? Porque nos hemos creído un engaño. Si hay alguien tan listo que nos hace creer que no hay para todos, que sólo llegan los mejores, que hay que competir y dejarse la piel, que hay que saber relacionarse y enchufarse, etc, etc, etc, tal vez acabemos por aceptarlo y resignarnos. Así, desde ese momento nos dedicamos a tratar de alcanzar lo usurpado porque seguimos manteniendo una falsa creencia de lucha de clases y establecimiento de jerarquías. Está claro que, si les seguimos el juego, lo único que vamos a hacer es alimentar su estatus de poder, ese estatus que han impuesto cuatro listos históricamente. Es como si el que tiene el balón pone reglas del juego abusivas para poder jugar con él un partido en el recreo. En tal caso, se le dice que no es aceptable. Que si quiere que participemos -porque de lo contrario va a jugar solo- tiene que ser justo, no un abusón. ¿Que no cambia su parecer? Pues nada, nos vamos a jugar a otra cosa, a buscar a alguien con balón o a coger el nuestro. Y tan ricamente.

Si no hay víctimas, no hay abusadores o maltratadores. Nadie puede ocupar nuestro sitio; lo único que pueden hacer es impedir que lo ocupemos nosotros. Y eso sí es una desgracia porque no nos realizamos ni aportamos nuestros valores a la vida.

Por lo tanto, es urgente sacudirse las mentiras de encima, la impotencia, la falta de fe y luchar por lo que es nuestro. Ocupar nuestro sitio y desde ahí, seguir desarrollando: creando y construyendo. No hay tiempo que perder y sí mucho por hacer.

Antes de empezar hay que sacarse de la cabeza todas las fantasías de desgracias, desde que “no lo voy a conseguir” hasta “la que podría ser mi novia o mi novio está con otro”. Volvemos a la rebeldía y a la coherencia existencial: lo de que no lo voy a conseguir está por ver, y lo de que lo mío lo tiene otro no es posible. Si es para mí, no es para otro, y si lo tiene otro u otra, es que no era para mí. Ahora bien, el vecino del tercero puede tener un Volvo y yo otro, puede disfrutar de una aventura por el Caribe y yo también, puede ayudar a otras personas lo mismo que yo y puede ser feliz como podemos serlo todos. No hay exclusividad en las ilusiones ni derecho de pertenencia de ellas. Son patrimonio de la humanidad y hay para todos, cada uno en su formato.

Después de la puesta a cero, sin amenazas imaginarias, podemos lanzarnos hacia nuestro futuro y luchar por él. Nadie nos lo arrebata porque nos pertenece por derecho propio a todos y cada uno de nosotros. Eso sí, hay que defenderlo.

5 comentarios:

  1. Muchísimas gracias!! me ha encantado y ayudado mucho! sigue escribiendo por favor y compartiendo toda esa sabiduría que tan bien conectas!
    besos!

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  2. Es maravilloso, eres como un cóctel de vitaminas mañanero. Gracias sinceramente por todo lo k construlles y las oportunidades k creas. Un besote Maite

    Eva

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  3. Cómo pica saber que el único que puede salirse de la posición de víctima es uno mismo,con lo fácil que es culpar al gobierno,a la familia,a los amigos o incluso a la vida.pues va a ser que no,los que tengan algo en mi silla que lo vayan quitando que voy con gracias Maite

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  4. A repetírmelo como un mantra porque como bien dices, si no nos creemos que haya para tod@s (incluido 1 mismo) estamos dando bola a una mentira y a una sociedad injusta. Gracias. Lorena

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