4 de julio de 2014

Frente al espejo

El hecho de que hacienda nos robe, seamos todos o no, nos toca mucho las narices. Que lo haga una empresa privatizada de gas o luz, hace que se nos lleven los demonios. Y si pagamos un servicio personalizado y nos timan, puede ir preparándose hasta el Tribunal Constitucional por la que vamos a liar.

Ahora bien, si lo que nos roban es algo más vulnerable, durante mucho más tiempo y sin que nos demos cuenta, de tal manera que se lleven parte de nosotros y nuestras vidas ¿entonces qué ocurre? Lo que pasa es que no
le damos importancia porque tenemos la cabeza y el resto del cuerpo en otro sitio, ya que nos han hecho el timo de la estampita.

Si un día, nos levantamos por la mañana y al mirarnos al espejo vemos a alguien que nos resulta familiar y desconocido, próximo y lejano, amigable y hostil, entonces podemos profundizar un poco más en esa sensación o terminar de lavarnos la cara y no darle importancia.

Esto es como la colección de libros “Elige tu propia aventura”. Es decir, que si quieres saber qué ocurre cuando quieres ir más allá, pasa al párrafo siguiente. En caso contrario, vete a dar un paseo o come algo y vuelve en cinco minutos, cuando hayamos acabado.

¿Te has quedado? Muy bien. Es tu elección. A veces lo que elegimos no es lo más agradable, y de hecho no nos gusta para nada, pero somos consecuentes y continuamos adelante. Bien, estábamos frente al espejo. ¿Cuántos años tienes? No está mal. ¿Cuántos años has vivido realmente? Empieza a ponerse la cosa peligrosa. Y por último ¿cuántos años te han robado de vida? Vale, prueba superada y hemos mantenido el tipo.

Desgraciadamente, a todos nos han robado algo porque la sociedad a la que llegamos cuando vinimos a este mundo y a la que contribuimos en la juventud y madurez con la falta de rebeldía en algunos o muchos momentos, promueve este tipo de relaciones de abuso. Es posible que nos hayan robado la infancia, que no la hayamos vivido felices, protegidos, con aventuras y creatividad, con amor y cuidados. También es posible que nos hayan robado la adolescencia, la fuerza de la rebeldía y hayan tratado de someternos al sistema enfermo “por nuestro bien” una y otra vez, de forma que nos hayan arrojado a la edad adulta sin casco ni red. Puede ser que nos hayan robado la paternidad o maternidad, la relación feliz con la pareja, la sexualidad pura y sin complejos. A lo mejor nos han robado la alegría más auténtica, la fe, la esperanza, la ilusión por algo… Los robos han podido ser de todo tipo porque aquí sí que no hay discriminación de sexo, raza o religión. Puede haber matices y en algunos casos han arrasado y en otros se han llevado lo que han podido.

¿Seguimos ante el espejo? ¿Qué vemos? Si empezamos a ser conscientes de este expolio, estaremos viendo nuestra pena o nuestro mosqueo más profundo, nuestra rabia o nuestra incredulidad. ¿Y ahora qué? ¿Nos maquillamos las heridas y los vacíos? ¿Les echamos aguaplast?

Primero es necesario no dejarse llevar por la emoción. Que nos hayan robado la vida o parte de ella y que lo hayamos permitido por el motivo que sea nos puede hacer entrar en culpar y culparnos, en odiar y en odiarnos y en una tristeza sin fin.  

Cuando tengamos controlada la emoción, es fundamental comprender. Por supuesto, comprender no es justificar. Comprender es saber qué ha ocurrido, cómo, cuándo y por qué. Respondernos a todas estas preguntas y a otras que nos hagamos va a facilitar no entrar en ningún túnel ni pozo. Y empezar a repartir responsabilidades.

El siguiente paso consiste en saber quiénes somos de verdad, cuáles son nuestros recursos para defendernos y cuáles los recursos para conseguir nuestras ilusiones, nuestra felicidad y la de todas las personas con las que nos relacionemos.

Qué no hacer bajo ningún concepto. Autocompadecernos. Odiar. Derrotarnos. Deprimirnos. Todo esto lo único que consigue es mantenernos enganchados a esos vacíos, a esas ausencias de meses o años en nuestras vidas y, por lo tanto, a seguir permitiendo ser robados por los mismos motivos por los que fuimos cuando ocurrió, y a lo mejor, no ha dejado de ocurrir.

Ahora es el momento de sonreír ante el espejo y decirnos a nosotros mismos: yo puedo. Recupero todo lo que es mío y lucho hasta la muerte.

Entonces, ¿qué hacer con todo lo que hemos ido perdiendo por el camino? Aprender, sin culpa, sin pena, sin odio. Aprender cómo hacerlo cada vez mejor. Sabemos quiénes somos y ya no pueden con nosotros.


Y por último, podemos sonreírnos en el espejo, porque a pesar de todo, no han podido acabar con nosotros. Y aún queda mucha película por delante, así que a vivirla desde esa fuerza y esa conciencia.

5 comentarios:

  1. he leido todos y cada uno de los escritos y con cada uno has transmitido con total claridad la verdad, verdad q me ha salvado de la mentira en incontables ocasiones. Gracias Maite, por tu valentia, y por tu amor

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  2. Muchas gracias Maite, Me siento identificada con todo lo que dices y me emociona en el alma, porque lo que dices me ayuda a conseguir la felicidad a mi, muchos besos. Jade

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  3. Maite, la sencillez, la claridad, la limpieza, la pureza, el amor y el camino salen de tus letras. No pares, sigue sigue.

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  4. Maite gracias por todo lo que escribes me ayuda enormemente.

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  5. Me acuerdo de una película que vi donde a una madre le habían robado el bebé y a los años lo recuperaba. Uno de sus hijos le preguntaba si podía perdonar a quienes se lo habían robado y la madre le respondía que a ellos no les importaba su perdón. Con esa frase plasma que engancharse al odio o a la pena hacia quienes nos hayan herido no tiene sentido, ¿para qué? Hay que solucionar por otro lado lo que nos hayan robado y eso que yo sí me he enganchado.... Gracias siempre por tus textos y tu conciencia!! Lorena

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