Desde tiempos remotos el ser humano ha
buscado respuestas a sus preguntas, a sus inquietudes, a sus desasosiegos.
Sobre todo cuando las cosas no marchan como uno quiere o como uno espera.
Cuando la vida fluye, nos despreocupamos y si tenemos conciencia al respecto,
como mucho agradecemos a la vida lo que nos ofrece, pero poco más.
La perspectiva cambia, y mucho, en el momento
en que somos los receptores de acontecimientos no deseados. Lo primero que
ocurre es que reaccionamos emocionalmente, y no como nos gustaría, pero somos
humanos. Nos sentimos tristes, malhumorados, con angustia y muy mala leche que
proyectamos en nosotros o en el que pillemos por delante.
Lo siguiente que hacemos es preguntarnos:
¿por qué? Es algo incomprensible que además nos parece fatal. Entonces hacemos
recuento: “hemos sido buenos, nos merecemos cosas buenas, los demás las tienen
incluso cuando parece que no han sido ni la mitad de buenos que nosotros…”. Y
no llegamos al quid de la cuestión porque no aceptamos que la vida se cebe con
nosotros de manera tan injusta. O así lo vemos nosotros.
Nos equivocamos: la vida no se ceba, ni mucho
menos. La vida ofrece lo mejor, lo más grande. Pero para poder ver esto,
primero debemos salir de los sentimientos o pensamientos negativos, de lo contrario,
comenzaremos a sufrir y a aceptar el papel de víctima.
Lo que hay que tener en cuenta son las
condiciones en las que estamos para que ocurra lo que no queremos. Y, para bien
o para mal, las condiciones no dependen exclusivamente de nuestros años de
vida, sino de mucho más.
Hay conceptos antiquísimos que no inventamos
a nuestra conveniencia. Algunos pierden su razón de ser, y otros se mantienen a
través de los siglos. Es el caso del karma.
El karma según las religiones orientales
consiste, así en líneas generales, en que las circunstancias actuales de una
persona están condicionadas a los actos de esa persona en anteriores
reencarnaciones. Bien como dictamen de un dios o varios, o como ley de la
propia naturaleza.
Ese concepto lo solemos traer a occidente o a
nuestras vidas como un concepto de “causa-efecto” mucho más inmediato, sin
embargo, no es del todo real. No significa que los acontecimientos sean del
estilo “le quito un juguete a mi hermana y me rompo una pierna jugando en el
parque”. Si fuera así, todo sería mucho más sencillo y controlado. Como si
tuvieras un ticket bueno o malo, canjeable por un premio o un castigo al más
puro estilo skinneriano.
Teniendo en cuenta que somos seres sociales y
que nuestra familia es la humanidad, el karma no es individual sino global. Lo
que hacemos como humanidad nos condiciona el futuro. No es una condena, es una
consecuencia, y esa consecuencia nos afecta a todos.
Entonces, ¿todos somos víctimas de la
historia del mundo? En realidad todos somos receptores de los actos previos a
nuestra llegada, tanto de lo bueno como de lo malo. Además, dependiendo de en
qué familia hayamos nacido, nuestro karma estará orientado hacia un lugar u
otro, y estará interrelacionado con todos los demás. Tenemos valores que
heredamos así como también daños o actitudes equivocadas ya enquistadas por el
mero hecho de haber nacido.
Tal vez suene a “marroneitor” esto del karma
pero nuestros actos como seres humanos escriben la historia de la humanidad.
Sin embargo, la vida no nos abandona a la
deriva sino que nos ofrece las circunstancias y los medios para poder superar
ese karma. ¿Cómo? Una y otra vez nos encontramos con situaciones que se repiten
siendo estas oportunidades para resolver, y herramientas para hacer frente, y
como máxima representación la vida nos ha dotado de una conciencia que nos
coloca ante nosotros la verdad universal para poder seguirla, en la que nadie
es más que nadie, no se acepta sufrir ni hacer sufrir y en la que vivir
consiste en tener una realización plena de felicidad y ser medio para la
felicidad de los demás, protegiendo y defendiendo para que así sea. Y como
colofón, en la vida no se acepta la derrota, sino luchar hasta el final, lo
consigamos o no.
Por ello, karma no es sinónimo de resignación
sino de estímulo de superación, conciencia para luchar por la vida y punto de
partida en el que no está escrito ni el camino ni el final. Eso ya nos
corresponde a cada uno de nosotros. Así que sigamos adelante sabiendo que no
podemos hacerlo mal; de lo contrario, el papelón que les espera a las
siguientes generaciones será mucho peor que el nuestro, y como tenemos el poder
de hacer que eso no sea así, sería injusto por nuestra parte permitirlo, ya que
no nos ha gustado un pelo como estaba el mundo cuando llegamos. Por eso ahora
es el momento de comenzar a cambiarlo independientemente del karma de cada uno
o cada una.
Muy interesante la idea de karma a nivel global y no individual. Me tomo como lección quitarme pensamientos y emociones negativas como dominantes en situaciones a resolver. Gracias. Lorena
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