15 de abril de 2015

Tiempo para soñar

¿Cuánto tiempo dedicamos a soñar? Cuánto tiempo al día, claro. Así como alimentamos otras partes que nos conforman, los sueños consolidan nuestro futuro, marcan qué hacer hoy y nos permiten crear estrategias para alcanzarlos.

¿Qué tipo de sueños tenemos? Tal vez sean sueños donde damos más importancia al poder, a lo material que al amor. Y ahí nos equivocaremos. Nada es más importante que el amor y ningún sueño que tengamos por grande que sea, si no está sustentado por amor no nos creará ninguna satisfacción, ni armonía, ni paz, ni realización.

¿Los sueños que tenemos acaban bien? ¿Bien para todos? Si es así, vamos por buen camino. Nos estamos permitiendo soñar a lo grande. Si no es así, habrá que seguir entrenando con una buena dirección.

No tenemos horario para soñar, ni una asignatura en el colegio. De hecho, no nos permiten aprender a pensar vilipendiando a la pobre filosofía en la educación, como para darle cabida al arte, a la creatividad, a la conexión y consecución de ilusiones en la enseñanza. Sería de locos. Así, cualquier acto parecido a soñar se veta de manera automática. Porque los sueños nos hacen libres, poderosos, imparables e incontrolables socialmente.

Si hemos perdido la práctica, habrá que desentumecernos y empezar con ejercicios básicos. Si tenemos niños o niñas cerca, es más fácil y si no, nos imaginamos cómo soñábamos en nuestra infancia, ya que igual ni nos acordamos. Es un esfuerzo, pero merece la pena hacerlo, y no es ninguna absurdez, por si se nos pasa por la cabeza que no es nada práctico o que resulta una pérdida de tiempo. Los y las idealistas son grandes soñadores y soñadoras que no se ponen límites para crear ni para ponerse manos a la obra para construir. Y todas y todos somos idealistas en mayor o menor grado si no destruimos esa parte que nos pertenece.

¿Por qué es bueno y necesario soñar? Porque, en primer lugar, hace que nos sintamos bien. En segundo lugar, porque es la primera forma de cambiar realidades enfermas por realidades sanas: en nuestra imaginación. Los sueños nos conectan a nuestra parte espiritual cuando están fundamentados en un deseo de bien para todos y nos unen al subconsciente colectivo en el que la bondad del ser humano, de la humanidad busca eso mismo para todos sabiendo que o todos vamos bien o todos vamos... como vamos.

Soñar nos hace grandes, no tiene nada que ver con tener pájaros en la cabeza. Esto es una descalificación propia de cómplices del sistema social en el que se prohíbe terminantemente bajo pena de muerte o bajo condena del terror cambiar el orden establecido y las jerarquías creadas, la libertad de pensamiento y el amor por encima de todo.

Permiten que soñemos si esa personalidad idealista va acompañada de fracaso, propio de losers como la copa de un pino. O también se acepta si los sueños son los que se estipulan de antemano a través del marketing y la publicidad, sin movernos ni un milímetro más allá.

Así que no invertimos en soñar porque nos parece una pérdida de tiempo si no vamos a poder materializarlo y además está totalmente perseguido.

Creemos que nos permiten soñar cuando estamos de vacaciones o el sábado por la noche. Y no es eso lo que ocurre: lo que está permitido es desconectarse de la conciencia para no darnos cuenta de que seguimos sin poder volar. ¿Qué ocurre entonces el domingo por la noche o a la vuelta de las vacaciones? ¿A dónde van esos sueños, esas esperanzas, esas ilusiones, todo el idealismo de que podemos conseguir lo que nos propongamos y lo hacemos para el bien de todos? Se queda en el recuerdo como si se hubiera tratado de un pensamiento fugaz y no los cimientos que sustentan nuestra vida.

Cuanto menos tiempo tengamos para soñar, más tendremos para añorar, puesto que es inversamente proporcional. Pero, claro está, trataremos de anestesiarnos para no ponernos tristes ni cabrearnos.

Añorar lo que no hemos tenido y por lo que no hemos luchado es bastante paradójico y nada coherente. Soñar es maduro, grandioso, sanador y lo más inteligente que podemos hacer. Ya tenemos, quien más o quien menos, un entrenamiento realizado en nuestra infancia, y además es como andar en bici: no se olvida.

Podemos soñar el domingo por la noche, el lunes por la mañana o a últimos de mes. Soñar nos pone contentos y hace que suba la energía.

Hagamos después que sea realidad para seguir soñando a lo grande y ser ejemplo de que no sólo es posible soñar, sino vital. 

7 comentarios:

  1. Venga sí, a soñaaaaaaarrrr. luego a dormir! (al menos de momento.. )

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  2. A soñar señoras y señores, claro que sí!! Gracias Maite!!

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  3. Sueño con ser un hombre que Ama a la mujer y que se entrega a ella para siempre,gracias a todas las mujeres q amáis

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  4. Yo sigo pinchando en lo de que puedo AAAAAAGGGGHHHH!!!. Gracias Maite por tu conciencia tan clara y conectada y tu buen arte para contárnoslo.

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  5. Si lo puedes soñar lo puedes crear, ¿no? Muy bueno. Hay que quitar el prejuicio de que soñar es perder el tiempo e infantil. Como bien dices es algo adulto! ! Gracias. Lorena

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