¿Cuánto tiempo dedicamos a soñar? Cuánto
tiempo al día, claro. Así como alimentamos otras partes que nos conforman, los sueños
consolidan nuestro futuro, marcan qué hacer hoy y nos permiten crear
estrategias para alcanzarlos.
¿Qué tipo de sueños tenemos? Tal vez sean
sueños donde damos más importancia al poder, a lo material que al amor. Y ahí
nos equivocaremos. Nada es más importante que el amor y ningún sueño que
tengamos por grande que sea, si no está sustentado por amor no nos creará
ninguna satisfacción, ni armonía, ni paz, ni realización.
¿Los sueños que tenemos acaban bien? ¿Bien
para todos? Si es así, vamos por buen camino. Nos estamos permitiendo soñar a
lo grande. Si no es así, habrá que seguir entrenando con una buena dirección.
No tenemos horario para soñar, ni una
asignatura en el colegio. De hecho, no nos permiten aprender a pensar
vilipendiando a la pobre filosofía en la educación, como para darle cabida al
arte, a la creatividad, a la conexión y consecución de ilusiones en la enseñanza.
Sería de locos. Así, cualquier acto parecido a soñar se veta de manera
automática. Porque los sueños nos hacen libres, poderosos, imparables e
incontrolables socialmente.
Si hemos perdido la práctica, habrá que
desentumecernos y empezar con ejercicios básicos. Si tenemos niños o niñas cerca, es
más fácil y si no, nos imaginamos cómo soñábamos en nuestra infancia, ya que
igual ni nos acordamos. Es un esfuerzo, pero merece la pena hacerlo, y no es
ninguna absurdez, por si se nos pasa por la cabeza que no es nada práctico o
que resulta una pérdida de tiempo. Los y las idealistas son grandes soñadores y soñadoras que no
se ponen límites para crear ni para ponerse manos a la obra para construir. Y
todas y todos somos idealistas en mayor o menor grado si no destruimos esa parte que nos pertenece.
¿Por qué es bueno y necesario soñar? Porque, en primer lugar, hace que nos sintamos bien. En segundo lugar, porque es la
primera forma de cambiar realidades enfermas por realidades sanas: en nuestra
imaginación. Los sueños nos conectan a nuestra parte espiritual cuando están
fundamentados en un deseo de bien para todos y nos unen al subconsciente
colectivo en el que la bondad del ser humano, de la humanidad busca eso mismo
para todos sabiendo que o todos vamos bien o todos vamos... como vamos.
Soñar nos hace grandes, no tiene nada que ver
con tener pájaros en la cabeza. Esto es una descalificación propia de cómplices del sistema social en el que se prohíbe terminantemente
bajo pena de muerte o bajo condena del terror cambiar el orden establecido y
las jerarquías creadas, la libertad de pensamiento y el amor por encima de
todo.
Permiten que soñemos si esa personalidad idealista va acompañada de
fracaso, propio de losers como la
copa de un pino. O también se acepta si los sueños son los que se estipulan de
antemano a través del marketing y la publicidad, sin movernos ni un milímetro
más allá.
Así que no invertimos en soñar porque nos
parece una pérdida de tiempo si no vamos a poder materializarlo y además está
totalmente perseguido.
Creemos que nos permiten soñar cuando estamos
de vacaciones o el sábado por la noche. Y no es eso lo que ocurre: lo que está
permitido es desconectarse de la conciencia para no darnos cuenta de que
seguimos sin poder volar. ¿Qué ocurre entonces el domingo por la noche o a la
vuelta de las vacaciones? ¿A dónde van esos sueños, esas esperanzas, esas
ilusiones, todo el idealismo de que podemos conseguir lo que nos propongamos y
lo hacemos para el bien de todos? Se queda en el recuerdo como si se hubiera
tratado de un pensamiento fugaz y no los cimientos que sustentan nuestra vida.
Cuanto menos tiempo tengamos para soñar, más
tendremos para añorar, puesto que es inversamente proporcional. Pero, claro
está, trataremos de anestesiarnos para no ponernos tristes ni cabrearnos.
Añorar lo que no hemos tenido y por lo que no
hemos luchado es bastante paradójico y nada coherente. Soñar es maduro,
grandioso, sanador y lo más inteligente que podemos hacer. Ya tenemos, quien
más o quien menos, un entrenamiento realizado en nuestra infancia, y además es
como andar en bici: no se olvida.
Podemos soñar el domingo por la noche, el
lunes por la mañana o a últimos de mes. Soñar nos pone contentos y hace que
suba la energía.
Hagamos después que sea realidad para seguir
soñando a lo grande y ser ejemplo de que no sólo es posible soñar, sino vital.
Me encanta!!
ResponderEliminarVenga sí, a soñaaaaaaarrrr. luego a dormir! (al menos de momento.. )
ResponderEliminarA soñar señoras y señores, claro que sí!! Gracias Maite!!
ResponderEliminarSueño con ser un hombre que Ama a la mujer y que se entrega a ella para siempre,gracias a todas las mujeres q amáis
ResponderEliminarYo sigo pinchando en lo de que puedo AAAAAAGGGGHHHH!!!. Gracias Maite por tu conciencia tan clara y conectada y tu buen arte para contárnoslo.
ResponderEliminarEs genial! gracias, Mar
ResponderEliminarSi lo puedes soñar lo puedes crear, ¿no? Muy bueno. Hay que quitar el prejuicio de que soñar es perder el tiempo e infantil. Como bien dices es algo adulto! ! Gracias. Lorena
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