13 de julio de 2015

Caminos y destinos

Mira que nos obcecamos en querer vivir la vida del vecino o del famoso de la tele. Es una cosa bárbara cómo a menudo nos atrae lo que hace o deja de hacer otra persona como si eso tuviera alguna repercusión en nuestra experiencia personal. El camino que uno elige es único e intransferible. Además es con nosotros mismos con quien vamos a realizarlo por lo que es importante que nos aceptemos y valoremos nuestras virtudes. Ya somos grandes, ahora toca desarrollarlo.

Cuando no aceptamos que nuestra vida es como es, surgen las reacciones más desafortunadas como es el caso del ser humano trepador o el del abandonador de la lucha y las ilusiones. Claro, que alguien haya conseguido algo que anhelábamos es tomado como una afrenta personal. Cierto es que el ambiente no ayuda y cuando nos venden el camino como una carrera en la que hay que competir, parece que cuando alguien consigue algo es un “algo” que nos está robando. Como si se tratara de un primer premio en el que sólo hay un único vencedor. Si esto fuera así la vida sería terriblemente injusta y tendría unos parámetros selectivos, jerárquicos y desiguales. Una caca, vamos.

Cada uno tiene su camino e incluso un destino para el que tiene que currar, por supuesto. Y no todos tenemos el mismo porque no todos tenemos las mismas inquietudes, valores, motivaciones, ilusiones, etc. Todas se pueden resumir en tener una experiencia plena de realización y felicidad, pero el modo es personal, lo mismo que el camino recorrido.

Es un error de bulto anhelar lo que otro tiene o despreciar lo que otro más allá ha logrado. Somos únicos, irrepetibles y desconocemos en lo profundo lo que mueve a cada ser humano. Cuando es para bien, lo que le mueve es su deseo de desarrollarse, crecer, ser más grande, vincularse profundamente, tener la experiencia de amar y ser amado en todas sus relaciones,… En resumen, trascender, dejar huella, salvar y que otros aprendan de esa experiencia para seguir yendo más allá. Cuando no es para bien, nos convertimos en las gaviotas de Nemo: “mío, mío, mío” porque es el camino que nos han enseñado ya sea por experiencia directa o vicaria. En muchos casos no es por falta de bondad sino –sin ánimo de justificarlo- por falta de conciencia y por ser individualistas y solitarios siendo, en consecuencia, portadores de una absoluta infelicidad y falta de amor y realización auténtica.

No hace falta que nos lean las líneas de la mano para saber cómo está trazado nuestro camino, pero el hecho es que lo está, sin determinismo. Hay un camino que nos marca la vida y nuestra conciencia junto con todos nuestros valores, y otro el sistema social y nuestro miedo y sometimiento, que en este caso sentencia: si eres sensible, o mujer, o inmigrante, o artista, o filósofo, o demasiado mayor, o demasiado joven, o idealista, o lo que sea que no se ajusta al mercado económico y de valores donde el más fuerte y más listo es el que se lleva el gato al agua, más vale que te quites de en medio.

Rebelarse a esa mentira y saber que los caminos discurren todos en la misma dirección pero con diferentes paisajes y sendas, y que vamos todos juntos, nos evitará sufrir la sinrazón de desear ser quienes no somos.

Lo único que puede hacer que no sigamos  nuestro camino son nuestros propios miedos, que no están infundados pero tampoco los hemos superado. Quedarse en un resort de la categoría que sea nos saca de la aventura de la vida e impide que nos realicemos de verdad. Es como hacer terapia ocupacional o emborracharse de rutina para no enterarnos de que la vida se pasa.

Nadie puede ocupar nuestro camino, nuestros logros, nuestro desarrollo si no dejamos de luchar. Y todo eso, desde el amor, siempre desde el amor.

* Dedicado a todas las personas que saben cuál es su misión en la vida, que tienen toda la energía puesto en ella y que desarrollan sus capacidades y valores y se defienden de cualquier posible usurpación sabiendo que cada uno tiene su sitio y no se dejan derrotar ni amedrentar y que defienden el amor y las relaciones de amor por encima de todo.

3 comentarios:

  1. Muchas gracias Maite! como siempre es genial y está lleno de sabiduría.
    besos

    ResponderEliminar
  2. Al final si anhelamos otras vidas es porque creemos que es imposible que la nuestra vaya a ser todo lo emocionante y maravillosa que soñábamos de niños y que a veces ya ni nos atrevemos a soñar de adultos. ¡¡¡¡GRAVE ERRRORRRR!!!!! ¡¡¡¡¡REBELIÓN AL SOMETIMIENTO DE SUEÑOS E ILUSIONES!!!!!!!!! Muchas gracias por recordárnoslo.

    ResponderEliminar
  3. Verdad verdadera!!! TODOS somos únicos ,anhelar es una forma de ceguera,de no mirar quienes somos y con todo lo que hemos venido.A cambiar anhelar por currarselo y descubrir lo maravilloso que tenemos para compartir con lo maravilloso del otr@

    ResponderEliminar