26 de septiembre de 2023

El folio en blanco y el punto negro

Una profesora hizo un examen sorpresa a sus alumnos pidiendo que describieran, cuando dieran la vuelta al folio, lo que veían: la hoja estaba en blanco con un punto negro en el centro. Todos hicieron referencia al punto negro, pero no al folio en blanco. La enseñanza que quiso extraer la profesora con una metáfora es que prestamos atención a lo malo y no a lo bueno, es decir, a lo anecdótico en lugar de a lo que permanece y ocupa mucho más espacio en nuestras vidas.

 

    Es un buen ejercicio para pensar, claro. No obstante, digamos que esto tiene otras lecturas. ¿Por qué el punto negro es lo malo? ¿No podía ser al revés? ¿O es que seguimos asociando lo negro con lo negativo? 

 

    En cualquier caso, lo que se expone es que lo bueno es infinitamente más amplio que lo malo. Hasta ahí perfecto. El problema no reside en esta situación sino cuando es a la inversa. Cuando el problema no es poner la atención en el punto negro, sino cuando lo malo es el resto de la hoja y solo se salva el punto negro. Porque hay veces que lo vivimos así independientemente de la edad que tengamos. Pero cuanto más mayores somos, la sensación de fracaso puede aumentar y solo vemos un poco de luz entre tanto fango.

 

    ¿Es una mera percepción? ¿Estamos siendo fatalistas? ¿Seguimos alimentando lo malo en lugar de lo bueno al prestarle más atención? Evidentemente, si no nos aferramos a ese punto de luz para seguir viviendo puede que ese salvavidas se quede como recuerdo en lugar de como una posibilidad real. Esto tiene que ver con decidir vivir y luchar por encima de todas las dificultades o decidir derrotarnos porque la emoción nos puede y la esperanza se evapora.

 

    Para no tomar la decisión existencial equivocada porque en el momento crítico no aguantamos la posición, el desafío consiste en ver cuáles son las consecuencias de hacerlo o de no hacerlo. Y - ¡oh, sorpresa! - las consecuencias no son exclusivamente lo que me pase a mí. La vida no funciona así, no somos seres independientes sin ninguna interrelación con el medio ni con las generaciones anteriores o venideras. Ya sabemos que todo lo que hagamos tendrá una repercusión, es el batir de las alas de la mariposa no solo con efectos en el presente. Las consecuencias pueden ser positivas o negativas.

 

    Las circunstancias negativas en las que nos podemos encontrar suelen ser diferentes, pero tienen un denominador común: sentimos que no podemos con la situación. No significa que nos queramos borrar del mapa necesariamente, sino que renunciamos a tener una vida de realización y a ser parte de la vida realizante de los demás. Ese punto en el papel se va diluyendo.

 

    Lo que ahí no estamos teniendo en cuenta es que tenemos un poder de transformar realidades enfermas por realidades sanas y que la vida, cuando la elegimos, está en nuestro equipo, o más bien, nosotros en el suyo. 

 

    Posibles pensamientos rumiantes que aparecen en este punto (o que nunca han desaparecido):

«Antes sí que fui feliz, pero la persona a la que quiero no está y ya nunca más seré feliz».

«Soy mayor, esto ya no tiene arreglo».

«Ya no tengo ilusiones».

«No tengo ganas de nada».

«Todos me dicen que tengo pájaros en la cabeza».

«No creo que lo vaya a conseguir».

«Hago de todo, pero nada funciona».

«Si hubiera hecho otra cosa en el pasado, ahora no estaría así».

 

    Todas son justificativas para no hacer lo que tengo que hacer, que es salir de la mala posición en la que me encuentro. Y sin entrar en alimentar el fatalismo, vamos a desmenuzar algunas de ellas. 

 

    Es cierto que hay circunstancias felices o, al menos, así las recordamos. También es posible que estemos idealizando un poco. Si hay personas que nos han amado y a las que hemos amado, estamos de enhorabuena. Siempre ese amor se rescata para dignificarlo, hacer justicia y seguir desarrollando relaciones felices. De algo tendrá que servir vivir unos cuantos años: para tener experiencias y aprender de ellas. Y, por supuesto, dejar una impronta en otros, en el mundo, en nuestro entorno. 

 

    Pensar que no lo voy a conseguir, o que lo hemos hecho fatal y por eso estamos como estamos, o lamentarnos y quejarnos constantemente no va a hacer que nos encontremos mejor, ni más tranquilos ni nada de nada. Nos va a generar una angustia importante, en el mejor de los casos, que se puede transformar en apatía, e incluso, en depresión. No tiene por qué llegar a la muerte física, pero sí puede ser la muerte emocional y la desconexión espiritual. Si hemos llegado hasta ahí, siempre hay una oportunidad para salir, aunque nos parezca imposible. Y si no hemos llegado hasta ahí, es mejor no seguir tirando de la cuerda, porque se puede acabar rompiendo.

 

    La vida es una maravillosa oportunidad de realización de ser medio de realización para otros. Es una responsabilidad con nosotros y con los demás. Es una experiencia extraordinaria en la que no estamos solos ni solas, que podemos y debemos compartir. De hecho, si aún tenemos recuerdo del impulso vital de la infancia, ese que todavía no han tocado, sabemos que no solo podemos y debemos, sino que QUEREMOS compartir.


    Todo lo que ha llegado después, es experiencia, y si hemos aprendido, podemos seguir adelante, fuertes y con decisión para que ese folio de malas experiencias o de falta de ilusiones se llene como un mapa de calles con nuevos propósitos, luchas y, sobre todo, conciencia para todos, los que están y los que vendrán. Y si no hemos aprendido, estamos a tiempo de hacerlo. 

2 comentarios:

  1. Me acabas de dar una buena clave para dar una buena respuesta en los momentos difíciles. Gracias!!

    ResponderEliminar
  2. fenomenal,ayuda mucho.gracias por crear conciencia

    ResponderEliminar