«Si te esfuerzas, si trabajas
llegarás donde quieras, porque después del trabajo duro llega la recompensa». ¿Cuántas
veces hemos escuchado eso? ¿Una, diez, cien veces? ¿Mil? Lo que ocurre es que, en ocasiones, en más ocasiones de las que nos gustaría, la sensación que
tenemos es que el esfuerzo no sirve para nada porque no se obtiene nada a
cambio. Entonces, ¿qué queda? ¿Conseguirlo a cualquier precio o dejar de
intentarlo? La verdad es que salga cara o cruz, da lo mismo porque no nos
satisface en absoluto.
Es fundamental quitarse la frustración de encima y ponerse de nuevo la motivación. Cuesta, pero es necesario.
Lo primero, después de volver a la carga es saber si es verdad que el esfuerzo nos permite alcanzar metas que nos proponemos. Veamos, ¿qué significa esforzarse? Trabajar en una dirección, con un objetivo que no está al alcance de la mano y que supone superarse a uno o a una misma. No tiene nada que ver con el sacrificio; cuando sentimos que estamos renunciando a algo, entonces ya no funciona el esfuerzo.
Si nos hemos esforzado de verdad, ¿por qué entonces no hemos
alcanzado nuestro objetivo? Pongamos que A soy yo y B el objetivo. Entonces
puede que a A le falte preparación, técnica, recursos, o puede que B esté más
lejos de donde nosotros creemos. Además, existen otras variables como es el
ambiente exterior, lo que favorece o impide esa consecución. Puede sumar o
restar. Y, desgraciadamente, lo más habitual es que reste.
A todo esto hay que añadir la
connotación negativa que tiene el verbo fracasar. Vamos, que no lo consideramos
ni verbo porque no llega a la acción, sino todo lo contrario. Es como caer en
la casilla del pozo del parchís. Nos sentimos castigados, derrotados
indignamente. Y hay que ocultarlo. No podemos olvidar que, aunque no vivamos el famoso «sueño americano» en la versión del país o continente que sea, ese deseado
éxito social nos lleva a ocultar nuestras miserias. Oye, y si al final hay que
venderse para no sentirnos unas víctimas del fracaso, pues nos vendemos. Si lo que debemos
hacer es comprar, pues compramos. Ya lo dijo aquel: todo tiene un precio. ¿O
no? Evidentemente no.
Generarnos una ansiedad por no
conseguir nuestros deseos nos hace infelices e incapaces de aprender de los
errores y los supuestos fracasos. Son supuestos porque si nos permiten evaluar
para reorientarnos, bienvenidos sean en nuestro camino. No es plato de gusto,
pero también podemos optar por otra actitud. Presumir de «un bonito fracaso» en
nuestro curriculum vitae nos da un bagaje si conseguimos que eso no acabe con
nosotros y lo superamos. Esa reacción constructiva, en primer lugar, nos salva
de sentirnos como un trozo de estiércol; en segundo lugar, nos coloca en una
posición en la que podemos valorar qué ha ocurrido, y por último, nos enseña
por dónde no es y por dónde sí.
Esforzarse es movernos del lugar
de donde estamos. Cuando pasamos a la acción, tal vez no lleguemos al punto
deseado o incluso nos hayamos desviado un poco. Entonces, deberemos saber
evaluar la situación y coger fuerzas para seguir adelante e incluso ajustar la
brújula.
No hay fracaso si no nos derrotamos. Hay aprendizaje, oportunidades y desarrollo. Además podremos así allanar el camino a otras personas que vengan después; falta hace que existan pioneras, referentes, aventureras. Por eso jamás debemos desvalorar el esfuerzo. La capacidad de trabajo orientado desde la conciencia, el compromiso de no abandonar es lo que nos hace invencibles. Y eso es una victoria como la copa de un pino.
FANTASTICO!! así en mayúsculas, la palabra fracaso ya no volverá a ser rechazada por mi persona. Gracias Maite!! y ahora... a compartirlo con todos!!!
ResponderEliminarbesos!!
El que haya faros que alumbren, que invitan y facilitan el creer que todo es posible, como esa pareja que conocemos y que se ve que se quieren de verdad y se convierten en un ejemplo de que el amor es posible... Personalmente agradezco el que se mantengan ahí y sirvan de ejemplo. Hay que estar a la altura y servir de faro para otros aunque no sepamos tan siquiera que nos toman como ejemplo. Gracias. Lorena
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