Una cosa es cómo nos gustaría ser
y otra bien distinta cómo somos en realidad. Manifestamos estar en un lugar de realización,
desarrollo, relaciones, etc. y no tiene nada que ver con dónde nos encontramos
en realidad. Proyectamos nuestra ilusión en una vida inventada -en el menos
malo de los casos- colocando una venda bien tupida sobre nuestros ojos. Otra
opción que es aún peor consiste en derrotarnos aceptando la desesperanza de una
existencia vacía.
Esperamos que ocurra un
acontecimiento que nos cambie la vida. Y mientras, vamos tirando. Estamos tan
fritos que si no nos toca la lotería, no nos encontramos a Hugh Jackman en la
panadería y nos pide matrimonio o no amanecemos una mañana con el aspecto de
Claudia Schiffer o Brad Pitt en sus mejores tiempos, no hay nada que hacer. Lo
que coloquialmente se conoce como “un milagro”. Eso es precisamente lo que
esperamos.
Los pequeños acontecimientos
pasan desapercibidos. No les prestamos atención
y va pasando la vida. Es cierto que hay personas que ven señales en
todo. Son como los guardias de tráfico de la espiritualidad new age. Si te
encuentras una moneda, es una señal, si te quedas dormida es una señal y si te
sale un grano es una señal. Por supuesto. Porque si te encuentras una moneda es
señal de que tienes buena vista, si te quedas dormida es señal de que hay que
acostarse antes y si te sale un grano es señal de que hay que empezar a
desintoxicar el hígado un poquito. Ver tres pies al gato es una opción, pero
siempre hay un término medio porque las señales en modo de pequeños acontecimientos,
como el funcionamiento de nuestras relaciones, creencias, consecución de
ilusiones, etc. nos ofrecen un reflejo de nuestra posición real.
¿Cuál es la idea central, el denominador común de todo esto? Lo que nos ocurre (y no queremos) o no nos ocurre (pero
queremos que nos ocurra) lo colocamos fuera de nosotros. No creemos que podamos
hacer nada para cambiar nuestro rumbo por nosotros mismos. Nuestro poder es
mínimo, así que nuestra responsabilidad como va a la par, también es pequeña.
¿Qué “religión” profesamos? ¿El
fatalismo? ¿El amor? ¿La guerra de género? Eso es lo que realmente va a
orientar nuestra vida hacia un camino u otro y se verá evidenciado en nuestro
día a día. Y la elección es donde nos hayan iniciado. Queramos o no, haremos lo
que nos han hecho si es que no paramos y elegimos rebelarnos. Negar que si me
han despreciado yo voy a actuar de la misma manera, o que si no me han querido
me relacionaré sin amar a nadie es negar la realidad y cerrarnos las puertas
para orientarnos hacia la felicidad.
Nadie se considera mala persona,
sin embargo, todos etiquetamos a algunas como tal. Esas personas etiquetadas,
hacen lo mismo. Es decir, dicen ser buenas y son las otras las ruines y
mezquinas. Vamos, que aquí cuando nos ponemos a juzgar no se salva ni el tato.
Sin embargo, la verdad es solamente una por muchos juicios que se hagan. Las personas
que hacen uso de su esencia, de su bondad y la preservan buscan que nadie sufra
y no hacer sufrir a nadie. Básico y fundamental.
Una sociedad en donde el abuso,
la traición y la mentira desgraciadamente están a la orden del día va a crear
víctimas. Si he sido víctima, y todos lo hemos sido en algún momento si nos han
impuesto una relación de poder en lugar de una de amor, habrá un momento que
dejaré de serlo y sólo con dos opciones:
- - Porque pasaré a ser verdugo y comenzaré a hacer daño a mí misma y/o a los demás.
- - Porque me rebelaré a mantener relaciones de abuso, saliéndome de la guerra.
No hay más. Pero esta segunda
opción no va a ocurrir porque baje un ovni o arda una zarza. El germen está
dentro de cada uno. Tenemos la capacidad de saber dónde estamos o dónde nos han
dejado y actuar en consecuencia. Es cierto que uno puede "ver la luz", como se
suele decir, cuando ocurre una desgracia o padecemos una grave enfermedad. Si
alguien se salva de un accidente mortal, por ejemplo, es posible que comience a
valorar realmente lo que es la vida y se cuestione sus creencias. Pero no es
necesario llegar a eso, fundamentalmente porque no es seguro que exista otra
oportunidad en una situación de peligro extremo.
Como conclusión podemos afirmar
que es importante saber ciertamente dónde estamos, si es en una buena posición o
no. Y si es que no, salir de ahí lo más rápidamente posible en caso de que
queramos vivir de verdad. Sabemos que es posible, que tenemos el poder de
hacerlo y que es urgente no alimentar el pasto de la depresión, el odio, la
soledad y el desamor. Nadie lo puede hacer por nosotros. ¿No queríamos ser
libres? Pues ejerzamos la libertad abandonando el sometimiento al daño y dejando
el borreguismo de una vez por todas.
Honestidad a saco con uno mismo y si se vive fuera de la realidad de algo querrá esconderse uno, no? Vamos, digo yo... Elegir y rebelarse continuamente para seguir por donde se quiere ir es la luz ante cualquier adversidad. Siempre la luz!! Gracias. Lorena
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