8 de septiembre de 2014

La tragedia está servida... ¿o no?

“Te voy a ser sincera”. No, gracias.
¿A cuento de qué alguien se va a sincerar? ¿Es que acaso ha estado mintiendo todo el rato? ¿Ahora toca desahogarse? Normalmente son palabras en forma de “regalito”. Ha estado ocultando un pensamiento cuando nosotros creíamos que todo era puro y cristalino en la relación. Tal vez sea sólo una forma de hablar. Pero las palabras suelen estar cargadas de información consciente e inconsciente.

Vamos, que esta frase es de los guionistas de “¿podemos hablar un momento?” y “esto no funciona”. Efectivamente son las frases que te dejan de piedra o temblando. Si te lo dice tu pareja, ni te cuento. ¿Por qué solemos reaccionar con inquietud? Probablemente porque lo hemos aprendido. Alguien que pronunciaba esas palabras hace años era un símbolo de autoridad, bien un profesor, un padre, una madre… Y siempre pensábamos que algo habíamos hecho o algo había pasado o ambas. La amenaza de tragedia estaba servida. La tragedia se masca cuando es un acontecimiento imprevisible y sobre todo cuando comulgamos más con Sófocles que con los Monty Python.

Entonces, ¿la sinceridad es buena o mala? La verdad siempre es buena y absolutamente necesaria. Si no la conocemos hay que buscarla sin hacer juicios previos ni sacar conclusiones; de lo contrario, encontraremos la verdad que queremos ver, así que estará sesgada.

La verdad se puede transmitir siempre y sobre todo, la sinceridad necesita un marco adecuado, y este marco es el de una relación íntima. Por supuesto, para el resto de las relaciones, la sinceridad consiste en no mentir y decir la verdad, ya que no es necesario cargar con un karma de estafa a diestro y siniestro y contribuir a ninguna hipocresía social.

Existe, además, la sinceridad en la que nos desnudamos y ésta sólo puede ser manifestada y acogida cuando la relación es auténtica por las dos partes, puesto que hay un peligro real en caso contrario.

Sin embargo, esto no es lo habitual, sino todo lo contrario. Siempre nos reservamos una parcela que no contamos a nadie, un espacio al que nadie accede porque es nuestra tabla de salvamento para sobrevivir. ¿Arriesgarse completamente y abrir a la otra parte nuestros secretos, miedos, expectativas, nuestros puntos vulnerables? Uf…  Es cierto que esa parte en la que estamos solos nos va a impedir la felicidad, pero siempre es menos malo no ser feliz que morirse ¿no? Ese es nuestro argumento, y no nos falta razón. Ahí seguimos en Eurípides por lo menos.

¿Existen más opciones que ir de héroes trágicos donde los dioses nos acaban jugando una mala pasada y acaba la cosa con muertos a diestro y siniestro? La comedia es buena opción como género, pero no nos hace mucha gracia cuando nos sentimos solos e incomprendidos.

A ver, ¿quién en su sano juicio se abre en canal y lo da todo? Mejor, que empiece el otro. Ah, ¿que ya ha empezado? Pues no lo veo…

Vamos, que entre que dudamos del otro, nos entran los siete males, desconfiamos, nos da la pena, nos acojonamos, etc. hemos creado una relación disfuncional. Nada nuevo sobre la faz de la tierra, pero probablemente no es lo que queríamos. Pero… ¿qué queríamos?

Lo que queremos para vivir es una relación de amor plena, donde busquemos hacer feliz al otro y que el otro nos corresponda. Lo que quiere cualquiera hasta que está tan perjudicado que renuncia a ello. ¡Ojo! No se puede renunciar, derrotarse, aceptar relaciones mediocres si de verdad queremos realizarnos y ser medio de realización para los demás, si tenemos ilusión de que nos amen y acojan nuestro amor, si soñamos con vivir una verdadera aventura compartida en esta vida.

¿Utópico? No, en absoluto. Es fundamental aceptar que eso nos encantaría… si fuera posible. Ahora pensemos que es posible. No sólo que es posible, sino que es lo natural. Y ahora, veamos qué nos lo impide, qué parte de nosotros, de nuestro pasado, de nuestro fatalismo o de nuestras malas emociones o creencias nos lo pone difícil por no decir imposible. Sólo hay que contemplar la posibilidad de que tal vez no estemos viendo las cosas con nitidez. Y por último, dos trabajos que están pendientes:
  •        Sanar el daño que tenemos con respecto a las relaciones que nos bloquea.
  •     Aprender estrategia para reconocer las situaciones, el daño que puedan intentar colocarnos y los modelos de relaciones y no morir en el intento. Cuando nos arriesgamos es con toda nuestra grandeza, no como unos pringados, Ahí no nos la pueden colar y si podemos dar y recibir completamente. Es decir, que abrirse a una intimidad total, bien sea afectiva o afectiva-sexual, no significa ir con una venda en los ojos en el borde de un precipicio sino reconociendo de qué va la otra parte, si es de verdad o no y hasta dónde llega y hasta dónde no sabiendo que nuestra oferta es irresistible.

Con todo esto, podemos volver a la vida, y a la vida con mayúsculas. A vivir el amor, las relaciones, la realización, la felicidad y sentirnos libres porque todo es puro, auténtico y de verdad. Las tragedias están fenomenal… en el teatro.

2 comentarios:

  1. Bravo Maite! es mucho lo que tenemos que aprender como sociedad y todos tus escritos son una guía maravillosa que todo el mundo puede leer para saber cómo relacionarse de forma verdadera y totalmente sana. Muchas gracias! y Enhorabuena!! Lo haces fenomenal!!.

    ResponderEliminar
  2. Estrategia por un tubo me ha faltado durante mucho tiempo que no me enteraba de la verdad de las situaciones y comunicaciones con las que solía convivir. Ahora puedo decir que, entendiendo lo que se escondía y lo que se esconde lo mejor es aprender, crecer y dar la verdad y proteger la verdad. Gracias. Lorena.

    ResponderEliminar