Vamos dejando morir relaciones al
no buscar resolverlas cuando existe un conflicto abierto o soterrado. Y por
miedo, o porque, francamente, no es lo más importante en esos momentos para
nosotros por mucho que tratemos de afirmar lo contrario, no buscamos empatizar
y llegar a la verdad. Decimos que nos importa la persona, pero lo que en el
fondo nos importa es lo mal que nos sentimos.
¿Qué ocurre? Que cuando eso lo
hacemos una vez, corremos el peligro de repetir historia. Así, vamos dejando un
reguero de relaciones fracasadas a nuestro paso y como consecuencia, la soledad
es nuestra fiel compañera. Además, esta actitud es totalmente injusta para la
otra parte, porque si ésta, que está dañada, se pone a resolverla, lo que se ha
creado es una relación de abuso donde una parte, se pone a trabajar por el bien
de los dos buscando la verdad, y la otra no. Y en el caso de no ponerse a
resolverla, esperando que el que ha destruido rectifique, puede verse en una
situación de abandono y de falta de acogimiento al dolor, creándose una idea
equivocada de lo que verdaderamente es el ser humano.
¿De verdad pensamos que no tiene
solución y que todo acaba fatal? ¿Es ése el motivo de no jugárnosla por una
persona a la que hemos causado un daño considerable? Somos contradictorios. Decimos
querer una cosa mientras hacemos otra. Afirmamos con una flagrante desvergüenza
moral que los amigos son lo más importante para nosotros, que el amor es lo que
nos mueve y que queremos relaciones de verdad, no superficiales.
Hablo de estos casos porque son
los que más daño hacen. Las personas que buscan relaciones superficiales, o
compañía, ya se han posicionado y su comportamiento suele no ser honesto. Por
un lado, hablamos de que somos colegas y cuando alguien se da la vuelta,
aprovechamos para “hacerle un traje” o dos. Es decir, criticar su
comportamiento. Eso si es que buscamos nuevas relaciones y complicidad banal con
ellas, en perjuicio de otras. Si no, nos dará igual estar con fulano que con
mengano y lo podemos cambiar por zutano la semana que viene.
No es posible cargar con más
cadáveres a las espaldas, porque nos estamos haciendo un karma horrible. Vamos,
que a este paso no vamos a tener vidas suficientes para resolverlo. Así que
éste es el momento de dar el primer paso. ¿Qué hay debajo de esa relación que
me inquieta? ¿Por qué me siento mal con esta persona? ¿Por qué percibo que esa
otra se siente mal conmigo? Como siempre, lo que hacemos es crear oportunidad.
Cuando yo me he pasado
trescientos pueblos con alguien, sentirme culpable no me exime de la
responsabilidad. De hecho, es la manera que solemos utilizar para escaquearnos.
Tenemos miedo, sí. Y vergüenza. Y muy pocas ganas de que nos den la charla, se
enfaden con nosotros o se desahoguen y nos traten mal. Como no queremos pasar
por ese trance, nos escaqueamos y punto. A ver si la Vida me perdona y para la
próxima lo hago mejor. Sí, la Vida perdona si nos perdonamos y es de verdad,
pero la conciencia no puede ser lobotomizada intentando suplir una relación
fallida con un nuevo intento de amistad o relación de amor.
¿Por qué pensamos que todo va a
acabar fatal? Madurar es el verbo que falta aquí. Maduramos cuando nos responsabilizamos
y nos hacemos cargo del daño infringido. Ahora bien, de ahí a que nos lleven al
patíbulo, pues no es plan. Así que con la mente en el patíbulo, acabamos por
neurotizarnos y somos nosotros quienes nos ponemos la soga directamente.
No lo vamos a hacer mejor en la
siguiente relación, ni de pareja ni de nada si no rectificamos en el presente y
asumimos las consecuencias sean las que sean. Si seguimos transportando
equipaje de ese tipo, el peso no nos permitirá seguir relacionándonos y renunciaremos
autocastigándonos en el rincón, como niños obedientes y muy domesticados.
Nadie tiene derecho a condenarnos
si somos capaces de perdonarnos y rectificar. Nos ponemos los huevos/ovarios y
el corazón y decimos: “Me importas todo. Perdona por lo que te he hecho. Lo
siento mucho y comienzo a rectificar y reconstruir. No espero nada. Lo hago
porque quiero, y por supuesto, si te parece bien. Quiero darte lo mejor para que
seas feliz”. Y, hala, nos entregamos en un acto totalmente altruista. Y si ahí
no es el lugar porque lo hemos “quemado” por completo, lo aprendo y no arrastro
más culpa. Voy a la siguiente relación, sin abandonar ésta a no ser que me lo
pidan expresamente, y habiendo dicho que sigo en la actitud de darlo todo cuando
considere la otra persona. Y en la nueva o nuevas relaciones comienzo por
construir y amo, y soy sincero y busco la verdad y me entrego
incondicionalmente. Protegiendo la Vida.
La claridad, la verdad de lo que transmite este articulo es profundamente total, gracias por la ayuda
ResponderEliminarGracias por la claridad, profundidad y sencillez para resolver y entender , es un gran bien para la humanidad tus artículos, gracias
ResponderEliminarGracias por tu escrito, es de gran ayuda y fundamental para aprender a relacionarnos de verdad, gracias
ResponderEliminarLas relacione de amor son lo más bonito que hay. Hay que cuidarlas y que nos cuiden en ambas direcciones. Por qué elegir otra cosa pudiendo tenerlo todo sin abandonar el camino del crecimiento y el amor??? Lorena.
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