29 de agosto de 2012

¡Ay! Que me he (re)caído

Sentir que recaemos es lo peor. Bueno, dejémoslo en “malo”, que andar comparando qué es peor o mejor dentro de las desgracias es como escuchar a dos abuelas o abuelos que compiten por ver quién de los dos toma más medicamentos o se ha sometido a más operaciones. Terminar hablando así es vivir más en la muerte que en la vida. Las dificultades, los problemas, las recaídas son para remontar, no para instalarse en ellos.

Partimos de la base de que, en este caso, “caer” no es bueno. Por supuesto, es necesario definir ese verbo antes de entrar en polémica. “Caer” como acción o acontecimiento en que nos levantamos de nuevo, cambiados, habiendo aprendido algo fundamental es fabuloso. Sin embargo, “caer” como resultado de perder un estatus que habíamos alcanzado tras un arduo trabajo es un episodio desastroso. Y si no, que le pregunten a cualquier ex adicto a sustancias o comportamientos compulsivos y destructivos. Caer, en el caso más puramente emocional es caer en el
sufrimiento, en la tristeza, en el odio, etc. sobre el que nos vemos arrastrados por completo. Aparecen las neurosis, el pesimismo, la falta de ilusión por vivir, la anulación del deseo y el amor por otros seres humanos, etc. Cuando ya hemos pasado por una situación tan terrible y que ha durado un tiempo considerable, y hemos salido, volver a esa ciénaga es la antesala de la desesperación.

El protocolo del ser humano con el daño es el siguiente: nacemos felices, entramos en barrena, buscamos salir y recaemos. Ahora, de lo que estamos hablando es del cuarto punto, después de haber tomado conciencia del daño recibido y haber trabajado para salir de ahí, resolverlo y ser felices. En esa cuarta dimensión donde creemos volver al punto dos en el que entramos en barrena es donde suenan todas las alarmas. “Si yo me lo he currado, he desarrollado conciencia, me he puesto manos a la obra, he resuelto un montón de dificultades que parecían imposibles y me he sentido fenomenal, ¿por qué narices vuelvo a estar como el culo?”. ¡Falso! Es un sentimiento engrandecido por lo inesperado, pero no es real. Nunca volvemos a estar en el mismo sitio. Y por supuesto, no estamos peor, sino mucho mejor. Lo que ocurre es que nos ha entrado eso que en términos técnicos se llama “mieditis aguditis”. Nos hemos hecho caca pensando que hemos vuelto al punto de partida, o que no hemos sido capaces de sujetar la felicidad todo lo fuerte que podíamos y se nos ha escapado. Sentimos que tal vez no volvamos a recuperarla y eso nos pone fatal.

Recaer cuando se ha hecho un trabajo personal intenso, no es caer al sitio donde estábamos. En este caso –misterios de la física- caemos a otro sitio, en otra dirección. En diagonal, transversal, en giro oblicuo… como sea. Pero no hacia atrás.

Debemos tener en cuenta que podemos volver a estar donde estábamos porque eso que hemos vivido, esa felicidad, esa sensación de poder la llevamos dentro de nosotros. Los cambios han sido grandes y ya no es posible la vuelta atrás.

Por lo tanto, sólo hay que buscar qué ha pasado para que se haya alterado esa armonía y resolver. No podemos hacer que salten todas las alarmas cuando en un pabellón de dos hectáreas se ha colado un ratoncito.

Esa experiencia ya forma parte de nosotros y podemos recuperar esa posición fácilmente. ¿Cómo? Además de ver la verdad de la situación que nos ha sacado de donde estábamos, hay que volver a alimentarse de amor incondicional: de los demás, de nosotros mismos y de la vida. Si de los demás ahora no hay mucho, nosotros estamos ahí para sacarnos adelante, y si existe algún problema técnico, está la Vida. Cuando nos llenamos de amor del bueno, del mejor, hay un momento donde existe un estímulo positivo que nos hace catapultarnos a la posición que creíamos abandonada e imposible de recuperar: la de estar bien, tranquilos, en paz, en armonía, felices y llenos de amor.

Resumen de los pasos a seguir:
  • Saber que es fácil recuperar nuestro estado de felicidad.
  • Ver qué ha pasado. Comprenderlo y resolver.
  • Alimentarnos de amor.
  • Buscar el estímulo positivo que nos devuelve a nuestro lugar.
  • Disfrutar, mantenerlo y seguir desarrollando.
Pues eso, a seguir creciendo, amando y haciéndonos más fuertes y poderosos para la Vida.

2 comentarios:

  1. Fuera el sentimiento de culpa. A resolver porque es la única forma de seguir adelante!! Qué intenso este artículo, me da qué pensar y reflexionar. Lorena

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