Es fabuloso saber que hoy 20 de noviembre el
niño y la niña tienen dedicado el día, ya no internacional sino universalmente.
Y falta hace. Es fabuloso saberlo porque el 20 de noviembre en España esta
fecha es recordada por otro motivo y algunos con muy mala leche todavía salen a
la calle a manifestarse a favor del fascismo y el régimen franquista. Por
supuesto, no podemos olvidar la historia para que no se repita y ese día
seguirá siendo recordado como el final de cuarenta años llenos de negrura por
la represión, la falta de libertad, la injusticia, la impunidad.
Sin embargo, dedicar el día a crear, a
construir y a celebrar con los niños que ellos son los dueños de sus vidas y
que los adultos somos suyos para que se desarrollen y para guiar y educarlos
sanamente es lo mejor que podemos hacer. Esto debería ser todos los días, eso
lo tenemos más que
claro, cristalino, pero no es excusa para no alegrarse por ello y abrir conciencia en la lucha por los derechos fundamentales de los niños y niñas.
claro, cristalino, pero no es excusa para no alegrarse por ello y abrir conciencia en la lucha por los derechos fundamentales de los niños y niñas.
Todos los niños y niñas tienen derecho a la
vida, a ser queridos, a tener una familia -y no que les hagan rebajas robándoles al padre o a la madre o a cualquier otra parte de la misma-, una educación digna, ser cuidados,
respetados, a vivir aventuras y disfrutar, tienen derecho a que sus ilusiones
sean cuidadas, protegidas y defendidas. Tienen derecho a un entorno de amor, de
igualdad, donde no sean discriminados por ningún motivo. Los niños y niñas
tienen derecho a ser tratados como seres humanos, que es lo que son, y a que su
desarrollo está garantizado. Y por supuesto, tienen derecho a que nadie les
robe su infancia, ni sean utilizados como moneda de cambio, como arma
arrojadiza entre padres y madres divorciados o separados. Nadie tiene el
derecho de robarles su inocencia para casarlos –a las niñas- con señores que
podrían ser sus abuelos, ni de abusar de ellos y ellas sexualmente, de
utilizarlos como escudos humanos –a los niños- como niños soldado. Tienen todo
el derecho a una infancia feliz. Así de claro.
Lo que nos pase a los adultos como adultos es
cosa nuestra y es para resolverlo. Si no lo hacemos, contribuiremos a
desgraciar a la siguiente generación. Es como el mecanismo de la venganza: si
nadie lo para, lo que alimentamos es la destrucción de seres humanos
vulnerables, puros y vitales, y a su vez, ellos harán lo mismo, excepto
honrosas excepciones, porque así lo aprendieron.
Somos espejos en los que los niños se miran y
si ven horror y sufrimiento, ése será el modelo a seguir y el mundo que
heredarán, para desgracia de todos.
¿Qué podemos hacer? Salvando a un niño o
niña, salvamos el mundo, porque eso da la esperanza de que todas sus relaciones,
incluidos descendientes, beban de esa misma fuente, convirtiéndose así en
ejemplo y defensor o defensora de la vida. Por eso cada ser vivo es
fundamental, porque tiene el poder de salvar o destruir. Y no olvidemos que los
hijos y las hijas, son de todos. Todos somos su tribu, sin excepción. Una tribu
muy grande, eso es verdad, pero no estamos separados unos de otros. Esa idea
peregrina, la de que cada uno está solo y va a lo suyo, es una deformación de
la mente. Estamos interrelacionados y lo que hagamos o no hagamos va a afectar
a todos los niños y a todas las niñas.
¿Qué hacemos con los niños y niñas que están
más lejos, en otras partes del mundo, a los que ni siquiera conocemos? Cuando,
por el motivo que sea, no hay adultos que protejan a esos niños y niñas y estén
a su lado, como ocurre en familias donde están siendo maltratados, o en
entornos de miseria, o en conflictos bélicos, nos conectamos espiritualmente a
ellos. Esto significa que les transmitimos desde nuestro espíritu, que no están
solos, que son queridos, que la vida les quiere, que estamos luchando para
cambiar el mundo y que nuestro espíritu vela por ellos. Les transmitimos que
comprendemos su dolor y que su espíritu no debe rendirse ante la barbarie. Les
transmitimos, asimismo, que son sagrados y que sigan rebelándose a la locura de
los adultos que en lugar de protegerles, como es natural, los atacan.
Todos llevamos un niño o una niña dentro que
tiene ilusión por vivir, por disfrutar, por compartir, por amar y ser amados.
Si nos han roto algo de eso, lo que toca es pegarlo con pegamento y mucho amor,
pero desde luego, no pagarlo con nadie, porque eso es de bajunos y miserables.
Así pues, celebremos hoy y cada uno de los
días el Día Universal del Niño y de la Niña para alegría de todos. Seguro que
conectamos de nuevo con lo fundamental de la vida, que es vivir y ser medio
para que otros vivan.
Una INFANCIA FELIZ para tod@s l@s niñ@s no es una utopía, es una responsabilidad y un compromiso para tod@s l@s adult@s. Grandes palabras. Gracias!! Lorena
ResponderEliminarHola Mayte!!!
ResponderEliminarTengo que hacer un trabajo para la facultad sobre la infancia y me he acordado de tí y tu blog, y qué alegría! Gracias por tu clareza y amor,
te animo a que sigas publicando! :)
un beso!