De todos es sabido que los cuentos encierran
mensajes de todo tipo: buenos y no tan buenos, por no decir pésimos. Ayudan a
los adultos a hacer entender a los niños de una manera lúdica y creativa comportamientos
que son buenos, valores para que los desarrollen, aunque en muchos casos, el
miedo que transmiten, es innecesario. Sin embargo, los niños
necesitan proyectar lo que les ocurre en personajes: identificarse con los
buenos y que los malos pierdan. Los malos suelen ser lobos, ogros o monstruos,
entre otros, que no son malos, sino que se han alejado del bien.
Pero sobre todo hay muchos mensajes machistas
que se han ido subsanando en los últimos tiempos por la conciencia adquirida
tanto de padres como de madres así como de profesores, profesoras, artistas que
trabajan con niños y niñas, y otros educadores y educadoras. (Siento el “os/as
os/as…” pero tratándose de diferencia de género, habrá que escribirlo
adecuadamente).
Por supuesto, aún queda mucho por hacer. Dentro
de los cuentos, un tema peliagudo para las niñas, mujeres y por extensión a
todos los seres humanos es el de las princesas. Podríamos titularlo “princesas
vs brujas”.
Las princesas dan un horrible ejemplo de
comportamiento, así como los reyes y los príncipes. Tanto en sus valores como
en su relación. Por no hablar de la jerarquía social, pero eso ya es tema
aparte, puesto que tooodas las niñas son princesas y toooodos los niños son
príncipes o caballeros. Los hay incluso reyes y reinas, pero nunca pueblo
llano. Así que todos iguales.
¿Qué ocurre con las princesas? Que pasan de
sus padres a sus maridos. Así, sin tapujos. No es que sea cuestionable enamorarse; de
hecho, es maravilloso y lo más grande que nos puede pasar. Lo malo es que el príncipe la “rescate”. La autoridad en
todo caso siempre es la del hombre en formato padre o pretendiente/marido.
La descripción de los valores de las
princesas suele ser terrible: bella, con una voz como los ángeles, con la piel
como el terciopelo, los cabellos sedosos,… En fin, una descripción de muñequita
que aunque intentan hablar de su alegría y su viveza, sigue siendo un objeto
decorativo y siempre con menos autoridad que la figura masculina.
Es cierto que muchos de los cuentos de
princesas se ambientan en la edad media o en una marco donde había caballeros,
reyes, escuderos, por lo que la sociedad en ese contexto era completamente
machista. Sin embargo, es urgente adaptar esos cuentos a una conciencia de
igualdad, donde las niñas son autoridad igual que los niños.
¿Cuál es la consecuencia de mitificar el rol
de la princesa y contaminar con ese modelo la conciencia de las personas que,
por edad están desarrollando su poder, su autoimagen, sus valores? Que la mujer
que no es una princesa, se transforma automáticamente en bruja. Y eso lo saben
tanto las niñas como los niños y se queda grabado en su interior para aflorar
diez años más tarde cuando empiezan a madurar amorosa y sexualmente.
¿Quiénes son las brujas? Las brujas son las mujeres
rebeldes que no han aceptado el papel de princesa si eso significaba renunciar
a su propia autoridad y sabían que ellas eran iguales que los hombres, que no
necesitaban una actitud paternalista, sobreprotectora y adoptar el papel de
tonta y delicada damisela. Sin embargo, a causa de esa rebeldía, esa mujer es rechazada
y marginada socialmente, tanto por los hombres que no aceptan compartir el
poder con la mujer y se lo roba, como las mujeres que se venden a ese tipo de
hombres, quedando así injustamente denostada, denigrada, marginada y condenada
al ostracismo.
Lo que no sabía la bruja es que seguía
aceptando la autoridad equivocada del misógino y la vendida, por ello se fue
apagando, oscureciendo y apartándose del amor. La injusticia dejó que la
transformara en justiciera y comenzara a vengarse de todos los que le habían
hecho daño, aceptando la soledad y el desamor. Eso es lo que le transformó en
bruja.
Por ello, la rebeldía de la mujer es
necesaria para todos: para que los hombres sepan que las mujeres no son unas
barbies tontas del culo, a las que hay que cambiar por otras cuando su
juventud, su pelo sedoso, su piel de terciopelo vayan dejando paso a una mujer
igualmente bella por su amor, por su autoridad, por su poder, digna de respeto
y de admiración; y para que las mujeres sepan que los hombres aman de
verdad.
La bruja se equivoca cuando, después de
rebelarse a ser un ser humano de segunda categoría, no se rebela a la condena de los
equivocados.
Así que cualquier mujer que esté comenzando a
radicalizarse por la injusta condena que sufre, necesita rebelarse. A nadie le
gustan las amargadas, pero sí nos encantan los y las rebeldes. Ellos y ellas
cambian el mundo cuando no aceptan ninguna jerarquía y luchan por la igualdad y
la unión verdadera.
Amén.
ResponderEliminarGracias y muchas Maite! Este artículo definitivamente me ayuda a tomar una decisión que se me estaba resistiendo... Porque yo siempre quise sentirme princesa por su amor pero con la fuerza y poder de la bruja y enamorar siempre al hombre. Y cambiar las perdices por calabacines!
Responsabilidad de cada un@ es también alimentar al lobo adecuado que contaba la leyenda que hay en nuestro interior. Lorena
ResponderEliminar