Y vienen y te preguntan “A ti
¿qué te pasa? ¿Cuál es tu problema?”. Y se oye el eco de tus pensamientos que
buscan entre neuronas y neurotransmisores alguna respuesta válida para salir
del paso. Aunque siempre con la esperanza de encontrar la verdad si somos
honestos.
Quien nos pregunta puede ser
alguien que nos quiere o incluso nosotros mismos tratando de averiguar qué hay
más allá de la falta de consecución. Por supuesto, si nos lo pregunta alguien
que no está en esa posición de cercanía y vínculo no nos vamos a molestar ni en
pensarlo. Con un simple “Nada. No me pasa nada” damos la conversación por
concluida.
Sin embargo, ofrecer esa
respuesta cuando el interlocutor se interesa de verdad por nuestro estado y
busca ayudarnos, es un sabotaje en toda regla
para resolver.
para resolver.
Desgraciadamente, siempre pasa
algo, lo reconozcamos o no. No es por ser agoreros, pero tal y como está el
patio, negar que existan problemas, dificultades, bloqueos y mucha depresión
sería mentir como bellacos. No ver que llevamos una herencia de daño, desamor y
soledad nos conduce directamente a la condena como seres humanos.
Ahora bien, después de haber
aceptado que hay algo -del tamaño que sea- por resolver, el siguiente paso es
saber qué es. Debemos saber que no interesa al sistema basado en la injusticia,
el abuso y el egoísmo que seamos personas plenas de conciencia y desarrolladas
en nuestros valores. Es mucho menos peligroso disponer de hombres y mujeres
disfuncionales que se dedican a neurotizarse con cualquier cosa que no sea la
causa real. Para ello hay un montón de cebos.
Cada vez nos sentimos peor y esa
pena o esa rabia la orientamos a donde nos dicen que lo hagamos si no descubrimos
qué hacer con ella y qué lo provoca. De hecho acabamos desahogándonos con el
vecino que hace ruido, con los inmigrantes que “nos quitan” el trabajo, con el
compañero de trabajo que llega tarde o con el coche que nos adelanta sin poner
el intermitente.
El problema nunca es tan
superficial. Hay que excavar unas cuantas capas, aunque nos venga fatal, no nos
apetezca nada y se nos ponga el cuerpo del revés sólo de pensar y de sentir el
marrón que tenemos encima y al que tenemos que enfrentarnos. “¿Podremos?”, “¿Acabará
bien la cosa?”, “¿Será ahora el momento?”, “¿Me quedaré solo?”. Y un montón de
interrogantes más que nos ponen de un contento que no te quiero ni contar...
Por otro lado, están los pros: “Tenemos
toda la vida para hacerlo”, “¿Qué podemos perder?”, “¿Qué podemos ganar?”, “¿Qué
otra cosa podemos hacer?”. Es decir, que luchar por la vida es una actitud que
nos hace enorgullecernos de nosotros cuando pasa la tormenta. Mirar para otro
lado no es una opción si no queremos acabar con tortícolis. Aunque no lo
creamos son muchos años, compuestos de muchos meses, que a su vez están llenos
de semanas, de días, de horas, de minutos, de segundos, como para no tomar la
decisión de armarnos de valor y luchar por vivir. Y eso supone desarrollar
conciencia, identificar el problema, conectar valores, recursos y estrategias
para resolverlo.
Sobre el tema de identificar el
problema, si no profundizamos se dan paradojas como la que menciona David Mamet
al referirse a Alemania con una amplia población de antisemitas habiendo cada
vez menos judíos en ese país. Por supuesto, es un ejemplo como cualquier otro,
que nos ayuda a darnos cuenta de que podemos pasarnos la vida haciendo el
canelo, generando animadversión por una o varias personas, y muy entretenidos
para no plantearnos lo que de verdad nos pasa y luchar para cambiarlo.
Poner el problema donde no está
es un fracaso existencial como seres humanos. Somos mucho más inteligentes y
perseverantes como para no tragarnos cualquier cosa. Si conectamos nuestra
conciencia, cuando identificamos el daño, éste resuena dentro de nosotros de
tal manera que nos vamos orientando hacia dónde ir y evolucionar. Ése es precisamente
el significado de vivir, de trascender, de sanar, de realizarse.
Cuanta Verdad Maite!
ResponderEliminarmuchos besos y enhorabuena!!
La de veces que sale como respuesta automática "estoy vien". Bien con v, claro, porque es una trola que se admite como frase hecha.
ResponderEliminarSinceridad con uno mismo y superar el miedo a crecer porque quedándote entre los límites no deja disfrutar del sol, ni del brillo de las estrellas, ni de que te toquen el alma... Lorena.