4 de julio de 2012

Dónde está el problema, matarilerilerile...

Y vienen y te preguntan “A ti ¿qué te pasa? ¿Cuál es tu problema?”. Y se oye el eco de tus pensamientos que buscan entre neuronas y neurotransmisores alguna respuesta válida para salir del paso. Aunque siempre con la esperanza de encontrar la verdad si somos honestos.

Quien nos pregunta puede ser alguien que nos quiere o incluso nosotros mismos tratando de averiguar qué hay más allá de la falta de consecución. Por supuesto, si nos lo pregunta alguien que no está en esa posición de cercanía y vínculo no nos vamos a molestar ni en pensarlo. Con un simple “Nada. No me pasa nada” damos la conversación por concluida.

Sin embargo, ofrecer esa respuesta cuando el interlocutor se interesa de verdad por nuestro estado y busca ayudarnos, es un sabotaje en toda regla
para resolver.

Desgraciadamente, siempre pasa algo, lo reconozcamos o no. No es por ser agoreros, pero tal y como está el patio, negar que existan problemas, dificultades, bloqueos y mucha depresión sería mentir como bellacos. No ver que llevamos una herencia de daño, desamor y soledad nos conduce directamente a la condena como seres humanos.

Ahora bien, después de haber aceptado que hay algo -del tamaño que sea- por resolver, el siguiente paso es saber qué es. Debemos saber que no interesa al sistema basado en la injusticia, el abuso y el egoísmo que seamos personas plenas de conciencia y desarrolladas en nuestros valores. Es mucho menos peligroso disponer de hombres y mujeres disfuncionales que se dedican a neurotizarse con cualquier cosa que no sea la causa real. Para ello hay un montón de cebos.

Cada vez nos sentimos peor y esa pena o esa rabia la orientamos a donde nos dicen que lo hagamos si no descubrimos qué hacer con ella y qué lo provoca. De hecho acabamos desahogándonos con el vecino que hace ruido, con los inmigrantes que “nos quitan” el trabajo, con el compañero de trabajo que llega tarde o con el coche que nos adelanta sin poner el intermitente.

El problema nunca es tan superficial. Hay que excavar unas cuantas capas, aunque nos venga fatal, no nos apetezca nada y se nos ponga el cuerpo del revés sólo de pensar y de sentir el marrón que tenemos encima y al que tenemos que enfrentarnos. “¿Podremos?”, “¿Acabará bien la cosa?”, “¿Será ahora el momento?”, “¿Me quedaré solo?”. Y un montón de interrogantes más que nos ponen de un contento que no te quiero ni contar...

Por otro lado, están los pros: “Tenemos toda la vida para hacerlo”, “¿Qué podemos perder?”, “¿Qué podemos ganar?”, “¿Qué otra cosa podemos hacer?”. Es decir, que luchar por la vida es una actitud que nos hace enorgullecernos de nosotros cuando pasa la tormenta. Mirar para otro lado no es una opción si no queremos acabar con tortícolis. Aunque no lo creamos son muchos años, compuestos de muchos meses, que a su vez están llenos de semanas, de días, de horas, de minutos, de segundos, como para no tomar la decisión de armarnos de valor y luchar por vivir. Y eso supone desarrollar conciencia, identificar el problema, conectar valores, recursos y estrategias para resolverlo.

Sobre el tema de identificar el problema, si no profundizamos se dan paradojas como la que menciona David Mamet al referirse a Alemania con una amplia población de antisemitas habiendo cada vez menos judíos en ese país. Por supuesto, es un ejemplo como cualquier otro, que nos ayuda a darnos cuenta de que podemos pasarnos la vida haciendo el canelo, generando animadversión por una o varias personas, y muy entretenidos para no plantearnos lo que de verdad nos pasa y luchar para cambiarlo.

Poner el problema donde no está es un fracaso existencial como seres humanos. Somos mucho más inteligentes y perseverantes como para no tragarnos cualquier cosa. Si conectamos nuestra conciencia, cuando identificamos el daño, éste resuena dentro de nosotros de tal manera que nos vamos orientando hacia dónde ir y evolucionar. Ése es precisamente el significado de vivir, de trascender, de sanar, de realizarse.

2 comentarios:

  1. Cuanta Verdad Maite!
    muchos besos y enhorabuena!!

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  2. La de veces que sale como respuesta automática "estoy vien". Bien con v, claro, porque es una trola que se admite como frase hecha.
    Sinceridad con uno mismo y superar el miedo a crecer porque quedándote entre los límites no deja disfrutar del sol, ni del brillo de las estrellas, ni de que te toquen el alma... Lorena.

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