30 de agosto de 2013

Lo que podemos hacer

De los creadores de “La gente es lo peor” y “El mundo está hecho un asco” llega... “¡Todos hablan pero nadie hace nada!”

En cualquiera de las tres afirmaciones, nos vemos como marcianos, abservando desde nuestro planeta lo que pasa en la Tierra, como si nosotros no tuviéramos nada que ver. Para tener esa actitud sólo hay dos opciones: o los demás son peor que nosotros o nosotros somos mejor que los demás. En cualquier caso, hacemos lo mismo: quejarnos y criticar, cosa que deja una sensación de pesimismo en el ambiente y de culpabilización al personal. 

El gobierno nos hace la vida imposible, las multinacionales nos quitan el trabajo, los bancos nos rematan, las leyes están acabando con el bienestar
social,… Vamos, una retahíla de situaciones impuestas aparentemente sin salida.

El panorama ciertamente es lamentable y como nos pongamos a pensar lo que nos queda si no hacemos nada al respecto, podemos acabar llorando o caminando como almas en pena preparados para ir al matadero. Como si nuestra vida dependiera de otros y no de nosotros.

En el caso de que aún estemos vivos, hay "algo" por muy pequeño que sea que nos indigna profundamente, y hay otro “algo” que respetamos.

Por supuesto, todas las situaciones injustas son motivo de indignación y todo lo que ha creado la Vida es digno de respeto. Sin embargo, como cada ser humano tiene una sensibilidad especial no será lo mismo para una persona que para otra. Por ejemplo, para una puede que lo que más le indigne sea el abuso a los niños y lo que más respete sea a las personas que hacen el bien.

Esto significa que hay algo que nos moviliza por dentro y algo que nos ayuda a seguir luchando. Es posible que ambos coincidan pero también es posible que no lo hagan.

Lo que nos mueve las entrañas y la conciencia debemos alimentarlo, mirarlo a los ojos, no evadirnos o pasar de ello. Es lo único que nos va a centrar para cambiar la realidad. Focalizando y haciéndolo nuestro. Cuando lo tenemos claro, toca la parte de encontrar el ancla para lanzarnos, desarrollar un vínculo con lo que nosotros respetamos. Si no desarrollamos este aspecto, podemos convertirnos en guerrilleros en lugar de rebeldes. Es decir, sentirnos tan indignados que vamos a la lucha en la que todo está permitido. Y todo no lo está: la violencia no lo está, hacer sufrir tampoco.

Si estamos cargados de esa indignación lo que toca es saber que aquello que respetamos lo ha creado la Vida y por lo tanto, es sagrado. Si respetamos a las personas que aman, la ilusión de los niños, los seres humanos que luchan por la dignidad,… sabemos que no estamos solos en esa lucha, que todo lo que respetamos está con nosotros.

Por último, lo que toca es tener claro que siempre, siempre, siempre, se pueden cambiar las realidades enfermas por realidades sanas, por realidades ideales, aunque no sepamos cómo. Como esto no lo tengamos cristalino, fracasaremos con todo el equipo porque habrá un momento en que entremos en duda. Y ahí, ya han podido con nosotros. Por supuesto que luego uno se puede levantar (más vale), pero siempre es mejor no perder el tiempo y la ventaja en caerse y recuperarse.

Después de todo esto, si hay alguien que sigue quejándose sin mover ficha, es bajo su responsabilidad. El que pasa a la acción, no se suele entretener en criticar o quejarse porque sabe que no hay tiempo que perder.

Todos los que roban aprovechan el momento en que la “víctima” está distraída para hacerlo y cuando nos damos cuenta nos han desvalijado la casa… o todos los derechos sociales que han conseguido, gracias a su lucha, todos nuestros antepasados y antepasadas.

Eso no ocurre cuando estamos atentos, protegemos, defendemos y construimos.

¿Qué te indigna? ¿Qué respetas profundamente? ¿Sabes que lo puedes conseguir? Pues… ¡adelante!

3 comentarios:

  1. Que razon tienes Maite!
    criticarlo todo y no hacer nada por cambiar lo que esta mal es un deporte nacional e internacional.Es mas facil quejarse que cambiar,y esa es la clave rebolucionar.la poltrona y la amargura para nada.
    Ismael

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  2. Me indigna la mentira y si hay algo que me indigne mas es la cobardia,pero lo que mas ,mas ,mas ,pero mas me indigna es la mala voluntad.cero de tolerancia.
    Guillermo desde Sevilla

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  3. Fundamental creer en nuestro propio poder, porque de hecho tod@s somos poderosos para el bien, y podemos actuar, defender y proteger a quien lo necesita sin delegar en terceros como si nosotr@s no pudiéramos hacer otra cosa más que esperar al movimiento de los demás. SOMOS MOTORES DE ACCIÓN Y CAMBIO!! Brum, brrrummmm.... allá voy!! Gracias ;) Lorena.

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