20 de abril de 2012

¡Aaah, que me hierve la sangre...!

Estaría fenomenal decirlo de otra forma más contundente, pero por escrito no resulta elegante, así que hablaremos de indignación, aunque nos toque… la moral.

Cuando decides romper con la condena de fracasar en el propósito, en la ilusión que tienes, y cuando decides romper con la herencia familiar negativa para desarrollar sólo la positiva y curar el daño que esté anidando dentro, aparece alguien –uno o varios, hombres o mujeres- que te comunican algo terrible que busca neutralizar ese arranque de ser libre, de resolver, de realizarse, de ayudar, etc. Es diferente para un hombre que
para una mujer, pero igual de indignante en ambos casos. En el de la mujer, tratan de quitarte la autoridad, argumentando que estás loca, o que estás manipulada. Vamos, que esa neurona que según estudios científicos parecía que tenía la mujer, se debió perder en las últimas rebajas, según ellos.

En el caso del hombre, el mensaje con el que le bombardean es “vas a fracasar estrepitosamente, vas a acabar solo y no va a servir de nada todo lo que hagas”. Un regalito, vaya.

Éste es el primer movimiento del resto de los borregos cuando tratas de salir del rebaño. En este caso, hay dos tipos de borregos, los activos y los pasivos. Los pasivos se dedican a sufrir casi exclusivamente, y los activos son los que tratan de bloquear el impulso de transformación de cualquiera que quiera “abandonarlos”. Y se ponen firmes en el momento en que comunicas que este movimiento que tú haces es para todos, y que es importante que todos hagan algo parecido, se liberen del castigo de permanecer sometidos al desamor, al sacrificio, a la pena, al odio, etc. Ahí buscan dar su golpe de efecto, para que tú “mueras” en el intento y sirva como castigo ejemplar para todos los que quieran seguirlo. Lo que ocurre es que con un nivel de conciencia donde has visto por dónde es y por dónde no, no puedes traicionarlo. Si lo haces, te condenas de por vida. Y no hay vuelta atrás, a la ignorancia, a la irresponsabilidad, al borreguismo.

Lo fundamental para salir de esa trampa es no dar ninguna autoridad a las personas que hacen eso, y denunciarlos públicamente, es decir, defenderse de la calumnia, el acoso y derribo, el desprecio, la infravaloración y la anulación de autoridad a la que buscan someterte. En resumen, hay que indignarse.

La venganza nos sacaría de la bondad y la conciencia, y permitir que se erijan en autoridad, sería concederles poder.

Es importante saber que utilizan cualquier truco sucio para atemorizar al resto y ponernos en duda. “Nos abandonas”, “eres un egoísta”, “eres un radical”, etc. Son mentiras con las que manipulan. Y las amenazas de “te vas a quedar solo”, “vas a sufrir”, etc. Son la siguiente estrategia.

Es fundamental indignarse, porque si no, la valentía de la persona que defiende la vida es devorada por la cobardía de los que desprecian el amor.

Yo como mujer, no acepto que ningún hombre se coloque su autoridad por encima de la mía. La rechazo y me rebelo. El machismo y la misoginia, lamentablemente, están a la orden del día. Y me consta que hay hombres buenos y valientes que defienden el amor y las relaciones de verdad, y tampoco aceptan esa imposición.

Con que una sola persona lo hiciera ya estaría el germen para que las futuras generaciones pudieran recogerlo y transmitirlo. Por eso cada persona es fundamental.

O todos vamos bien, o todos vamos mal. No podemos contribuir a esto último.

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