13 de abril de 2012

¡Oiga! ¡Que me devuelvan mi alegría! ¿Oiga...?

¿Cómo quitar el color negro? Con blanco. ¿Cómo atenuar algo salado? Con azúcar. ¿Cómo sacarse la pena de encima? Con alegría. No hay otra manera. Sin embargo, no vale cualquier tipo de alegría. Para hacer un exorcismo de ese tipo, no es suficiente con reírse un rato, aunque mejor eso que nada, por supuesto. Pero esa alegría es superficial y sirve para sacarnos de la pena superficial.

La alegría que cura la pena profunda, la pena de sentirnos solos, la pena de no haber sido queridos lo suficiente, la pena del desamor, sólo la cura la alegría de vivir.

Conectar con el gozo de la vida, no es una tarea sencilla. Hay veces que está tan tapado, que hay tantas capas de ceniza encima que no vemos las ascuas y creemos que el fuego ya está apagado. Puede ocurrir. Podemos tener nuestra ilusión y nuestra alegría enterradas o en cuidados intensivos. La buena noticia es que siempre podemos resucitarla y bajarla a planta.

¿Qué nos puede hacer conectar con la alegría de sentirnos vivos cuando queremos morirnos y nos dejamos arrastrar por la desolación? El amor. El amor que nos tiene la vida. El amor que sentimos hacia nosotros mismos, si no es ahora, de adultos, entonces el amor que tenemos a los niños que fuimos y que nos acompañan en esta aventura, que permanecen en nuestro interior.

Con este triángulo ya hemos completado el círculo de dar y recibir. La vida nos ama, nos protege, vela por nosotros y nosotros, a su vez hacemos lo mismo con nosotros mismos, con nuestros niños internos que se sienten desposeídos de cuidados, defensa y amor. Esto quiere decir, que incluso en las peores circunstancias se puede generar una relación de amor provisional* mientras seguimos abriéndonos a nuevas relaciones donde podamos amar y donde puedan amarnos.

Aquí comienza la aventura que nos robaron en la adolescencia, más o menos. La aventura de vivir, de sentirnos dichosos por quien somos, por lo que soñamos y por lo que desarrollamos.

* Al ser sociales por naturaleza, no podemos mantener una situación durante mucho tiempo donde no alimentemos a otros y no nos alimenten.

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