19 de abril de 2012

Mañana seré feliz

A veces estamos cercados, tanto que no vemos la vía de escape. Es el momento de enfrentarnos a todos los fantasmas.

Cuando somos pequeños y hay algo que no nos gusta, buscamos sustituirlo por algo que sí, por algo que nos pone contentos, que nos conecta con una ilusión. Es decir, que si llueve en la calle y teníamos ilusión por ir al parque, nos evadimos pensando el día que vayamos de excursión en verano. Cuando tenemos un examen, tratamos de pasar el mal trago y proyectamos en las vacaciones nuestra alegría. Si Manolito nos gusta pero no nos corresponde y prefiere a “la Sonia”, nos imaginamos el día que seamos más atractivas que ella y nos llevemos de calle al que queramos, incluido Manolito, al que ya veremos si le damos nuestra
cartilla de baile o un plantón. Y así sucesivamente.

Esto viene a llamarse “mañana seré feliz”. Porque creemos que hoy no pueden darse las circunstancias, pero mañana sí.

“Hoy no dispongo de dinero para salir por ahí, pero cuando sea pudiente, no voy a entrar en casa. ¡Lo bien que me lo voy a pasar! Ahora no tengo novio, pero cuando me lo eche, ¡va a ser la pera limonera! No me dedico profesionalmente a lo que me gustaría, pero un día de estos, me van a llamar de un curro que me va a cambiar la vida. ¡Fijo! Bueno, bueno, bueno, y ¿los amigos? Ya sé que no tengo, pero eso va a ser sólo empezar, porque luego ¡no van a parar de llamarme por teléfono y querer estar conmigo!(…)”.

Normalmente esto ocurre por eliminación. Es decir, que si nos va mal en los estudios por ejemplo, proyectamos la realización en los amigos, y si no, en el novio, y si no, en viajar, y si no, en los hijos, y si no… y si no… ¿y si no? Ahí es cuando se nos van cerrando las opciones, las posibilidades.

¿Qué ocurre cuando ya no podemos proyectar al futuro de una manera más o menos “sana” dentro de que estamos evitando resolver constantemente? Pues que acabamos creyendo que seremos felices en la próxima reencarnación, con mucha suerte, o que nuestro futuro está en Marte, pero que aquí ya está todo el pescado vendido. Es decir, ya no podemos vernos como superatractivas en el futuro porque el futuro ya ha llegado, y lo de recauchutarnos con silicona como medida desesperada y tirarnos en el gimnasio ocho horas diarias de forma compulsiva, no da los resultados deseados, sino todo lo contrario.

Lo de soñar con unas vacaciones en Roma, Gregory Peck incluido, cuando no hemos salido de Alpedrete, se hace misión imposible, y lo de ganar dinero –sin robar- como remuneración adecuada a mi trabajo, es como el milagro de los panes y los peces. Y así con todo.

Hemos estado asumiendo una situación de fracaso tras otra sin resolver y ahora nos hemos quedado sin recursos en nuestras ilusiones. Es como si las hubiéramos quemado una tras otra.

Por eso es necesario soñar, proyectar ilusiones en el futuro y construir en el presente, es decir, resolver lo que nos bloquea. Porque lo que hacemos ahora mismo es el peldaño que construye el camino al futuro a corto, medio y largo plazo.

No es necesario renunciar a ningún tipo de realización. De hecho, si lo hacemos, cometemos una enorme equivocación.

Vamos, ¿que Manolito no me elige a mí? Él se lo pierde, pero yo no sufro por ello, porque ya soy atractiva ahora, y con un amor maravilloso, y con todos los valores que tiene una niña/adolescente/mujer y que estoy desarrollándolos.

¿Que sigo sintiéndome poco inteligente porque suspendía de forma sistemática en el colegio o instituto? Habrá que revisar esa creencia porque es falsa. Probablemente nadie dio un duro por mí y acabé creyéndome que era tal y como decían los adultos: un/a vago/a, despistado/a, sin interés, etc. cuando no me habían dado la oportunidad.

¿Que no tengo ni un pavo? Anda, ¿y por qué? Echarle la culpa a la crisis no sirve de mucho. Saber que las circunstancias que vivimos son desfavorables, sí. Pero culpar a algo o alguien nos exime de responsabilidad y de acción, apoltronándonos en el sofá. Así que, teniendo en cuenta que el momento es de una injusticia social apabullante, busco salir adelante, vivir, y no dejarme llevar por la corriente de pánico, depresión o ira con la que intentan arrastrarnos. Trabajo por la vida, por ayudarme a mí a sacarme adelante y a los demás. Con ese objetivo dejo de rayarme con la falta de dinero.

¿Que tengo que ir a Alpedrete de vacaciones? ¡Genial! Y no renuncio nunca a ir a Roma, aunque lo de Gregory Peck está un tanto comprometido.

¿Que no tengo relaciones de amor de verdad? ¿Seguro? Trabajo para tenerlas, conmigo mismo y con las personas que estén en mi onda. La Vida me ayuda, porque cuando me pongo a su servicio, todo entra en sintonía y pone en mi camino lo que voy buscando. No estamos solos.

Lo importante es preguntarnos “¿Cuánto creo que es posible lo que quiero?”. Y por supuesto, respondernos. Si tardo más de dos segundos en contestar o la respuesta es “poco”, “muy poco” o “nada” hemos renunciado hace tiempo. No hace un par de años o un par de décadas -igual sí, depende de la edad que tengas-; hemos renunciado en la adolescencia.

Urge hacer un repaso a todos nuestros sueños de infancia y adolescencia y ver su estado para hacerles una reanimación cardiovascular si fuese necesario y luchar por sacarlos adelante y ser medio para que otras personas puedan realizar los suyos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario