25 de abril de 2012

Todo tiene solución menos...

Redactar la frase del título tal y como se conoce de manera íntegra, sin los puntos suspensivos puede dar a entender que defiendo esa expresión por completo, cuando no es así. La redacto de todas formas para verla en toda su magnitud: “Todo tiene solución, menos la muerte”.

Que la muerte no tiene solución sería verdad si fuera un problema. Pero no lo es. La muerte forma parte de la vida. Somos nosotros los que lo transformamos en problema por no saber vivir y no aprovechar el tiempo
que tenemos con este cuerpo –cada uno el suyo, claro- con fecha de caducidad.

Siendo la segunda parte del enunciado no del todo cierta, vayamos a la primera: “Todo tiene solución”. Aquí la dificultad es que no nos creamos eso. ¿Seguro que todo tiene solución? ¿De verdad hay una solución para cada problema? Entonces, ¿por qué no las buscamos?

En realidad decimos frases de este estilo porque la hemos escuchado en más de una ocasión y la aplicamos como consuelo de una situación, pero no nos lanzamos a por ella cuando no aparece. Si lo hiciéramos no estaríamos bloqueados en una o varias áreas de nuestra vida.

Primero es necesario conectar el problema, que no queremos ni ver, porque creemos que no se puede resolver. Y si no se puede resolver, no vamos a estar flagelándonos, así que desviamos la atención y miramos para otro lado. Eso sí, cada uno a su estilo. Y, además, como todos lo hacen, pues pasamos desapercibidos. De nuevo, viva la falta de responsabilidad y el borreguismo.

Después de conectar el problema, tenemos que decir como una mantra “todos los problemas tienen solución”. Eso nos libera de las emociones negativas. Si en lugar de como una mantra, creyéndolo profundamente, lo hacemos como un lorito, no vamos a encontrar ninguna estrategia que nos saque de donde estamos.

Por último, sabiendo lo anterior, nos queda ser conscientes de que tenemos el poder de conectar con la solución. Es decir, que nosotros podemos hacerlo. No tiene que venir ninguna otra autoridad a resolvernos la papeleta o a recomendarnos que nos resignemos.

¿Cómo conectar con la solución? Antes de eso, es imprescindible calibrar la magnitud del problema para dar una respuesta adecuada. Es decir, que si se me inunda la casa y yo la solución que busco es sacar el agua a cucharaditas, estoy haciendo el canelo, y por supuesto, fracasando.

Tras valorar la necesidad de respuesta, pongo todo al servicio del alma. Los grandes problemas o los que llevan enquistados mucho tiempo no voy a poder resolverlos con el cerebro exclusivamente, porque tiene sus límites y sus daños que aparecen en el momento más inoportuno, que es cuando nos lanzamos a cambiar una realidad por otra. Aunque, a decir verdad, los daños nunca son oportunos sino todo lo contrario.

Entonces pongo el cerebro, toda la conciencia intelectual al servicio del alma y desde ahí resuelvo. Conecto con la solución, con la estrategia para resolver. El alma lo que me dice es que todo lo que haga es para el bien de todos, incluido el mío, donde nadie sufra ni haga sufrir y donde se salve vida. Como la orientación para el cerebro está clara, dejo que trabaje en ese sentido, manteniendo el alma al timón.

Por último, después de haber conectado la solución hay que materializarla. Creer en eso que hemos encontrado y tomar la firme determinación de trabajar para ese fin, porque si no se queda en teoría. Es el momento de echarle lo que hay que echarle –ovarios o huevos-, y poner fe en nosotros.

Entonces, siguiendo con el ejemplo anterior, cuando trato de parar la inundación de mi casa, a lo mejor conecto con que es el momento de transformar mi casa en una terma gigante para todos mis amigos y para mí misma, y además quizá pueda ser una fuente de ingresos con la que comprarme otra casa.

Podemos equivocarnos, pero desde el alma, esos errores no son graves, forman parte del aprendizaje de hacerlo cada vez mejor.

Como todo, estos pasos requieren un entrenamiento. El entrenamiento consiste en entregarnos a esta causa, que es salvarnos de un bloqueo, en muchos casos, permanente.

Si vamos así por la vida, no nos atascaremos y evolucionaremos como seres humanos, de tal manera que la muerte no supondrá un problema, sino un acontecimiento que llega después de una plena realización, pudiendo irnos de este mundo tranquilos, dejando un buen legado a las siguientes generaciones.

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