28 de abril de 2012

Help!

Nos han educado muy bien para dejarnos sin recursos con los que realizarnos. En realidad, nos han domesticado, la educación es otra cosa bien distinta. En la educación, se reconocen los valores de los niños y niñas y se les enseña a hacerlo bien, teniendo en cuenta todo lo bueno que tienen y su sello personal a la hora de hacer las cosas, respetándolo en todo momento. En el amaestramiento al que nos someten, sufrimos un expolio de valores y nos hacen creer mentiras sobre nosotros o sobre el ser humano o sobre la vida que nos bloquean. Y nos empieza a crecer dentro de nosotros la semilla de algo que antes no estaba: la pena y el resentimiento, y por supuesto, la culpa de ver nuestras ilusiones truncadas.

Una de las más grandes mentiras que nos cuelan es que debemos hacerlo solos. Si no es que somos débiles. ¡Y una mierda! (Con perdón por la malsonancia). Nos manipulan de esa manera para librarse de cualquier
grupo organizado, aunque sea de dos personas, que desestabilice el status quo. Y ahí nos hemos quedado: sin recursos para salir adelante porque nos los han robado y sin ayuda que nos saque de esa mala situación.

A ver si nos entra en la cabeza: ¡solos/as no podemos! Pero ese mensaje está bien cuando tienes menos de diez años. Después más vale que seas el Llanero Solitario o por lo menos que lo parezcas, si no, vas a ser un debilucho, dependiente,… Y lo mismo versión femenina.

Antes en esta versión, en la femenina, se animaba a las mujeres a ser ayudadas con un tipo de ayuda que las inutilizaba por completo, y ellas asumían estar por debajo del hombre. Así acabaron con el papel de tontitas, etiqueta de la que muchas mujeres hoy en día han huido despavoridas posicionándose en el otro extremo, como los hombres, donde son autosuficientes a todos los niveles. Siempre aparentemente. Y acaban teniendo relaciones de utilización, de compra-venta, de interés para cubrir necesidades, conseguir algo, etc.

Para que se pueda ayudar tiene que haber dos personas por lo menos, una que necesite ayuda y la pida y otra que pueda ayudarle y lo haga.

EL/LA QUE PIDE. Pedir ayuda, como hemos comentado antes no es ser menos, ser inútil, etc. Se trata de ser consciente de la situación personal y querer cambiarla, y buscar los recursos para hacerlo. Debemos aprender a hacerlo, no que lo hagan por nosotros o que no nos den la oportunidad.

EL/LA QUE DA Dar ayuda no es ponerse por encima de la otra persona, ni comprarla, ni alquilarla. Dar ayuda es facilitar esa oportunidad de que otro/a, que no soy yo, se realice, porque yo ya he conseguido lo que el/la otro/a necesita. Consiste en ofrecer una vía de desarrollo. No es hacerlo por él/ella y convertirlo en un ser con una dependencia insana.

EL MIEDO DEL /DE LA QUE PIDE.
Que nos digan que no. En ocasiones nos aterroriza la idea de que nos nieguen la ayuda, y tomamos la actitud de niños y niñas desvalidos. Éste resulta un papel bastante patético teniendo en cuenta que somos personas adultas. ¿Qué pasa si nos dicen que no? Nada. Seguimos buscando ayuda hasta que la encontremos. Sin parar. Si tenemos que pasar por doscientas personas, pues pasamos. Recibir un “no” por respuesta no gusta a nadie, pero que nos dé la pataleta porque no nos hayan recibido como necesitábamos es mucho peor porque nos deja fuera de juego y con nuestra vida en peligro de realización.

Hay otro miedo totalmente justificado que es el precio de la ayuda. Cuando intentan cobrarnos por algo que nos pertenece por derecho como seres humanos sociales, que es la colaboración, el amor, acabamos renunciando a pedir. Que la ayuda tenga un precio es totalmente injusto, horrible, y genera una relación de abuso, donde el/la que ayuda aprovecha las circunstancias de necesidad natural del otro/a para sacar un beneficio personal. Ante esa oferta hay que posicionarse firme y decir que no. El precio que pagamos en caso de aceptar es muy alto, tan alto como acabar creyendo que las relaciones humanas consisten en eso y terminamos por participar en una sociedad de relaciones enfermas.

La idea errónea que recoge estos dos miedos es que la ayuda es jerárquica y el que da está por encima del que recibe. Mentira total,  por supuesto. Una madre no está por encima de su hijo; no es más que él Sólo le da lo que necesita de manera natural.

EL MIEDO DEL/ DE LA QUE DA.
Evidentemente, que abusen de él/ella. El/la que da lo que tiene -su sabiduría, su amor, su ejemplo, su tiempo, etc.- quiere saber si la persona a la que se lo ofrece va a usarlo para el bien, y para ser medio de ayuda a otras personas y, también, si cuando consiga lo que necesita va a abandonarle. Es importante que quede claro el vínculo y ver cómo va reaccionando la otra persona en la relación de ayuda. En cualquier caso, aunque todo se haya desarrollado bien existe el riesgo de que te deje colgada esa persona. En ese caso, se le da la responsabilidad de sus actos y no nos cerramos a seguir creando relaciones de amor con el/la siguiente, donde damos y recibimos.

En resumen, toda la protección y experiencia que vamos adquiriendo, la ponemos al servicio de la ayuda, aunque siempre existe la posibilidad de la traición, pero no por ello vamos a abandonar nuestra misión.

Somos parte de una red de vida, de seres vivos, donde tenemos dos papeles: ayudar y recibir ayuda, amar y ser amados, dar y recibir. En un momento de nuestra vida estamos en una posición y en otro momento en la otra. En según qué área necesitamos aprender o que nos enseñen. Ambos roles son necesarios y no hay uno que esté por encima del otro o sea mejor. La vida es co-dependencia natural, unión, relación y cuanto antes lo aprendamos antes resolveremos todo y antes disfrutaremos de verdad.

1 comentario:

  1. Co-dependencia natural... me cuesta mucho integrar eso. Aún hoy si necesito ayuda me da la sensación de que si la pido será una carga o es que yo no sé resolver, pero si paso por encima de eso y doy al otro la oportunidad al otro de que me diga el sí o el no te la doy en la mayoría te dan respuesta afirmativa y uno no es menos por necesitar esa ayuda. Es el placer de que te den la ayuda y de un día poder corresponder tú también libremente y porque quieres. LAM.

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