30 de abril de 2012

Lo que quiero y lo que no quiero

¿Qué quiero en la vida? …
¿Qué no quiero?...
¿Tenemos las respuestas a estas preguntas?
Probablemente estén desconectadas de nosotros desde hace años, a veces tantos años que debemos remontarnos a la infancia, cuando aún no nos habíamos contaminado socialmente.

Ahora somos nosotros los adultos y somos los que contaminamos a esos niños que saben claramente lo que quieren y lo que no. No sólo lo saben, si no que van a por ello, o por lo menos tienen el impulso de hacerlo hasta que un mayor impone su criterio. Generalmente los niños quieren amor, disfrute, aventura, estímulos positivos, relaciones que nutran el corazón, sentirse seguros, valorados, y desarrollar sus ilusiones. A menudo, les dan gato por liebre de tal
forma que todo lo anterior se sustituye por obligación, competición, ausencia de vínculos auténticos y la comunicación implícita de que todo lo que quieren, sus ilusiones no van a ser posibles. Como eso nos rompe por dentro, preferimos sustituir esas ilusiones, ese amor, por consumir, por sufrir o por un “no sé lo que quiero".

Hemos dejado de vivir para pasar a sobrevivir. Y en unos años, si no reconectamos las ilusiones enterradas y tomamos la determinación de sacarlas adelante, comenzaremos a morir por dentro. Primero por dentro y luego por fuera, anticipando de mala manera lo que no estaba previsto, la autodestrucción por pena, frustración, desolación, pesimismo, enfado y por supuesto, fracaso existencial.

Para que esto no ocurra, debemos conectarnos con lo que queremos y con lo que no queremos. En principio, lo que tenemos es lo que queremos, aunque afirmemos de forma contundente que eso no lo queremos. La realidad dice otra cosa. Así que asumir esta primera premisa es el comienzo de cambiarla Reconozcamos que hemos mantenido una situación que nos colocaron cuando no podíamos ni sabíamos defendernos, hace muchos años, y que repetimos sistemáticamente.

Pongamos un ejemplo. Tengo la ilusión de tener muchos amiguitos, de que me quieran y me valoren, y sea de verdad, desarrollando relaciones profundas. Sin embargo, paradójicamente, estoy sola y me siento triste. Si en mi “educación” me han transmitido –porque las personas que estaban a mi cargo, generalmente los padres- que el amor no es gratis, que yo no me lo merezco o que los que aman son débiles por ser sensibles, desarrollaré un comportamiento, que desemboca en una personalidad aberrada donde no me atreveré a abrirme a dar y recibir amor, condenándome a la soledad. Es decir, tenemos lo que queremos. No queremos pagar por que nos quieran, no queremos ser débiles y pusilánimes por amar y/o aceptamos ser seres humanos de segunda categoría, donde hay amor para otros, pero no para nosotros.

Siguiendo este mismo ejemplo, sabemos lo que no queremos: estar solos sin dar ni recibir amor. Por supuesto, no queremos ninguna de sus consecuencias, que se resumen en sufrir o hacer sufrir. ¿Qué queremos entonces? Relaciones de amor.

Es cierto que llegar a la conclusión de cuál es nuestra ilusión, no es fácil, porque nos ponemos trampas de todo tipo por no asumir la verdad y es probable que nos conformemos con sucedáneos del tipo “amigos con derecho a roce”, tres mil “amigos” en las redes sociales o relaciones que nos proponen lo mismo que no queremos porque suelen ser personas con el mismo daño que el nuestro, o muy parecido, donde no creen en las relaciones de amor de verdad. Lo que emitimos, es lo que atraemos, así que no salimos del círculo y defendemos que queremos algo, cuando lo que queremos es otra cosa. ¿Está claro el trabalenguas?

Conclusión. Ahora mismo tienes lo que quieres. Empieza a cambiar de verdad lo que quieres y ve a por ello; improbable que llegue solo. Y si no, deja de engañarte a ti mismo y a los demás, porque no cuela.

1 comentario:

  1. Mi ilusión principal es la que tengo presente desde, por lo menos, los 9 años... 1 hombre que me quiera, que me haga feliz y que disfrute de mi amor por él. Obviamente el formato ha ido cambiando ligeramente con la edad, jeje. Lorena.

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