¿Cómo que la vida es una carrera?
Si es una carrera es que compites con alguien. Si no compites con nadie, no
tiene sentido correr, sobre todo porque no hay un sitio donde llegar, no hay
una meta, a no ser que sea un ataúd. Y, como en cualquier caso, la “meta” va a
estar ahí vayas rápido o lento, ¿para qué dejarse la lengua por el camino?
Si a lo que se refiere esa frase
es a conseguir objetivos en la vida, es importante saber que no por correr se
van a conseguir tales objetivos, puesto que no dependen exclusivamente de uno
mismo, y es por eso que somos seres sociales.
Eso sí, lo de “lo importante es
llegar” trata de suavizar la anterior. Vamos, que te quiere decir: “Vamos perdiendo
10 a 0, estás desmoralizado y abatido, pero tú descansa lo que necesites, que
todavía nos faltan cinco
minutos para terminar”.
minutos para terminar”.
Es como salir un domingo por la
mañana a pasear y disfrutar del sol, de la tranquilidad y ves que el semáforo,
verde para los peatones, empieza a parpadear y aunque estás a ciento cincuenta
metros te pones a correr para llegar y cruzar por no tener que esperar a que se
ponga en verde otra vez. ¿Había alguna necesidad de hacerlo? ¿Tan importante es
llegar al otro lado un minuto antes con el hígado en la garganta? Esto responde
a nuestro adn, que tiene la información de “hay que llegar a algún sitio, no
sabemos a dónde, pero no importa”.
En cualquier caso es una frase
que cala tan hondo que queda grabada en el código genético para dejarla de
herencia a futuras generaciones que se van a dedicar a correr sin saber ni a
dónde van.
Mucho peor es creer que tienes
que competir con los demás para ser uno de los mejores, y si es posible, el
mejor. Vaya tela y vaya estrés.
Puedes invertir tu vida en ser el
mejor jugador de canicas. Sin embargo, un día se presenta uno que es mejor, o
que tiene otro estilo que gusta más que el tuyo y te hunde la autoestima por
completo. Todos tus esfuerzos, tus sacrificios para nada, si lo que buscabas
era ser el mejor jugador de canicas del universo. De repente la vida ya no
tiene sentido. Ahora bien, hay otra opción mucho mejor que ésa. Te encantan las
canicas y disfrutas jugando con ellas, tanto que cada vez eres mejor. Y creas
tu estilo de tirar con la zurda, pasarlo debajo del brazo, hacer puentes,… Y un
día llega alguien, de otro barrio que juega fenomenal y tiene una forma de
tirar que no habías visto nunca, y aprendes de él, y él de ti. Y mejora tu
técnica y la suya.
La elección entre colaboración y
competición es clara para cualquier mente sana. Los o las que elijan la segunda
tendrían que hacerse una revisión médica urgente. Y, desgraciadamente, hay
bastantes.
Cuando eliges hacer algo porque
lo disfrutas, no por ser el mejor, esa motivación te lleva automáticamente a otro lugar donde
acabas haciendo algo especial de verdad, de verdad. Algo que has creado por ti
mismo.
Así que lo de las carreras está
muy bien si es de sacos, o para jugar al pañuelo, pero en la vida no tiene
mucho sentido si uno lo que realmente busca es ser feliz.
Entonces, ¿por qué competimos? Porque
nos han hecho una lobotomía y creemos que sólo hay sitio para unos. Vamos, que
la Vida es una inútil que no sabe echar cuentas: sólo hay sitio para lo mejores
y pone sobre la faz de la tierra a millones de seres vivos. ¡Habrá que
despedirla como directora de Recursos Humanos! ¿Cómo es posible entonces? Recuperemos
nuestras facultades mentales y espirituales, y pongámonos los huevos/ovarios en
su sitio para asumir que hay sitio para todos y luchar para que así sea. Porque
nuestra conciencia, si estamos entre los “elegidos” o entre “la masa crítica”
no nos va a dejar estar en paz. Esa conciencia existe aunque nos la hayamos
arrancado de cuajo. Y sobre todo porque actuamos bajo la estupidez cuando
creamos jerarquías y creemos que podemos “salvarnos” a costa de otros, o
aceptamos que haya personas que abusan de sus semejantes o de otros seres vivos
o de los recursos del planeta.
En el fondo, esa competición, esa
necesidad de ser mejor es por falta de poder y por creerse poco hombres o poco
mujeres, de tal manera que estas personas sustituyen su grandeza por ruindad
humana. Como víctimas o como abusadores.
Vale, de acuerdo: no competimos y
colaboramos. Pero ¿la parte contratante de la segunda parte? Es decir, lo de
que “lo importante es llegar”, ¿qué pasa con eso? El siguiente problema con el
que nos encontramos es que no sabemos cuál es nuestra misión en la vida,
nuestra misión existencial. Nos hemos dejado engullir por una sociedad
competitiva, donde se premia al máximo escalador y se castiga con el desprecio
o la indiferencia al “bulto sospechoso” que forman todos los demás. Lo
importante no es llegar, lo importante es saber para qué estamos en este mundo,
qué hemos venido a hacer aquí y qué necesitamos desarrollar y hacerlo. Y cada
uno tiene que encontrarlo antes de que esto sea el “Cuento de Navidad” con los
espíritus de las navidades pasadas, presentes y futuras.
Liberémonos de ser borregos
triunfadores o perdedores, pero al fin y al cabo, borregos.
Así podemos cambiar “carrera de
fondo” por “camino de aprendizaje, disfrute, colaboración y realización”.
Y transformamos el hecho de que “lo
importante es llegar” por “lo importante es vivir”.
Por supuesto, en ello va implícito
el amor, las relaciones de amor del que mola, del de verdad, del que lo puede
todo, lo cura todo, lo salva todo, lo resuelve todo.
En el metro de Madrid siempre se ve gente corriendo cuando pasan cada 3-5 minutos. Además con efecto contagio, "pues si los demás corren yo también, aunque no tenga prisa!". A disfrutar del viaje. LAM.
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