16 de abril de 2012

Mamá, quiero ser artista

¿En qué consiste la creatividad? ¿Todo el mundo tiene una capacidad artística alucinante o hay categorías? Mi tendencia era pensar que había categorías, aunque mi conciencia, políticamente correcta, con un sentido innato de la justicia me decía que eso no era posible, que la vida no hace seres humanos de primera, de segunda, de tercera categoría y el pelotón. Ese tipo de jerarquía y clasificación lo hacemos los humanos. Así, tranquilamente. Y desde bien pequeñitos lo escuchamos:

- Mira, la Pili, qué poca gracia tiene para peinarse.
- Y ¿qué me dices de su marido? No tiene ni sangre ni nada. Su padre valía mucho, pero mira, el hijo le salió así, qué le vamos a hacer.

Y tú te quedas pensando, “claro, el hijo le salió así”. Y una sombra de duda, como un nubarrón de verano planea sobre tu cabeza en forma de pensamiento sombrío: “¿Y yo? ¿Cómo he salido yo?”. Y corres a preguntárselo a un adulto, a ser posible a tu madre o a tu padre, que es la fuente más fidedigna, puesto que te conocen desde que naciste.

- Mamá, papá, ¿cómo he salido yo?
- ¿Tú? Qué cosas tienes. Muy guapa y muy lista, ¿cómo vas a salir? ¡Y anda a lavarte las manos!

Eso te deja satisfecha por unos momentos, hasta que piensas que para los padres del marido de Pili, su hijo también era muy guapo y muy listo. Hoy en día pocos padres conozco yo que tachen de ignorantes y adefesios a sus propios hijos. Eso se daba más en la época de mis abuelos.

Así que no sabes quién eres de verdad, no pondrías la mano en el fuego. “Si soy tan guapa y tan lista ¿por qué no me lo han dicho? ¿Por qué mis notas no son tan buenas como ellos quisieran?”. Otra opción es preguntar a los amigos, pero no suele dar resultado. Ellos tampoco saben cómo son de verdad, ni sus valores ni nada, cómo para decirte a ti los tuyos. A lo más que se acercan es a decir: “tienes unos cromos fenomenales” o “te sabes muy bien el abecedario del revés”.

Y así lo vas posponiendo. Lo pospones tanto que la pregunta te revienta en la cara el día menos pensado. Justo el día que decides ser artista –pintora, escritora, actriz, cineasta, bailarina, etc.- porque es algo absolutamente vocacional que no puedes dejar de hacer. Y piensas: “pero ¿yo realmente valgo para esto?”. Y justo en el momento que vas a buscar asesoramiento, tus padres se asoman por la puerta: “pero cariño, ¿tú crees que vales para esto?”.

Sin respuesta alguna te embarcas en la búsqueda de alguna revelación como si fuera el santo grial, y sólo aparecen más dudas. Y sientes que cualquier expresión creativa es mejor que la tuya, más ocurrente, más viva, más original, menos dolorosa. Que lo que haces, lo puede hacer cualquiera, y bastante mejor que tú.

Y cuando estás a punto de tirarte de los pelos y estudiar para una oposición, aparece la respuesta: “lo que haces, es único, como tú”. Es auténtico, y nadie puede juzgarlo. Eres tu propia autoridad artística y la expresión de tu visión del mundo es la que muestras. Y es muy importante. Sin tener expectativas, sin ganar ni perder, sin esperar nada. Solamente el hecho de tener conciencia de lo efímero de la vida en este planeta te hace buscar dejar una huella, una aportación, una expresión.

¿Por qué? Porque sí, sin otro motivo aparente. Por la búsqueda de la verdad, de saber quién eres, qué es el mundo, quiénes son los demás, los porqués, los para qué. Por ir más allá. Por encontrar tus propias preguntas y tus propias respuestas.

Por rebeldía. Por no aceptar que nadie te diga “te peinas con poca gracia” o por no aceptar tener que seguir diciendo que “el marido de la Pili es un sin sangre”.

Por defender tu ilusión. Por crear ejemplo. Por ser coherente. Por impulso. Por curiosidad. Y porque nunca se sabe…

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