13 de mayo de 2012

Curso de traducción

Existen diferentes formas de comunicación en la especie humana. Verbalmente lo hacemos a través de frases formadas por palabras que representan ideas, sentimientos, deseos, necesidades, demandas, ilusiones y muchos más conceptos. Sin embargo, la mayoría de las veces, en un acto de comunicación entre dos personas, las palabras no esconden el significado exacto para el que fueron creadas y por eso es necesario algo más que leer entre líneas; es necesario traducir o interpretar. Por lo tanto lo que supuestamente se dice de lo que realmente se quiere decir, dista mucho.

Hagamos un pequeño acercamiento al arte del entendimiento para que no salgamos sintiendo que nos la han colado cuando lo que buscábamos
era una relación sincera.
Tomemos para ello las siguientes expresiones:
“No lo sé”
“No puedo”
“Lo voy a hacer, lo tengo que hacer, lo quiero hacer”
“... pero…”

- ¿Me quieres?
-  No lo sé

“No lo sé” se puede traducir a menudo por “no”. No nos atrevemos a conectarlo y decirlo. Sin embargo, es la realidad. “No lo sé” es la excusa para mantenerse en una posición  de la que la persona no se mueve y no tiene intención de hacerlo. Si no sabes, aprendes o buscas saberlo. Hay veces que no queremos ni verlo: “¿Crees que vas a ser feliz alguna vez en tu vida?”, “¿Vas a cambiar tu situación actual?”, etc. Si la respuesta a esto es “no lo sé” creemos evitar entrar de cabeza en el infierno, pero sin saberlo, ya estamos en él porque no vemos posibilidad de cambio en el futuro.

- ¿Por qué no me quieres?
- Porque no puedo
“No puedo” es directamente “no quiero”. Vamos, que no nos da la gana. ¿Qué problema o dificultad tenemos para no poder? ¿Somos impotentes? ¿Cómo que no puedo? Ya lo decían en los programas infantiles: querer es poder. Se lo enseñamos a los niños pero luego les damos la información contraria con nuestra actitud. Aunque hay adultos que ni siquiera llegan a eso y les transmiten a los niños que es normal no poder. Eso se traduce en “resígnate, no luches, no vayas a por nada y quédate en el sillón”. Porque eso es lo que hacemos después de haber repetido en innumerables ocasiones “no puedo”.

- ¿Me quieres?
- No, pero te voy a querer.

Y eso ¿para cuándo? ¿Para cuando tengamos una iluminación? ¿Poderes mágicos de influenciar en nuestra voluntad? ¿Dentro de tres años, veinte, ns/nc…? No nos engañemos. Voy a hacerlo, tengo que hacerlo o quiero hacerlo son tres ejemplos de construcción sintáctica que aplaza en el tiempo una decisión que se debe dar en el presente. De lo contrario, no tenemos ninguna certificación de que vaya darse en otro momento. La oportunidad es ésta y estamos en el momento presente. Si hay algún cambio que es necesario hacer, postergarlo es un error garrafal puesto que entonces vamos a posponerlo indefinidamente cuando no hay motivo para aplazar nada.

         - ¿Me quieres?
   - Te quiero pero me cuesta.

Utilizar esta conjunción adversativa es, como dice su propia definición utilizar un “enlace que une dos oraciones o sintagmas cuyos significados se contraponen, se restringen o se limitan”. Podemos traducirlo en que el “pero” anula lo anterior. Es como decir “voy pero no voy”. ¿Al final qué pasa? Que no vamos.

Todas  estas expresiones son un acercamiento al curioso mundo de la interacción entre dos personas y su objetivo es aceptar que hay barreras, saltarlas y buscar una relación íntima. Las relaciones íntimas siempre son para bien a pesar de que descubramos que nuestro novio nos lleva diciendo desde hace tiempo que no sabe si nos quiere, o nuestra novia que no puede querernos, o nuestra familia que sí, que ya nos va a querer, o nuestros amigos que nos quieren pero que claro, que no tenemos buen carácter o lo que sea.

Lo que hacemos es sacar a la luz la verdad, y a partir de ahí podemos tomar decisiones y resolver. Encasquillarnos en unas circunstancias infelices sólo porque nosotros mismos no conectemos con la verdad y utilicemos alguna de estas expresiones o lo hagan otros, es innecesario y totalmente contraproducente. Nos aleja de las buenos conceptos, de la sinceridad, de la posibilidad de tener una relación íntima.

Busquemos la verdad siempre en la comunicación. Desde la mirada, hasta la actitud corporal pasando, por supuesto, por las palabras, esas palabras a las que robamos a menudo su verdadera esencia. Devolvamos a las palabras su función, su honestidad, su sinceridad a través de la nuestra. Así podremos desarrollar relaciones puras, limpias y auténticas.

1 comentario: