2 de mayo de 2012

El día de la marmota

A menudo escuchamos eso de “los problemas y dificultades se presentan para resolverlos, si esto no ocurre, esa situación va a volver a tu vida hasta que lo hagas”. Es una frase un poco larga, pero ésa es la idea. Es la misma que he escuchado desde pequeña: ”la historia que no se aprende está condenada a repetirse”. Ésta va con tintes políticos y sociales, pero igualmente aplicable a las situaciones que vivimos personalmente en la cotidianidad de nuestras vidas.

Esto es precisamente lo que habitualmente sucede. Y pone de los nervios, porque significa que o lo resuelves o vas a vivirlo una y otra vez. Es como estudiar para aprobar en junio, y si no te esfuerzas mucho, vas a tener que volver a estudiar en septiembre. Lo malo de los conflictos de la vida real es
que parece que estás en la convocatoria de gracia, y que te va a tocar resignarte a solucionarlo cambiando de universidad, es decir, en otra reencarnación.

Este tipo de situaciones pueden darse con un hombre, tratando de ligar con él, y al final no te atreves, o en una conversación con tu madre donde acabas subiéndote por las paredes por mucho yoga o meditación que hayas hecho para controlarlo. Da igual. Son acontecimientos que nos ponen a prueba y en ese momento sólo hay una oportunidad. La vida te pondrá de nuevo el reto más adelante, pero ahora mismo, éste es el gran momento.

Si, por ejemplo, estoy enfadada y pienso en la circunstancia que ha generado esa emoción, más me enfado, más me voy calentando y cada vez me alejo más de la posible resolución, porque se me empieza a nublar la vista. Es como el del chiste de “¡Pues el gato te lo metes por donde te quepa!”*. Eso me lleva a tener que vivir el mismo conflicto -con diferente apariencia- en un futuro próximo, dejándome en el banquillo hasta ese momento. Y como, probablemente, cualquier situación que vivimos, es la repetición de una anterior, sería interesante resolverla de una vez por todas y evolucionar a nuevas experiencias y aprendizajes.

¿Cómo resolver esa situación que se repite en el tiempo?

El punto cero es querer resolver dicha situación.

Punto uno, tener claro que se puede resolver y que no tengo que volver a pasar por ello una vez tras otra. Parece obvio, pero no lo es tanto dependiendo de las circunstancias. Es decir, que salir con chanclas a la calle cada vez que llueve, tiene fácil solución. Con mirar por la ventana antes de elegir calzado, lo he resuelto. Sin embargo, ponerme triste o enfadarme cada vez que alguien desprecia mi amor, no lo es tanto.

En segundo lugar, saber de dónde he aprendido a reaccionar así. Sin ser Freud, cada reacción la he tomado del padre o de la madre, evidentemente, que son los referentes que tengo de comportamiento como hombre y como mujer. A veces puede ser una simbiosis, pero tendemos a adoptar una de las dos personalidades como nuestra. Este punto nos va a resultar más complejo de identificar porque ya está dentro de nuestros parámetros de movimiento. Es fundamental saber que eso es aprendido, y que no es nuestro. Si fuera nuestro, lo hubiéramos cambiado la segunda vez que tropezamos con la misma piedra, porque es lo natural. Como no es nuestro, repetimos ese modelo como autómatas, minándonos por dentro la esperanza de salir de ese bloqueo.

En el punto tres, buscar la motivación para hacerlo. Una motivación que me sirva de verdad y para siempre. Puede ser por mí porque me merezco ser feliz, por los hombres porque los amo, por las mujeres para servirles de ejemplo, por los niños y niñas porque no quiero que pasen por la situación por la que yo he pasado, por la vida porque es mi responsabilidad, etc. La que sea mejor para nosotros y nos movilice profundamente.

En cuarto lugar, como cualquier otro problema a resolver es imprescindible tomar la decisión y nunca traicionarla.

Por último, como punto cinco, después de haber tomado la decisión -que es una idea- hay que materializarla para que se demuestre en acción. Es decir, que ahora buscamos estrategias para no volver a vivir esa situación. Cuando tenemos la firme determinación de cambiar algo y nos ponemos activamente a ello, encontramos las vías de hacerlo. A veces son tan (aparentemente) sencillas, como “si sufro, pues dejo de sufrir”. Eso me pone en otro sitio aunque los hechos sean los mismos, y puedo verlo más claro. En otros casos tendré que desarrollar una estrategia más elaborada. Lo importante es tener claro que disponemos de los medios, puesto que la vida nos los facilita.

Y eso es todo.

Anexo: “Si nos equivocamos, lo importante es rectificar”. Eso está muy bien, pero es totalmente desaconsejable “equivocarse” porque nos cepillamos todo el proceso. Y me refiero a “equivocarse” como sinónimo de repetir la misma reacción para seguir cargando con la cruz existencial que nos hemos echado encima, o que nos la han echado y nosotros la llevamos con mucha obediencia.

Si hemos seguido todos los puntos, uno tras otro, no debería ocurrir y tenemos el poder y la responsabilidad de hacer que no ocurra. Si ocurre, es que queremos seguir manteniéndonos en las mismas circunstancias porque tenemos mucho “amor” a nuestro daño. En cualquier caso, si seguimos “atrapados en el tiempo” y repetimos, lo que va a ocurrir es que no vamos a creernos nuestras propias decisiones ni vamos a poder cambiar nada nunca.

La vida es larga y llena de posibilidades de experiencias maravillosas. Tener que torturarnos con la misma de forma equivocada es como no aprender a escribir nunca la letra A, o la B o la C… y no poder llegar a leer libros maravillosos llenos de aventuras, pasión, amor y buen rollo.

* Es un chiste que muy resumido y muy mal contado es éste: A un tío se le pincha la rueda del coche y necesita un gato para cambiarla. Ve una casa a lo lejos y de camino se pone a elucubrar sobre cómo reaccionará dueño de la misma cuando en mitad de la noche alguien llama a su puerta para pedirle la herramienta. De todo lo que llega a pensar, al final llega a la conclusión de que el dueño no le va a prestar el gato y poco menos que le va a insultar por molestarle. Así que cuando llega a la casa, sumido en estos pensamientos, toca a la puerta, un señor le abre y lo que le suelta el tío del coche es la frase arriba expuesta.

Una última nota. El título de este artículo es por la comedia “Atrapado en el tiempo” de Harold Ramis, por si alguien no la ha visto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario