31 de mayo de 2012

¡Tía güenaaaaa! ¡Unga, unga!

Ser mujer no es sólo haber nacido con cromosoma XY que nos proporciona mamas, útero, ovarios, vagina, y más, que también.

Ser mujer es reconocerse como ser humano, es decir, con alma encarnado en un cuerpo que tiene unas características diferentes a las del hombre y que ambos se complementan –y se completan- a todos los niveles, pasional, emocional e intelectual. El alma es la misma en cuanto a grandeza y a no identificación sexual. Lo que albergamos en el cuerpo es el estilo propio de expresión de esa alma con todos sus valores.

Ser mujer, por lo tanto, es amar al hombre y buscar ser amada por él.
Ser hombre es amar a la mujer y buscar ser amado por ella.

Ahora, la gran pregunta: ¿qué significa amar al otro género? Entregarse con grandeza a la otra persona para hacerla feliz, porque queremos, porque nos sale, porque nos lo inspira
y por amor, claro.

Cuando una mujer ama al hombre, amas a todos los hombres. No puede amar a uno y despreciar al resto, o tenerles miedo, o someterse o imponer cualquier relación de abuso. Lo mismo ocurre con la relación del hombre hacia la mujer. Es imposible que su madre sea una santa y el resto unas chungas, por no utilizar otro término, o su hija de dos años, un sol y el resto unas brasas. En todo momento hablamos de hombre y mujer con mayúsculas, no sólo de hombre y mujer en el envoltorio, debe ser así continente y contenido. De lo contrario estaremos refiriéndonos a (no) hombre y (no) mujer.

Amar, desde luego es hacerlo en igualdad. En el caso de la mujer, está en sus manos –en nuestras manos- cambiar el rumbo de la relación que queremos y la que no queremos. La que queremos es una relación de respeto, donde no permitamos que nos vean como un trozo de carne apetecible, con el que les encantaría masturbarse, por supuesto, sin tenernos en cuenta y sin nuestro permiso. Comentarios lascivos, obscenos, denigrantes son los de los que hay que defenderse, por nosotras, por todas las mujeres y por todos los hombres que si que tienen ilusión de que estemos unidos en términos de amor, libertad e igualdad. Si nos sentimos agredidas o violentadas acabaremos proyectando ese resentimiento o esa pena pagándolo con otros hombres o con nuestros propios hijos. Y a las mujeres lo que comunicaremos es que los hombres no aman, ninguno de ellos, que son unos capullos que acaban de salir de la caverna. Eso significa acabar solos, hombres y mujeres cada uno por su lado aunque estemos en pareja.

A cualquier mujer le puede gustar que espontáneamente le miren o le digan algo por la calle que le haga sentir bien, transmitiendo admiración hacia su belleza; es decir, ser valoradas. Sin embargo, a ninguna mujer le gusta que hagan referencia a sus órganos sexuales ni a lo que harían con ellos, a no ser que ya se sienta que ha nacido para someterse al (no) hombre, y que la mujer tiene que, irremediablemente, sufrir al (no) hombre y ser un felpudo, es decir, una (no) mujer. El (no) hombre que hace eso, no tiene en cuenta cómo se puede sentir la mujer y en realidad busca ponerse por encima con una actitud soberbia y violenta.

¿Por qué lo hacen esos (no) hombres? Por odio. No puede haber nada bello, puro, sagrado porque no se sienten dignos y no están a la altura, así que buscan destruirlo y demostrar que están por encima de bien. Su cerrazón y su perversidad, evidentemente, tienen consecuencias. No existe la impunidad aunque lo parezca.

Lo primero que hay que hacer es no tener miedo a defenderse, porque si no, aceptaremos el daño infligido. No hacer ni caso a los maltratadotes, sean del tipo que sean, porque se alimentan del miedo y del sufrimiento de la víctima. Si no les damos poder, no tienen nada que hacer. Así que lo mejor es obviar a esos (no) hombres a no ser que vayan directamente a por nosotras. En ese caso, hay que defenderse, a través de los medios que tengamos, humanos y legales. Porque una cosa es no hacerles ni caso y otra bien distinta, agachar las orejas cuando se dirigen a una mujer, a un ser humano con actitud despectiva y mostrando superioridad.

Y si somos hombres, lo mismo. Denunciar cualquier comunicación de abuso, de mal rollo, de humillación por parte de los (no) hombres, porque corren peligro las mujeres que aman. En una sociedad machista como la que hemos construido o permitido, la relación enferma suele ser ésta, entre (no) hombre y mujer. 

El objetivo en todo momento es respetar y hacerse respetar porque es un derecho de todos los seres humanos, y de todos los seres vivos, por supuesto.

Gritar a una mujer en la calle, por ejemplo: “¡Tía güenaaaa, te haría...dkphfunvf!” y justificar eso diciendo que es un piropo y que es tradición del país es la excusa más lamentable que existe. Ese (no) hombre no tiene ni el permiso ni el derecho de entrar de esa manera en la intimidad de la mujer, que se siente violentada. Si es por tradición estaría fenomenal pasar página y no quedarnos en la era cenozoica.

Está muy bien sentir atracción, pasión, deseo, por el otro sexo, de hecho es fundamental.
Sin embargo, va siendo hora de conectarse al alma, reconocer lo que somos hombres y mujeres y poner una base de respeto mutuo. Nadie pertenece a nadie, nadie está ni por encima ni por debajo de nadie y defender esos principios básicos son los pilares donde se edificarán las relaciones verdaderas, puras, basadas en el amor.

2 comentarios:

  1. Hace un tiempo sentí que hay, lo que se puede llamar, una hermandad de mujeres. Es decir, todas las mujeres estamos unidas por algo común por el simple y gran hecho de haber nacido mujeres. Como mujeres tenemos que realizar la revolución de amor de las mujeres que consiste en enseñar a los hombres a amarnos y nunca vendernos a (no) hombres ni traicionar nuestra verdadera esencia, pues con eso tienen la oportunidad de entregarse en igualdad y convertirse en verdaderos hombres. Con amor se cambia el mundo. Lorena.

    ResponderEliminar
  2. Animas a defender la union del hombre y la mujer que todo lo puede y lo cura.Es super estimulante saber que las mujeres quieren lo mismo que los hombre:Una relacion maravillosa y magica.Muchas gracias Maite por tu mensaje y estilo literario.
    Arturo Simpere

    ResponderEliminar