7 de mayo de 2012

Y a mi niño ¿qué le pasa...?

Hay una frase que muchos padres y madres suelen utilizar cuando su hijo o hija hace algo inadecuado, que me toca… la indignación. Es la siguiente: “No sé dónde lo habrá aprendido, porque en casa no”. No, claro. A veces pienso si esa afirmación se la llega a tragar la persona que la hace, o cree que somos gilipollas. Vamos a ver, que con que ojee un artículo de psicología infantil para analfabetos, sería suficiente, o que pusiera en marcha el sentido común. Dan ganas de responderle con sarcasmo: “Claro, tu hijo no sólo viene con el pecado original, sino que en el reparto te ha tocado el peor, tan malo que no lo quería ni Bin Laden”. ¡Pues no! Por supuesto que el niño/a copia lo que ve en casa, aprende de lo que tiene alrededor y reacciona en consecuencia. Si nota que le mienten, mentirá, si
percibe que no le quieren, llamará la atención de la manera que pueda, si hay violencia en el hogar, implícita o explícita, acabará manifestándola pegando a otros niños/as o destruyéndose él/ella.

Los niños/as lo saben todo, lo intuyen todo, lo captan todo. Son niños/as, no tontos del culo. Tienen un amor inmenso y puro, no hay niños “malos” o “débiles”. Sólo niños/as sin referentes –o con unos referentes horribles-, perdidos que se sienten mal con lo que hacen pero no saben hacer otra cosa porque nadie se ha preocupado de ofrecerles un modelo sano.

Invertir amor, entrega, expresión emocional –besos, abrazos, caricias- educación, tiempo, comunicación, dedicación, etc. es invertir en la vida y en el futuro de la humanidad.

Para empezar, el niño y la niña se merecen respeto. Es un ser humano en una fase de desarrollo y dependencia importante, pero no es menos ni se puede abusar de su situación de vulnerabilidad porque es atentar contra lo sagrado. No hay relativismo ni excepciones. El niño/a es un ser digno de respeto al que hay que alimentar.

Evidentemente, niño/a estimulado niño/a desarrollado/a. Niño/a no estimulado/a, niño/a no desarrollado/a. El estímulo que le demos es el que cogerá para desarrollarse y el ejemplo que ofrezcamos es el que va a seguir o del que va a huir posicionándose en el otro extremo, que habitualmente es igual de malo, porque lo que no conoce es el bueno.

Cuando un niño/a tiene malos comportamientos, se siente mal porque va en contra de su naturaleza, pero no sabe cómo resolverlo. Es el adulto el que le ayuda a hacerlo. Por eso hacen falta adultos concienciados de la influencia que tienen en los niños.

Que no se nos olvide que un niño/a hace lo que hace por amor. Por amor a sus padres. Lo hace porque sus padres le han enseñado ese comportamiento, y como, en teoría, le quieren, lo que le han enseñado es lo mejor para él. No se plantea que se hayan podido equivocar o sean víctimas de su daño.

Por supuesto, también los niños y las niñas adoptan determinados comportamientos por miedo, pero, aunque parezca mentira, tendrá consecuencias no tan profundas, porque el miedo, o el odio no forman parte de su esencia, y el amor sí. Lo que ocurrirá en este caso es que no conocerán las relaciones de amor, y no sabrán que existe otra realidad bien diferente, hasta que, si deciden cambiarlo, encuentren a alguien que les enseñe. En el caso de hacerlo por amor, se quedarán enganchados hasta que, años más tarde, cuando no entiendan muchas cosas, se pregunten por qué les va como les va, y comiencen a quitar capas de mentira y de engaño como poco. En ambos casos, perdemos una media de veinte años de vida resolviendo el marrón. Evitable e innecesario.

Como adultos tenemos una gran responsabilidad, la más grande, que es educar a un ser humano con todo nuestro amor para que se desarrolle en construir un mundo feliz y disfrute de él. Tenemos la responsabilidad de tener las respuestas a todo lo que busca ese niño/a; y las respuestas son amor, verdad, justicia, libertad, felicidad, vida. Y las respuestas no son palabras, son actos. Hayamos recibido nosotros esas respuestas o no, es urgente cambiar nuestra actitud y ser responsables para ofrecerlo a nuestros niños/as (que son todos los niños/as del mundo).

Si sabiéndolo no lo hacemos, estamos traicionándonos a nosotros mismos y al futuro de la humanidad.
Si no lo sabemos, no es excusa. Lo aprendemos y punto.
No hacerlo supone mal rollo: indiferencia, resentimiento, depresión. Da igual. Y no tenemos derecho.

Por eso, es imprescindible:
  • Tomar conciencia de cuál es nuestra responsabilidad y nuestro poder para la educación de un niño/a.
  • Cambiar la posición en la que estamos, sin excusas, porque hay vida en juego y puede acabar en sufrimiento si no se ponen los medios adecuados.
  • Saber que si no lo hacemos nosotros, puede que no lo haga nadie.
  • En última instancia, tener claro que el amor lo cura todo, lo resuelve todo, lo salva todo.
NOTA. En el artículo hago continua referencia a "niños y niñas" y a adultos, "hombres y mujeres", madres y padres. Todos están incluidos aunque en algún momento los haya reducido a “padres” o “niños” para una mejor comprensión del texto.

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