25 de mayo de 2012

Recuento de ilusiones. ¡A formar!

Conectar con la realidad es fundamental para que ésta no nos dé un bofetón en plena cara el día menos pensado diciendo: “¡Espabila! Tienes setenta años y varias enfermedades, de las cuales una será la definitiva…”. No es necesario en absoluto llegar a ese momento para reaccionar. De hecho, en situaciones límite raras veces se suele reaccionar buscando entender cómo hemos llegado hasta ahí para resolverlo. Lo que suele ocurrir en esos casos es que nos hundimos por completo y tratamos de achicar el agua de la barca llamada Titanic como auténticos desesperados. No hemos asumido el hundimiento autoprovocado o autopermitido ni asumimos lo irreversible implorando
otra oportunidad, Así seguimos sin tomar contacto con la realidad y sin ser honestos y coherentes con nuestros actos.

Toda esta introducción no está planteada como tema sobre el tránsito en el final de la vida en este mundo, sino como la toma conciencia de las ilusiones que se han ido hundiendo en esa barca poco a poco.

¿Cuántas ilusiones nos quedan cuando nos hundimos sin remedio? ¿Cómo se han ido diluyendo, o ahogando o perdiéndose en las profundidades de un océano? ¿Hemos tratado de rescatarlas o nos hemos hecho los locos?

Si nos preguntamos a nosotros mismos o a cualquier otra persona cuáles son sus ilusiones, probablemente la respuesta sea múltiple; es decir, que tiene muchas, varias, o por lo menos más de dos ilusiones. Si no las tiene, estamos hablando con un cadáver que se hunde en la barca, sin fuerzas ni para sacar agua. Si dice que varias y cuando le preguntamos que qué está haciendo para sacarlas adelante, se queda mudo, también estamos hablando con un cadáver, pero él aún no lo sabe. Eso sí, tiene la oportunidad de reaccionar cuando salga del estado de shock.

Es muy sencillo. Si pensábamos viajar a todos los países, vivir aventuras excitantes y  aventuras románticas, si queríamos desarrollar varias habilidades artísticas, técnicas, intelectuales, si queríamos viajar en globo y amaestrar pulgas, formar una familia, construir una casa, vivir en Laponia para conocer a Joulupukki y hacer una huerta ecológica para abastecer de comida sana a todo el mundo y a mis treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta años no he empezado, vamos mal.

Como no tengo siete años, ¿cuántas de esas ilusiones voy a poder conseguir? ¿Cuántos países hay en el mundo? Alrededor de doscientos. Pero bueno, si quito en el que vivo, que ya me lo conozco, uno menos. Más los que ya he visitado en el viaje de fin de estudios, y en algunas vacaciones, ya vamos acercándonos a los ciento ochenta y cinco o ciento noventa países. Si pretendo hacerlo en treinta años para luego dedicarme a la huerta ecológica, me tocan a seis países por año. A alguno de ellos tal vez pueda viajar en globo, a lo Phileas Fogg, y por supuesto, en todos ellos vivir aventuras excitantes a la ida y románticas a la vuelta. O al revés. En Groenlandia tocar el violín, y en China amaestrar pulgas. Estudiar suahili en Grecia y construir una casa en Brasil.

El caso es que cuando nos damos cuenta de que probablemente podamos alcanzar menos ilusiones de las que habíamos soñado, y que no sabemos por dónde empezar, nos bloqueamos o entramos en la locura del cambio radical, nada aconsejable si no queremos acabar pareciendo Peter Pan con mallas y todo.

Las explicaciones pueden ser varias sin entrar a profundizar: hemos perdido el tiempo, nos han hecho perder el tiempo o ambas.

Evidentemente no teníamos los recursos adecuados, no nos los habían facilitado, nos han comunicado que no es posible todo lo que soñamos, que no nos lo merecemos y un montón de mentiras más que nos han infligido un daño en lo más puro que teníamos: nuestro amor. Porque las ilusiones van estrechamente conectadas con el amor por la vida, por nosotros, por los demás, por lo sagrado.

¿Qué hacer? Podemos lamentarnos por el tiempo perdido y las ilusiones olvidadas o empezar ahora mismo. Aquí y ahora. Carpe diem. A luchar por ellas, por todas las ilusiones que conectamos.
Para ello, el esquema a seguir sería el siguiente:

-         Perdonarnos y perdonar a todos los que han pasado de mis ilusiones y las han condenado.
-         Conectar con las ilusiones que tengo actualmente.
-         Si aparece culpa, pena o enfado, perdonarme otra vez para siempre.
-         Ir a por todas. Luchar hasta el final.

El refranero tiene su sabiduría además de reflejar la imagen social del momento. “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” tiene tintes de obligación, de sacrificio. Sin embargo, aplicado a las ilusiones, cambia el matiz. Comencemos a luchar por las ilusiones desde este momento, perdonándonos no haberlo hecho antes y disfrutando de ver cómo se multiplican estas ilusiones en el momento que las vamos sacando adelante para todos.

1 comentario:

  1. Qué necesario es el trabajo personal y profundizar en uno mismo para ir a la misma con la vida!! Tantas historias como personas con las ilusiones perdidas, culpándose, añorando... cuando con un poquito y buena voluntad sería tan fácil retomarlo. Lorena.

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