10 de mayo de 2012

Propongo un juego

Introduzcamos el tema antes del juego.

El planteamiento nace de la frase: “yo soy una persona sincera”. Rara vez alguien se define como un mentiroso, un trolero, un engañador. Siempre decimos ser sinceros, es más, a veces con aire de resignación como si fuéramos los “elegidos” afirmamos “tal vez demasiado sincero”. ¿Qué es eso de “demasiado”? O se es sincero o no se es. Si nos referimos al adverbio con un significado de “hago daño a las personas”, ya no somos sinceros, sino que nos comportamos mal y creemos que estamos legitimados para ofender y faltar el respeto.

El juego que propongo tiene como duración 1 día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Y consiste en contabilizar las veces que no decimos la verdad, es decir, que mentimos, e identificar por qué lo
hacemos. Parece fácil, pero ahora profundizamos un poco más.

Las mentiras las vamos a agrupar en dos bloques:

-         las que nos decimos a nosotros mismos
-         las que decimos a los demás

Los motivos no los vamos a agrupar, pero pueden ser como sistema de defensa, por necesidad de aparentar algo que no soy, porque quiero que me quieran, etc.

Al final del día hacemos recuento y estudio de mercado de las mentiras, y si necesario, estadísticas.

Aquí va un ejemplo de cómo mentimos a los demás:

-¿Qué tal?
- Muy bien.

Si no es cierto, y no estamos bien, ¿por qué lo decimos? ¿Por protegernos? ¿Porque no queremos que se desahoguen con nosotros y buscamos terminar la conversación lo antes posible?... No vale quedarnos con la primera explicación; es necesario ahondar hasta llegar al quid de la cuestión.

Las excusas también son mentiras. Lo que no son mentiras son las explicaciones. Por ejemplo: “Había atasco y por eso llego tarde”, cuando en realidad lo que ocurre es que no estoy motivada con esa actividad a la que llego tarde y no me preocupo por ir pronto. Ésta sería la explicación.

Otro ejemplo, en este caso de mentirnos a nosotros mismos:
“Yo no tengo problemas con las relaciones; son los demás” (no quiero ni ver la realidad) o “Mañana lo hago” (algo que se sigue postergando), e incluso “Soy fea, gorda y nada atractiva” cuando lo que nos pasa es que no nos han valorado ni querido nunca.

Así pues, cogemos un papel y un boli, bien tempranito y hacemos dos columnas:
“Mentiras a nosotros” y “Mentiras a los demás”, y a rellenar.

MENTIRA A OTROS- POR QUÉ                MENTIRA A MÍ- POR QUÉ

El primer objetivo de este juego es conectar con la realidad de nuestros actos y nuestros comportamientos, tanto físicos como verbales. Es decir, tomar conciencia de lo que hacemos, no lo que creemos hacer.

¿Por qué no decir la verdad? ¿Por miedo? ¿A qué tenemos miedo? ¿De qué o de quién no confiamos? Todo esto nos lleva a perder poder, a no creer en nosotros de verdad, a no creer en los demás como seres humanos, a no creer en  el amor, a no creer en la vida.

¿Qué nos puede pasar si decimos la verdad? ¿Van a ejecutarnos al amanecer? ¿Van a dejar de querernos? No nos van a matar y si dejan de querernos por quien somos de verdad cometerán una injusticia inaceptable.

El segundo objetivo es probar a sacar a la luz la verdad. Es decir, que después de haber hecho el listado y revisarlo por la noche, decidir cambiar esos comportamientos al día siguiente. No es necesario esperar a decir la verdad cuando nos sintamos preparados. Podemos tomarnos un día como experimento. ¿Qué pasa si digo siempre la verdad como si me hubiera tomado un elixir? ¿Cómo me siento? ¿Cómo reaccionan los demás? ¿Hay diferencias?

En resumen:

Identificar las mentiras y los motivos que impulsan a ello durante un día.
Tomar conciencia, revisar el listado. Y sorprendernos.
Rectificar y decir la verdad durante otro día entero. Mejor si es el día siguiente ya que es algo muy reciente.

Por último, sería instaurar ese modelo para siempre, donde sí podamos decir que somos sinceros

La mentira no nos da la oportunidad de cambiar porque nos mantenemos tras una muralla firmemente construida de la que no es necesario salir y por lo tanto, modificar o mejorar nada, porque lo que se ve desde fuera es pura fachada.

La verdad nos permite querernos de verdad y querer a los demás. Nos da la oportunidad de ver lo que no nos gusta de nosotros y/o de los demás y poder cambiarlo.

La mentira nos aísla y nos hace pequeñitos. La verdad nos une y nos hace grandes y libres. Aceptar la mentira y ser partícipe de ella -de forma activa o pasiva indistintamente- nos convierte en cómplices del sistema. ¡Rebelémonos! Abanderar la verdad es revolucionar el mundo y abrir un camino a la felicidad, el amor y la relación íntima con todos los seres, especialmente entre hombre y mujer, mujer y hombre.

1 comentario:

  1. Qué nivelazo de artículo!! Yo voy a jugar ya. Es un artículo muy potente y muy bien escrito. Enhorabuena!! L<3

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