19 de mayo de 2012

La fuerza del hombre

¿Cuál es la fuerza del hombre? ¿Cómo es? El o la que tenga la respuesta, que levante la mano. ¿Alguien conoce hasta dónde llega su fuerza? ¿El o la que tiene la respuesta es por experiencia o porque se ha aprendido la teoría?

En principio, los que saben de hombres son los hombres y las que saben de mujeres, las mujeres. Después, si el otro sexo nos abre su intimidad, aprendemos de ellos/as hasta hacernos expertos/as.

Sin embargo, como hablamos de hombres, lo más conveniente era realizar trabajo de campo con hombres que lo son. (Y para serlo no es suficiente tener cromosoma XY; hay que ejercer). Su comunicación en este sentido es que su fuerza es ilimitada, como la fuerza de las mujeres,
cada uno en su área, en su estilo. Es ilimitada porque proviene de su alma y se pone al servicio de todos, incluido él mismo, para el bien.

¿Por qué entonces nos encontramos con tantos hombres que eligen la cobardía como comportamiento habitual? ¿Por qué otros eligen el egoísmo, la soberbia o el abuso de su poder como hombres? ¿Acaso no saben que son hombres y que pueden hacer otra cosa?
Sí lo saben. Tienen un impulso que escuchan, que es el de salvar vida, el de no tirar la toalla nunca. Normalmente dejan de escucharlo porque sienten que no pueden o no quieren seguirlo.

No querer seguir el impulso de salvar vida, de amar a la mujer lo pone en peligro todo, incluido a sí mismo. No poder seguirlo es una excusa para no hacerlo y conformarse, no esforzarse, no ir más allá.

Para obtener todas las respuestas, o gran parte de ellas, es necesario hacer referencia al hombre ancestral. Muy pocos hombres tienen referentes de otros hombres que tengan las respuestas que buscan sobre ellos mismos, su capacidad, su fuerza, su potencia. Por lo tanto, acaban siguiendo los ejemplos familiares o cercanos, donde el abuelo se rindió y se aisló para plantar lechugas, el padre se deprimió porque sintió que no podía más, y el tío se volvió un tirano imponiendo su criterio. Y repiten historia.

El hombre ancestral es el que se encuentra en el subconsciente colectivo, el universal, el que posee todos los registros. A ese hacemos referencia y a él nos   conectamos–si somos hombres- para aprender, en un plano analógico, qué es un hombre. Si somos mujeres, nos conectamos con ese mismo referente para saber cuál es el impulso real de un hombre, su fortaleza, su resistencia, y no dudar. De lo contrario acabamos aceptando hombres que no lo son y que no están legitimados, por tanto, a tocar el corazón a una mujer, puesto que si lo hacen, será con mentiras y las destrozará. O no aceptando a ningún hombre porque los mediremos a todos con el mismo (mal) rasero.

Pequeñas (o grandes) trampas

Para no ver el abismo entre lo que es y lo que debe ser, entre el hombre desarrollado y el hombre perdido o con falta de desarrollo, nos hacemos trampas. A continuación, algunos ejemplos.
  • Confusión en el concepto de hombre. Es importante no confundir el hombre ancestral con Pedro Picapiedra o con cualquier ejemplo prehistórico. El hombre ancestral, al igual que la mujer ancestral es el portador de todos los valores propios de su especie y género, que, conectado con la naturaleza, los pone a disposición de la vida, con grandeza y humildad.
  • Ponerlo imposible. Tampoco hay que confundir la definición del “hombre ancestral” con el “hombre perfecto”. Eso es escaquearse de la responsabilidad y ponerse a hablar del tiempo y de si mañana va a refrescar o si la abuela fuma.
  • Aprovechar para hacer lo que han hecho los hombres machistas y misóginos a lo largo de la historia: ponerse por encima. Esto va desde generalizar con el comportamiento cobarde del hombre, su egoísmo, pasando por aseverar que el hombre está en un grado de evolución menor respecto a la mujer. Vamos, lo que han dicho los hombres toda la vida sobre las mujeres, pero ahora, a la inversa.
El hombre es un ser humano, igual que la mujer, que se complementa con ella y que por supuesto, la ama. Si hay dudas, es fundamental buscar la verdad hasta el final, porque se acaba encontrando.

1 comentario:

  1. El hombre ama a la mujer y el que no lo hace no puede llamarse hombre más allá de sus cromosomas. Qué genial!! Lorena

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