20 de mayo de 2012

Espera, que ahora vuelvo

Conectemos el hemisferio derecho del cerebro antes de adentrarnos en la maraña de relaciones y comprender con el cuerpo, con el alma, no con el cerebro. Cuando se integra la experiencia, se puede analizar. Sólo a continuación, no antes.

Preparados, listos… cogemos aire ¡ya!

El que espera desespera. Pero cuando ni siquiera nos enteramos de que estamos esperando, creemos que no desesperamos. Error. Esto es viene a ser “ignorantia legis neminem excusat”*, vamos que eso de que no seamos conscientes de que esperamos, sufrimos, hacemos sufrir, etc. no nos exime de hacerlo (desesperar).

Si nuestras vidas están bloqueadas a algún nivel o a varios es porque nos hemos parado. ¿A qué? ¿A descansar? ¿Durante veinte años o más? No resulta muy creíble.

Lo habitual es esperar a alguien. Lo habitual es esperar a alguien que nos ha dicho: “En cuanto pueda te doy lo que me pides. Espera”. No es que seamos obedientes o borreguillos, es que hemos confiado en esa persona
porque le queremos y esa persona nos quiere. No puede no querernos, puesto que a la que solemos esperar es a nuestro padre o a nuestra madre. Si ha fallecido, la espera probablemente será eterna. Si sigue vivo, también, aunque en este caso podemos interactuar de otra forma y comunicárselo para darle una oportunidad de rectificación. Con las personas que han pasado a la otra vida, podemos hacer lo mismo, pero la manera de resolver será otra que no es en persona.

¿Qué significa esperar? Significa no hacernos cargo de nuestra propia vida
¿Por qué esperar? Porque la otra opción no queremos ni verla. Es demasiado dolorosa y nos destrozaría por dentro. O eso creemos. Por eso negamos todo: que estemos esperando, que no estemos haciéndonos cargo de nuestra propia vida, que haya algo o varios algos que están fatal y que no resolvemos, etc.
¿Cuáles son las consecuencias? Mantenernos inmaduros, dependientes, sin vivir. Y pasa el tiempo, y es cada vez más duro ver que no hay cambios y que nos estamos condenando en la vida.

Hemos dicho que esperar es la opción menos mala, por eso lo hacemos. La otra alternativa sería aceptar que tal vez, hipotéticamente, a lo mejor, puede ser, quizás nuestros padres –padre o madre- no nos querían tanto como necesitábamos, o no tanto como para no dejarnos esperando como Godot a Vladimir y Estragón.

Nos hemos quedado con dos, tres, cuatro o cinco años esperando algo que nunca llegó, y ahora, con cuerpos adultos, seguimos haciéndolo. Pero ¿qué esperamos? ¿Hay un motivo aglutinante, alguna causa que nos una a todos? Efectivamente, lo que nos une es el AMOR. Si nos lo hubieran dado todo estaríamos desarrollados completamente y construyendo relaciones de amor, no rayándonos con tres mil quinientas neuras, sufriendo, y en definitiva esperando, enfadados, tristes o angustiados.

Hagamos un apartado, antes de continuar con la larga espera y sus soluciones, al que llamaremos “dar por supuesto”. No es necesario ser Sócrates para hacernos preguntas y buscar las respuestas. Pero dar por supuesto todo, cuando no nos sentimos bien es una irresponsabilidad. De hecho, en ocasiones, si nos paramos a pensar el porqué, acabamos culpando de la situación al gobierno, a la vida o a nosotros mismos. Pero la culpa no ayuda y no resolvemos nada. Probablemente haya un poco de todo, sin embargo, no podemos excluir a la los padres de estos parámetros. Siempre para buscar resolver, no para buscar culpables y hacer vudú.

He aquí unos ejemplos de “por supuestos”. “La familia por supuesto que nos quiere”. “Nuestros padres, por supuesto que lo han hecho lo mejor que han podido, o sabido”. “Por supuesto que yo he sido lo primero para ellos”.

Difícilmente somos lo primero, y el resto de afirmaciones si ellos sufrían o no eran felices o seguían esperando a ser salvados con el amor de alguien, y no veían el nuestro. Así que, cuando dejamos de ser tan maniqueos, acabamos afirmando que “por lo menos, lo han intentado”. Decir que “lo han intentado” es justificar sus acciones, y tratarlos con inferioridad, como si los pobres no pudieran hacer otra cosa. Y eso es mucho peor, quitarles la responsabilidad, porque en el fondo no creemos en ellos como seres humanos, ni en su grandeza, ni en su amor, de forma que les robamos la oportunidad y les condenamos con la excusa de “ellos no saben” o “son de otra época” o “nadie les ha enseñado”. Si no saben, aprenden. Ser de otra época no es ser un marciano que viene de otro planeta donde no existe el amor. Y si nadie le ha enseñado, en último término nosotros podemos hacerlo.

Ya sabemos que el “no puedo” o “no sé” significa “no quiero”. Así que ¡a querer! De lo contrario nos vamos a enterrar en vida a nosotros y las “relaciones” que mantenemos. Y eso es muy grave. A las personas con las que mantenemos las relaciones no vamos a enterrarlas si ellas no quieren, claro. Y alguien que te da un discurso en el que propone mantener relaciones profundas, de verdad, que no quiere esperar a tener lo que necesita urgentemente, que es AMOR, no se va a dejar enterrar.

Después de este inciso de “por supuestos”, justificaciones, responsabilidades y relaciones de amor, entremos a cómo dejar de esperar.

  • Dejamos de esperar cuando nos damos cuenta de que lo estamos haciendo.
  • Cuando creamos una oportunidad de cambio en la relación, en lo otra parte y nos da una respuesta: sí o no.
  • Si es sí, y nos comunica que tiene esa misma ilusión, ¡adelante! Eso si, primero hay que poner a prueba esa respuesta para ver si se corresponde con los actos. Si es así, ¡adelante”, si no, pasamos al siguiente punto.
  • Si nos dice no, o nos dice sí pero en el fondo es no, le damos la responsabilidad a la persona, le decimos que si cambia de posición, estamos para él/ella, pero no seguimos esperando y no sufrimos que no elija acompañarnos en el camino. Probablemente esa persona también esté esperando, y estas son las consecuencias de sus actos, que no asumimos como nuestras, sino que se las hacemos saber. Le damos la información, las herramientas y la responsabilidad. Y seguimos ¡adelante! No hacerlo no implica favorecer a la persona. Vamos, que lo del suicidio en masa no es necesario y es un error gravísimo, un atentado contra la vida. Y pasamos de Vladimir y Estragón a Lucky y Pozzo**.
Hasta el momento hemos analizado la espera a nuestros padres, pero esto mismo es aplicable a nuestra pareja. (A los amigos no lo suele ser tanto porque el vínculo emocional y lo que nos jugamos en la relación es menor; aunque por supuesto que puede ocurrir). Así pues, si hay un problema de relación de pareja, podemos releer el esquema para comprobar si estamos esperando y decidir dejar de hacerlo.

Buscar ser felices y hacer felices a los demás es nuestro propósito en la vida, Ser coherentes con él es nuestra responsabilidad como seres humanos.


* "La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento”.
** Personajes de la obra de Samuel Beckett “Esperando a Godot".

1 comentario:

  1. Hay que ser muy honestos con nosotros mismos, porque en ocasiones tenemos una ilusión o enganche tan grande por una relación que aunque digamos que ya no esperamos en el fondo lo seguimos haciendo. La honestidad es clave para poder avanzar. Qué bueno! Lorena.

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