23 de mayo de 2012

Gimnasia para la conciencia

Introduzcamos el tema de la CONCIENCIA con unos interrogantes.

¿Qué es la conciencia?
¿La conciencia se nace o se hace?
La conciencia si no es materia, ¿es energía? Por lo tanto ¿se rige por las propiedades de “ni se crea, ni se destruye, sólo se transforma”?
¿Se puede uno/a arrancarse la conciencia y vivir sin ella?

La conciencia es lo que nos conecta con la Verdad. La Verdad con mayúsculas, porque para la conciencia no hay relativismo, hay un camino, sólo uno. La conciencia nos dice lo que está bien y lo que no. Después la mente manipula, pero la conciencia es clara.
En las definiciones que ofrece la RAE para este concepto, se utilizan palabras como “propiedad”, “conocimiento”, “acto” o “actividad”. Esto significa que tiene unos parámetros activos y pasivos, es decir, que nos
pertenece y viene en el lote (“propiedad”) y que además se ejercita (“actividad”).

La conciencia, como el amor, moviliza energía, transforma realidades. La conciencia alberga los amplios conceptos idealistas –idealismo no como sinónimo de utopía-, como por ejemplo, justicia, libertad, igualdad, etc.

Conciencia es lucidez, sabiduría y nos mueve a evolucionar.

Nacemos con conciencia y hay que despertarla, alimentarla, desarrollarla, compartirla.
La conciencia podemos compararla, para su mejor comprensión, con el meteosat.
Al principio tenemos nubes y claros para elegir, lo que pasa es que nadie nos ha dicho que miremos hacia el cielo. Con cierta edad, aunque no lo hayan hecho, tenemos en impulso de hacerlo. Es decir, que en la infancia nos van indicando lo que sí y lo que no, y además, si nos orientan bien, observamos que esas elecciones y aprendizajes guiados y protegidos por nuestra conciencia nos hace sentir bien. Cuando llegamos a la adolescencia, el impulso es personal y mucho más fuerte de buscar esas respuestas por nosotros mismos, con observación y asesoramiento a demanda. Y por fin, forjamos nuestra relación con la conciencia al finalizar esa etapa de la vida, llegando a la madurez con mayor o menor conciencia desarrollada.

Volviendo al meteosat y al paralelismo de nubes y claros, si no conectamos con nuestra conciencia y la negamos van apareciendo más nubes sobre nuestra cabeza de tal forma que no podemos ver ni el sol ni la luna. Hasta que llega un momento en que la conciencia la hemos perdido por completo con el cielo encapotado. Desde ahí sustituiremos esa carencia con algún tipo de enganche a relaciones, sustancias, sufrimientos varios, etc. Más tarde, es posible volver a conectarla con empeño y dedicación, porque fácil no es cuando no hemos dejado opción a que se manifieste.

Hay otro camino que es el de buscar cada vez más claros y ver el cielo cada vez más azul. Eso requiere un entrenamiento de identificar cuál es el bien y cuál es el mal en cualquier situación que nos afecte; denunciar la mentira y defender la verdad. Así, poco a poco, nos desarrollaremos lúcidos/as, a lo grande.

Efectivamente, uno puede desconectarse de ella, pero no puede destruirla, sino que se destruye a sí mismo. No es posible traicionarla sin que tenga consecuencias ante el hecho de vivir alejado de la propia esencia. Esta esencia es la misma que la que nos transmite la conciencia, que es inmutable. Inmutable significa que permanece pura, limpia, serena, fuerte, invencible.

Por lo tanto, la conciencia hay que entrenarla.
Hoy en día ese tipo de entrenamiento no interesa. No interesa al sistema tener una masa rugiendo de indignación porque han desarrollado su conciencia, así que nos echan pienso para borregos, y nos “invitan” a mirar a las paredes, o al suelo, nunca al cielo, no vaya a ser que veamos ese trocito de cielo azul que agoniza y nos entren las ganas de ampliarlo.

Miremos al cielo y sigamos creando conciencia y expandiéndola para construir un mundo justo, igualitario, bondadoso, libre y lleno de amor.

Mientras tanto, aquí dejo las definiciones de CONCIENCIA de la RAE para su reflexión:
1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.
2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.
3. f. Conocimiento reflexivo de las cosas.
4. f. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto.
5. f. Psicol. Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.

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